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Grandes hechos históricos en Algeciras (II): La batalla naval de 1801

Observatorio de La Trocha

La escuadra francesa de Linois, apoyada por los fuertes y cañoneras españolas, derrotó en 1801 el ataque británico de Saumarez frente a Algeciras

La batalla naval de Algeciras consolidó la fama internacional de la ciudad, al mostrar su decisiva participación en un conflicto napoleónico europeo

Grandes hechos históricos en Algeciras (I): El asedio de 1342-1344

La muy reñida batalla naval de Algeciras, en un grabado de la época. En primer plano, algunas de las lanchas cañoneras españolas.

En nuestra anterior entrega nos referíamos a los episodios más famosos en la historia de Algeciras, sin que se trate exactamente de los más importantes para la ciudad, sino de aquellos que más fama le han proporcionado; o sea, que han proyectado el nombre de Algeciras con carácter internacional. De la interesante e insólita historia de nuestra ciudad, hemos seleccionado tres acontecimientos: El asedio de 1343-1344, de la que hablamos en la anterior entrega; la batalla naval de 1801, que tratamos en este artículo; y la conferencia internacional de 1906, que atenderemos en la tercera entrega.

Para la batalla de 1801 hemos de situarnos históricamente. Es la época de Napoleón Bonaparte, que con su increíble capacidad como militar y gobernante tuvo en sus manos a casi toda Europa, teniendo a España como país aliado. Su gran enemiga era Inglaterra que, tras haber arrebatado el dominio del mar a Holanda, Francia y España, dominaba el comercio marítimo y estaba consiguiendo un extenso imperio que alcanzaría su apogeo a fines de ese mismo siglo XIX. Se trataba pues del enfrentamiento de un imperio continental, el napoleónico o francés, contra otro marítimo, el británico.

España, aliada de Francia hasta la ruptura de 1808, era todavía una gran potencia que conservaba sus territorios de ultramar gracias sobre todo a estar administrados por medio de virreinatos y a la inteligente administración borbónica. No olvidemos que nunca fueron colonias y que todos sus habitantes eran españoles con todos los derechos. Pero tras la próspera España de Carlos III, el nuevo Rey, Carlos IV, no estaba mentalmente capacitado para gobernar. El país se rigió por los caprichos de la reina y se puso el poder en manos de un ambicioso aventurero Manuel Godoy. Este, en circunstancias normales, posiblemente hubiera podido salir airoso de los problemas que acechan a todo gobernante, pero tuvo la desgracia de coincidir con alguien como Napoleón, que había sido capaz de controlar Europa y, simplemente, “no dio la talla”. Pero esta tragedia no se consumaría hasta siete años más tarde.

En el curso de las guerras revolucionarias, la famosa expedición a Egipto de Napoleón quedo truncada, entre otras causas, por la derrota de la escuadra francesa en la batalla de Abukir o del Nilo, desde la cual Inglaterra dominaba el Mediterráneo.

En julio de 1801, la escuadra naval francesa de Tolón, bajo el mando del contralmirante Charles Linois, trató de unirse a la española que estaba en Cádiz. Tras una travesía sin problemas, los franceses anclaron ante Algeciras el 4 de julio. Pero en Gibraltar estaba el centro de operaciones de la escuadra inglesa, que bloqueaba Cádiz, al mando del contralmirante Sir James Saumarez. Una embarcación ligera aviso rápidamente de la presencia de la escuadra francesa ante Algeciras, a la vista de Gibraltar. La escuadra francesa estaba compuesta por tres navíos de dos puentes (o sea de dos baterías superpuestas en cada costado), los Formidable, Indomptable y Desaix, sí como la fragata Muiron.

Charles-Alexandre León Durand, Conde de Linois (1761-1848), y Sir James Saumarez, primer Barón de Saumarez.

Ante la proximidad de la escuadra enemiga y dada su superioridad, Linois adoptó una posición defensiva muy inteligente, pues formó una línea con sus barcos protegida en sus extremos por los fuertes españoles de Santiago al norte y de isla Verde al sur, auxiliado por la fragata Muiron. Al anclar relativamente cerca de la costa, la escasa profundidad impedía que la fuerza enemiga envolviera a la francesa, al introducirse entre esta y la orilla.

Los citados extremos además estaban protegidos por la división de lanchas cañoneras basadas en el apostadero de Algeciras y bajo el mando del capitán Lodares. Estos eficaces medios navales habían sido inventados por el famoso almirante Barceló en 1779, construyéndose las dos primeras en la ría de Palmones y las siguientes en Algeciras y otros puntos. Cuando la mar estaba con viento, pero sin oleaje fuerte, eran temibles, pues utilizaban un cañón de a 24, el máximo calibre verdaderamente útil en la época. A distancias medias nunca fallaban el tiro, dado el gran tamaño que en relación a ellas tenían sus presas. Y, sin embargo, constituían un difícil blanco, sobre todo de proa y con la vela arriada.

