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Capitulación de la ciudad y la Algeciras cristiana (1344-1369)

Una vez rendida la plaza el 28 de marzo de 1344, los musulmanes abandonaron la ciudad con todo lo que pudieron llevar consigo: algunos emigraron a territorios nazaríes y otros regresaron a África

La Conquista de Algeciras (1342-1344): el bloqueo marítimo y el dominio del mar

Embarcaciones castellanas del siglo XIV según Rafael Monleón (Museo Naval de Madrid).

La primera iniciativa encaminada a concertar una tregua honrosa que, sin lograr la capitulación de la plaza, diera fin a la incierta campaña de Algeciras, partió del campo cristiano aunque sin el conocimiento del rey de Castilla. Algunos de sus consejeros, viendo que el cerco se prolongaba y que no llegaban las ayudas solicitadas al Papa y a los reyes de Francia y Portugal, se pusieron en conversaciones con un tal Ruy Pavón para que este personaje transmitiera al rey de Granada el deseo expresado por una parte del Consejo Privado de Alfonso XI de llegar a un acuerdo que permitiera el levantamiento del cerco de Algeciras. Las gestiones de Ruy Pavón tuvieron éxito y en los primeros días de febrero de 1343 se presentaron en el campamento castellano el visir Abu Na‘im Ridwán y el caballero Abu Alí Hasán al-Garraf con el ofrecimiento de Yusuf I de dar una “quantía de doblas” y pagar cada año parias al rey castellano si éste levantaba el cerco de Algeciras. Alfonso XI respondió que aceptaría la propuesta granadina si el rey nazarí rompía su alianza con el emir de Fez y abandonaban la ciudad las tropas meriníes, a lo que Yusuf I se negó.

A lo largo de los veinte meses que duró el cerco hubo otros intentos de acordar treguas, esta vez desde el bando musulmán. Esas propuestas de paz coincidían con situaciones de debilidad de los castellanos, lo que revela que los emires musulmanes estaban al tanto de cuanto sucedía en el campo cristiano. En octubre de 1343, una vez que Yusuf I tuvo conocimiento de la marcha del campamento cristiano del rey de Navarra con sus cruzados y de los condes de Derby y Salisbury con los suyos, volvió a enviar a sus parlamentarios para ofrecer una tregua. El rey de Castilla, después de reunir a su Consejo Privado y oír sus opiniones, presentó a los caballeros granadinos la siguiente contrapropuesta: a) que el rey de Granada le entregaría 300.000 doblas por los gastos de la campaña; b) que cada año pagaría a Castilla parias como se había hecho en tiempos pasados y c) que ambos reyes se entrevistarían para ultimar las estipulaciones de la paz. El rey de Granada estaba verdaderamente interesado en llegar a un acuerdo y que se levantara el cerco de Algeciras, pero no podía aceptar la oferta de Alfonso XI sin que la apoyara el emir de Fez. Llegó a embarcar en una galera y cruzar el Estrecho para entrevistarse con Abu-l-Hasán y solicitarle el dinero necesario para que Alfonso XI levantara el cerco. El cronista norteafricano Ibn Marzuq refiere que el rey de Granada navegó hasta Ceuta para pedir al rey de Marruecos “cien mil dinares para pagárselos a los cristianos y que dejaran libre Algeciras”, petición que el emir meriní rechazó.

Una vez rendida la plaza el 28 de marzo de 1344 y, de acuerdo con las estipulaciones recogidas en el Tratado de Algeciras, firmado unos días antes, el 25 de marzo, los musulmanes abandonaron la ciudad con todo lo que pudieron llevar consigo. Es muy posible que la población de origen andalusí emigrara a territorios nazaríes, mientras que los guerreros procedentes del Magreb retornaran a África. Aquellos que optaron por abandonar al-Andalus y reincorporarse a la vida en el Magreb recibieron generosos donativos del emir de Fez que remuneraba, de esa manera, las penalidades que los suyos habían soportado durante el asedio de la ciudad.

El rey Alfonso XI rodeado de sus monteros (Miniatura del 'Libro de la Montería'. 1346).

Algeciras cristiana (1344-1369)

La campaña de Algeciras, que se había prolongado por mar y tierra durante veinte meses, y la posterior desarticulación de la sociedad musulmana a consecuencia de la diáspora de todos los moradores de la ciudad hacia el Magreb o hacia el reino de Granada, provocaron la desaparición de las estructuras político-administrativas y económicas que habían caracterizado a la ciudad, base naval y cabecera de los territorios situados al norte del Estrecho, a lo largo de seiscientos treinta años.

Cuando Alfonso XI, acompañado de los nobles, eclesiásticos y caballeros extranjeros que habían participado en el cerco, entró en la ciudad el 28 de marzo de 1344, Algeciras, en poder de Castilla, debía reemprender de nuevo las seculares funciones portuarias y urbanas como había sucedido, en el pasado, con otros enclaves musulmanes como Córdoba, Sevilla, Jerez o Tarifa cuando fueron conquistados por los antepasados del rey castellano que había logrado apoderarse de al-Yazira al-Jadrá.

