Patrimonio Algeciras

De meblis y pajaretas

  • Antonio Gil recoge en El habla de Algeciras palabras y expresiones singulares de la ciudad y su entorno, así como canciones y nombres de calles

Presentación del libro El habla de Algeciras

Presentación del libro El habla de Algeciras / E. S.

Cuando los niños de Algeciras jugaban a los meblis en Los Callejones antes de comerse un parisién a los estibadores se les llamaba camalos, los muros eran pajaretas y los altramuces perdían su r para convertirse en altamuces. Cantaban San Juan del dedo en la playa o decían “queu queu” cuando se acercaba el guardia que les iba a reñir por jugar al fútbol en sitios indebidos.

Esas son solo algunas de las palabras y tradiciones orales que Antonio Gil, vicepresidente de la Asociación de Emprendedores del Patrimonio Algecireño (AEPA) ha coleccionado a lo largo de los años y que ahora plasma en El habla de Algeciras, un volumen que quiere preservar para el futuro las expresiones propias de la ciudad, en muchas ocasiones compartidas con el entorno y con otros puntos de la comunidad andaluza.

Son palabras que van cayendo paulatinamente en desuso, retazos de las distintas culturas que visitaron Algeciras, adaptaciones de palabras inglesas, palabras existentes utilizadas con otro significado. Cientos de vocablos especiales que no están reconocidos en la Real Academia de la Lengua o que se usan con un sentido distinto en la ciudad.

Entre A esportá y zurrapa circulan por las 312 páginas del libro apendi por apendicitis, la aguja palá, el enguao (cebo para atraer a los peces) o las pavanas. Se dedica también un apartado a canciones populares e infantiles antiguas y trabalenguas. Y un tercero a los nombres que el paso del tiempo ha ido dando a calles y lugares de la ciudad que no se conocen por el oficial: calle Convento, la barriada del Arroz, los callejones de las Viudas o del Rit, el Campo Chico o la Cuesta del Piojo.

Como explica su autor, el volumen parte de su afán coleccionista especial: Antonio Gil recopila desde su niñez postales y otros objetos relacionados con Algeciras y “en un momento dado empecé a coleccionar palabras, a apuntarlas en una libreta”. La idea de reflejarlas en un libro comenzó a tomar forma “como un homenaje a los mayores” y a una forma de hablar de los algecireños que “no es un castellano mal hablado, sino un castellano de Algeciras”. Un medio para preservar un patrimonio oral que va desapareciendo junto a los que lo atesoran.

El habla de Algeciras ha sido editada por el Ayuntamiento de la ciudad, fruto del convenio de colaboración que mantiene con este colectivo. Esta mañana ha sido presentada en un multitudinario acto en el centro documental José Luis Cano y se convirtió en obra efímera: los 200 ejemplares editados se agotaron rápidamente y habrá que esperar una segunda edición para hacerse con ella.

Gil ha agradecido el apoyo del Ayuntamiento en general, y del alcalde, José Ignacio Landaluce en particular, “cuyo patrocinio ha sido fundamental, pero no solo en el mecenazgo del libro, sino en su colaboración en cuantas actividades realizamos en beneficio de todos los algecireños, que es lo que pretendemos”.

Landaluce ha alabado la labor de AEPA, “que dedica su tiempo y su trabajo a la puesta en valor del patrimonio de Algeciras, la defensa de la cultura, y en la recuperación de nuestros orígenes, porque conocer mejor nuestra historia es hacer que amemos más nuestra tierra y, con ello, que la defendamos más y mejor”.

Durante la presentación, tanto Gil como el profesor del centro de adultos Juan Ramón Jiménez, Roberto Godino, destacaron “la minuciosidad” del trabajo realizado por el autor en la recopilación de datos, y el cariz “sentimental” de la obra, “porque cada palabra nos conduce a las personas a las que se las hemos oído y nos transporta a nuestra infancia”.

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