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El capitán Jacuzzi y su baño de realidad ( y II)

Historias de Algeciras

"Ni todos los peligros de los Siete Mares se pueden comparar a los administrativos naufragios entre España y Gibraltar", acaba afirmando el capitán del navío 'Joven Pesasto'

El litoral algecireño que pudo contemplar Jacuzzi.
Manuel Tapia Ledesma

26 de febrero 2023 - 04:00

De regreso a las vicisitudes del austriaco capitán defendiendo su navío del naufragio y hundimiento administrativo, el escenario se había trasladado hasta nuestra ciudad donde, como así se recogió documentalmente. "Para ponerse de acuerdo en las operaciones sobre la ocurrencia, con el vicecónsul de Austria, D. Lázaro Tesy; y en efecto determinaron enviar al barco para recibir el cargo y conducirlo á esta Bahía [...] en este estado, la autoridad de Marina dispuso que los efectos ya en la Bahía y todo lo contenido en el Buque viniesen á tierra á cuya operación se opusieron los agentes de los aseguradores que aquí se hallaban, los Seres. Longland, Corwell y compañía, igualmente, que el Capitán que habla á quienes le había consignado también, pues que querían que fuese á Gibraltar en razón al estado de avería en que se hallaban los efectos que podrían tener fácil pronta y ventajosamente la venta, á cuya solicitud se opuso el Trab. de Marina y también el vicecónsul Tesy, quién enseguida hizo renuncia de su representación dejando al compareciente abandonado solo y sin consignatario, cuya dimisión no fue admitida por el Trab. de Guerra á quién la presentó y le obligó á que bajo su responsabilidad nombrase otra persona que lo representara como lo hizo D. Rafael Enrique y de este modo han continuado haciendo la descarga poniendo en tierra y almacenando los efectos, abriendo varios bultos de seda y otros efectos, todo lo cual ha sido contra la voluntad del Capitán y sin su conocimiento...".

En "olor de soledad y presentimiento de ruina", como expresara décadas después cierto galdosiano personaje en La Desheredada (1881), bien se podía calificar la situación del pobre capitán naufragando entre oscuros intereses económicos y diplomáticos en tan esperpéntica escena. Curiosamente, aquellas jornadas de zozobra para el responsable oficial mercante coincidieron con un cambio en el mando de las autoridades de la Marina en Algeciras, siendo destinados a su Comandancia el capitán de fragata José Carlos de la Fuente como comandante, ocupando el puesto de segundo el también capitán de fragata José María Patero; posteriormente se agregaría un alférez, y actuando como capitán de Puerto el teniente de navío Andrés Ortiz.

Por aquellos días en los que las autoridades competentes sobre el posible naufragio del navío Joven Pesasto, seguían más preocupados por el lugar de descarga que por el futuro del propio buque, se produjo el siguiente movimiento portuario en Algeciras: Embarcaciones fondeadas. Laúd Virgen de los Milagros, 14 Tm. Patrón Sebastián Mandilego. Laúd San Antonio, de 5 Tm. Patrón Jacinto Suari, con 30 millares de sanguijuelas, 14 barriles de anchovas (sic) y 740 libras de manteca. Despachadas Para Águilas, jábega Carmen, de 38 Tm. Patrón Ignacio Solom.

Extracto de la declaración de Jacuzzi en Algeciras.

En otro orden de asuntos, por aquellos días de marítima soledad se hizo público en nuestra ciudad: "La ciudad de Algeciras conocida por su espíritu liberal, tuvo en la elección (del año anterior), cuyas listas fueron aprobadas por la Diputación: 1080 electores, y ahora acaba de verlos reducidos á 83; pués aunque en la lista se hayan dejado cientos y tantos, los restantes son muertos ó ausentes hace mucho tiempo de la ciudad, dos de ellos llevan 14 años fallecidos".