Las primeras actuaciones del monarca castellano, una vez que hubo tomado posesión de la ciudad, fue establecer un concejo municipal encargado de su gobierno (formado por 12 regidores y 4 fieles), proceder al repartimiento de las casas y propiedades abandonadas por los musulmanes y dotar a las autoridades locales de unas normas legales para asegurar la buena administración y el control de una sociedad que, por su cercanía a los territorios musulmanes de Granada y a la orilla africana, presentaba enormes dificultades para su repoblación y defensa y una inestabilidad crónica inherente a la condición social de los nuevos pobladores.

El rey Yusuf I de Granada. (Pintura de la Sala de los Reyes de la Alhambra)

Los fracasados proyectos de repoblación

Para asegurar la posesión de Algeciras, una ciudad que contaba con un perímetro defensivo de casi cinco kilómetros, que había albergado una población -en los meses del asedio- cercana a las veinticinco mil almas (según la Crónica castellana) y que se hallaba peligrosamente situada cerca del territorio enemigo y alejada de los principales centros urbanos de la Andalucía cristiana, se necesitaba atraer suficiente número de repobladores-guerreros con los que poder acometer la defensa de la plaza, asegurar el mantenimiento y las reparaciones del recinto amurallado y reactivar la actividades industriales, comerciales y portuarias que habían sido la base económica de la ciudad durante los siglos anteriores.

Sin embargo, a pesar de los esfuerzos de Alfonso XI y, después, de su hijo el rey Pedro I, y de haberse procedido a un primer repartimiento de la ciudad -del que sólo se tienen noticias indirectas, pues no se conserva el Libro del Repartimiento-, de favorecerse el establecimiento de colonias de mercaderes catalanes y genoveses en la ciudad y de otorgar, el 4 de febrero de 1345, un Ordenamiento Regio especialmente dirigido al gobierno del nuevo concejo de Algeciras donde la falta de una legislación local, la heterogeneidad y, en ocasiones, baja extracción social de los repobladores y la necesidad de respaldar las decisiones de los jueces frente a grupos de población con un pasado delictivo, requerían una normativa severa sobre organización judicial y orden público que lograra mantener el control de una población no siempre proclive a seguir los mandatos emanados de las autoridades locales o territoriales. Por estos motivos la repoblación de los territorios fronterizos cercanos al Estrecho sería lenta y siempre insuficiente.

Dinar acuñado por el sultán Yusuf I de Granada.

La mayor distancia de las nuevas tierras conquistadas con respecto a las zonas de origen de los repobladores; la escasez de hombres disponibles en un período de intensa recesión demográfica; el aislamiento de la ciudad y de su alfoz desde el punto de vista geográfico (rodeada de ásperas sierras); la perniciosa incidencia de las crisis de subsistencia; la general crisis económica y demográfica documentada por las fuentes desde, al menos, principios del siglo XIV, a la que vino a sumarse, a partir de 1348, los brotes de la llamada Peste Negra cuyos efectos fueron devastadores en algunas zonas de Castilla; la guerra civil (desde el año 1354) entre el rey Pedro I y su hermanastro, luego rey de Castilla, Enrique II, iban a convertir en infructuosos los esfuerzos de los reyes y de la iniciativa privada por repoblar la ciudad de Algeciras y su término.

Una de las primeras actuaciones del rey de Castilla, una vez dueño de Algeciras, fue la urgente reparación del recinto defensivo, sobre todo en su flanco norte en el que se había concentrado la mayor parte de los ataques castellanos. Se procedió a reconstruir un extenso tramo de la muralla frontera al cementerio, las torres de flanqueo de esa parte del recinto, la puerta del Cementerio y el foso.

En cuanto a la función portuaria, el concejo de la ciudad estaba obligado a tener armadas en las atarazanas, a sus expensas, dos galeras para unirlas a la flota del rey cuando éste las reclamara. En el año 1360 era alcaide de las atarazanas de Algeciras un caballero llamado Martín Yáñez y, cinco años más tarde, estaba al cargo de estos arsenales un tal Ruy García. A mediados de abril de 1359 la flota del rey Pedro I, formada por cuarenta y una galeras, se hizo a la mar en Sevilla. Unos días después la escuadra arribaba al puerto de Algeciras y estuvo allí fondeada quince días esperando las galeras que le enviaba el rey de Portugal.

Pero un lustro después, el devastador conflicto civil que sufría Castilla desde la entronización de Pedro I, estalló con toda virulencia, culminando en 1369 con la muerte del monarca castellano a manos de su hermano, el Conde de Trastámara. Las ciudades del Estrecho que habían sufrido la despoblación y el desabastecimiento ocasionado por la larga contienda y aisladas por mar a causa de la alianza entre nazaríes y meriníes, se encontraban en peligro de perderse, sobre todo Algeciras, que estaba mal guarnicionada y peor avituallada. En el mes de octubre del año 1369 el rey Muhammad V de Granada cercó Algeciras con un renovado ejército y la tomó después de tres días de asedio.

Primera página del “Ordenamiento de Algeciras de 1345” (Copia del siglo XVII conservada en la Biblioteca Nacional de España).

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