Los citados fuertes formaban parte del sistema de fortificaciones que protegían tanto el Estrecho como la Bahía de Algeciras, indispensables dada la importancia geopolítica de la zona. Formaban parte de ese sistema las fortificaciones de El Tolmo, San Diego, Punta Carnero, San García, Isla Verde, Santiago y la batería de Torrealmirante.

Las cañoneras eran un arma formidable, al combinar la máxima potencia de fuego y presentar de proa un mínimo blanco al enemigo.

En cuanto Saumarez fue avisado desde Gibraltar, abandonó el bloqueo de Cádiz lo más rápidamente posible. Su fuerza naval la formaban los navíos de dos puentes Hannibal, Pompeé, Venerable, Audacious, Spencer y Caesar, así como la fragata Thames y otras embarcaciones más ligeras.

Al desfilar ante ellos y entrar en la bahía, dispararon sobre la escuadra inglesa los fuertes de Punta Carnero y San García, iniciando así el fuego en la batalla. Al apreciar la disposición paralela a la costa de la escuadra francesa, Saumarez se aproximó en línea de fila perpendicularmente a la línea francesa y pretendió rodearla, situando la mitad de sus barcos entre ella y la costa, para batir entre dos fuegos a su enemigo. Con esto pensaba imitar la maniobra que había dado la victoria a Nelson en la batalla de Abukir o del Nilo dos años antes. ¿Qué podía salir mal? Pues, para empezar Linois también había estudiado la maniobra de Nelson en Abukir, y fondeó sus barcos mucho más cerca de tierra para evitar ser envuelto. Y en segundo lugar, los extremos de la línea estaban perfectamente protegidos por las cañoneras y los fuertes, al contrario que en Abukir.

El fuego de las baterías españolas decidió la batalla. La lucha desde el fuerte de la Isla Verde, por Ferrer Dalmau.

Además, en Algeciras al percatarse de las intenciones inglesas, los franceses cortaron los cables de anclaje y se dejaron encallar en los bajos fondos. Al intentar rodear la línea francesa por el norte y el sur, dos navíos británicos calcularon mal sus posibilidades y quedaron encallados, precisamente ante las baterías españolas; el Hannibal al norte, frente al Fuerte de Santiago y el Pompeé en las inmediaciones del de la Isla Verde. Tras varias horas de intenso combate entre las dos escuadras, el Pompeé pudo ser rescatado por embarcaciones venidas de Gibraltar, pero a la larga el Hannibal tuvo que rendirse ante las andanadas del fuerte de Santiago y Saumarez tuvo que retirarse ante el fracaso de su maniobra, que había degenerado en una debacle general. Las bajas de ambos bandos fueron muy cuantiosas, y por ejemplo, las cañoneras lucharon tan arrojadamente que fueron hundidas en su mayoría.

La población de Algeciras tuvo el dudoso privilegio, pocas veces dado en la historia, de presenciar una batalla naval “a domicilio” -a escasa distancia de sus casas- por lo que sufrió bastantes daños al recibir muchos disparos perdidos desde el escenario principal.

El fuerte de Santiago, tristemente derribado hace muy pocos años. / Soledad Gómez de Avellaneda Díaz

La victoria franco-española fue un éxito táctico, pero no estratégico, pues no alteró el curso principal de aquella guerra y fue empañado varios días después por un confuso encuentro nocturno en el Estrecho en el que se perdieron dos navíos que equivocadamente combatieron entre sí en la oscuridad. En la historia de la táctica naval es muy interesante la jornada de Algeciras, pues demostró que la maniobra de Nelson en Abukir era imposible si se trataba de bajos fondos y los extremos de la línea a rodear estaban bien defendidos. Y por otra parte, el ataque de Saumarez en línea perpendicular a la enemiga, era un antecedente del avance en dos columnas de Nelson en Trafalgar, que cortó en tres grupos a la línea hispano-francesa.

Fuerte de la Isla Verde en una fotografía de principios del siglo XX.

Si prescindimos de las circunstancias aquí desarrolladas, o sea la intervención de las cañoneras y baterías españolas, esta batalla sería una portentosa hazaña, al derrotar tres navíos a seis. De esta forma lo “vendió” la propaganda francesa, que por todos los medios intento minimizar la intervención española. Al contrario, por parte británica, se hizo constar y se tuvo muy en cuenta la aportación española por medio de las cañoneras y sobre todo de los fuertes, como verdadera explicación del desenlace.

Fuerte de la Isla Verde en construcción, plano del siglo XVIII.

Pero de una forma u otra el salto a la fama fue total y Algeciras no solo fue un referente en la historia marítima general, sino que su nombre fue conocido en todo occidente por esa razón.

Carlos Gómez de Avellaneda es doctor en Historia, cronista oficial de Algeciras, presidente de la Asociación La Trocha y de la Sección 2ª del Instituto de Estudios Campogibraltareños. Grupo de investigación PAI-HUM 1130 de la Universidad de Cádiz.

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