Al parecer tal denuncia se debe a la prohibición del derecho de sufragio a los inquilinos; pues prosigue el texto consultado: "Siguiendo la idea de negar el derecho a los inquilinos, que lo tiene, pero que tienen además el gran delito de ser liberales, se ha presentado uno que paga 5.000 r. de casa al año; y aunque debe algunos meses de 1839, con lo que ha pagado pasa de 30.000 r. llena dos veces la suma anual que exige la ley. La vieja disputa entre progresistas y servilones parecía que seguía tan candente como durante el liberal trienio.

De regreso a las cavilaciones del sufrido capitán Jacuzzi, este expresó literalmente. "Por manera que sobre los perjuicios naturales del naufragio, se les han originado con semejantes [...] otros mayores que ya están á la vista, y que desde luego reclama; en su virtud y para llevar el deber que le impone su representación como capitán del Buque conforme á las leyes marítimas, en reserva de su Derecho, y reservando también el que pertenece á los propietarios cargadores y aseguradores, y todos los que puedan tener se presentaba en tiempo para hacer constar su protesta uno, dos y todas las veces que en Derecho sean necesarias por los graves daños y perjuicios que ya le han ganado contra quienes corresponda y haya á lugar; para que sea de su cargo y responsabilidad [...] que le sirva de resguardo, y lo sea también á los legítimos interesados cuyas acciones deja á salvo del modo conveniente para que puedan ejercitarlas, cuando y como lo estimen".

Le acompañaron en la firma como testigos los algecireños Juan Casimiro, Pablo Menacho y José María Fort. Y mientras el capitán al mando del Joven Pesasto observaba, desde la más absoluta impotencia como su opinión no era necesaria para proseguir haciendo la descarga que las autoridades competentes de tierra habían autorizado, y como se tomaban la libertad de almacenar lo descargado abriendo cajas sin pensar en los perjuicios.

En su declaración, el oficial omite comentario alguno sobre el destino final del buque a su mando, el cual y tras ser remolcado se encontraba -según su testimonio- en aguas de la bahía. Puntualizando en su expresivas palabras la negativa por parte española a la intervención del cónsul de Gibraltar y sus agentes en el naufragio. Aquel funesto año para el navío con bandera austriaca, Algeciras -regida por el electo Gilbert Pastor- debía seguir las directrices emanadas del gobierno central en sus relaciones con la colonia británica.

Al Ejecutivo español se le acumulaban los problemas estando inmerso -entre otras- en una gran crisis revolucionaria que puso fin a la regencia de María Cristina de Borbón sobre su, aún menor de edad hija, Isabel II. El general Espartero asumiría tal competencia por un periodo de tres interminables. años. Difícilmente Gilbert Pastor podría estar ocupado en otra cosa que no fuera la aprobación o no por el Gobierno liderado por el moderado Evaristo Pérez de Castro de la controvertida Ley de Ayuntamientos que tanto podría afectar al consistorio algecireño y a su siempre vacías arcas.

Tal propuesta de Pérez de Castro incluía el nombramiento directo de alcaldes, así como una reducción en las competencias de los municipios. La intervención del granatuleño Espartero -don Baldomero-, impidió su puesta en marcha. Mientras la relatada convulsa situación afectaba al orden civil, el militar, en cuya esfera se movía lógicamente el Comandante General del Campo también se encontraba bajo la no menos difícil situación crítica generada por el favoritismo hacia el “generalato” que compartió aventura americana con Espartero y denominados por sus enemigos, como: Los Ayacuchos.

De regreso al asunto del Joven Pesasto, en aquellos momentos Valentín de Llanos era quién ejercía la función de cónsul de España en la británica colonia; y al parecer, según indica su proceder, se dejaba llevar por la tradicional actividad de control para con los políticos disidentes que tomaban a Gibraltar como refugio; así como la no menos importante labor administrativa, para con los trabajadores que diariamente estaban obligados a trasladarse hasta el peñón para el sostén de sus familias. Después existían temas comerciales o portuarios puntuales donde cierta inflexibilidad diplomática, según el caso, se ponía de manifiesto, y de lo cual el capitán Jacuzzi bien podía dar cuenta.

En aquella difícil actividad consular tenían gran importancia los asuntos sanitarios, tal y como lo demuestra lo acontecido con otro navío de bandera española y que según el consultado texto: "Hallándose fondeado en la bahía de Gibraltar el místico español nombrado Cristina su patrón Vicente Gorci, que acaba de trasbordar su carga de productos del país, á bordo de otro buque inglés, fue atracado y subió á su bordo un cierto don Blas Servent, que actuaba en Gibraltar, como vice-cónsul del Real Consulado de España, acompañado de otro individuo que supo luego el patrón era un empleado en el departamento de Algeciras [...] en su vista le fue intimado por Servent debía hacer entrega inmediatamente del místico al mencionado agente ó empleado de marina y oponiéndose Gorci como era su deber á semejante arbitrariedad [...] se le contestó por Servent que por orden superior [...] tomó posesión del místico el empleado de marina, mandó se suspendiese el ancla é hizo rumbo para Algeciras y fondeado en su puerto, bajó el empleado a tierra [...] en esto se le mandó quedasen en cuarentena emitida por la autoridad sanitaria de la ciudad".

Sea como fuere, Gorci o Jacuzzi sufrieron sin saberlo -o tal vez sí- el surrealista comportamiento de unas autoridades de uno u otro gobierno, del cual emanaban las también incomprensibles actitudes de los responsables de colaterales competencias eludiendo obligaciones o actuando por acción u omisión en casos de urgente necesidad para las tripulaciones de los muchos navíos que circunnavegaban el Estrecho. Desgraciadamente las arbitrariedades cometidas y recogidas en oficiales documentos difícilmente serían causa juzgada, quedando muchos de aquellos atropellos en papel tan mojado como las sentinas de los buques afectados o los cuerpos de los marineros víctimas de tales negligencias.

El austriaco capitán Vicente Jacuzzi volvería junto a su tripulación al puerto y ciudad de Trieste, donde daría cuenta ante los socios de la naviera propietaria del navío Joven Pesasto -los hermanos Pedro y Jacinta Cunich y Guillermina Exlach- de lo acontecido en aguas de la última bahía al poniente del Mediterráneo. Atrás quedaba nuestra Algeciras, con la cajas del navío descargada sin el beneplácito de su capitán y con su futuro bajo el designio de la recién creada, tras la victoria de Espartero, Junta Provisional del Campo de Gibraltar, la cual, entre otras medidas contra los enemigos del espadón de Granátula de Calatrava (Ciudad Real), se dictó: "Por vía de precaución salga de esta Ciudad de Algeciras los individuos siguientes Simón Giménez Ruíz, Cura Párroco; Benito Gallart, propietario; Manuel Derqui, abogado, Rafael Isasi; Miguel R. de Linares, abogado;y propietario; Antonio Blanco, hacendado; Blas Torrelo, médico y Francisco de Paula Puche, escribano. Del mismo modo se ha acordado separar de sus destinos á José Carlos de Fuente, Comandante de marina; Juan Fernández, prohombre de matrícula; Manuel Castaños, Bls Fernández, José Lafita, Pedro Fernández, Francisco Sánchez Jurado, cabos de la matrícula; Juan Urculla, administrador de loterías. N. Rivas, Comandante de Artillería; Juan Miciano, fiscal de guerra; Rafael Bernal, alguacil mayor de guerra; José Dorado, Comandante militar de Puente Mayorga y Francisco Peci, patrón de falúa de reconocimientos de carabineros".

En definitiva, un nuevo episodio y tónica de lo que fue el siglo XIX español, persecución y represión hasta la supuesta aniquilación de los vencidos por los vencedores. Años después en su obra Ricardo (1877), Emilio Castelar pondrían en boca de uno de sus personajes: "Italia es la tierra de las conjuraciones; Francia es la tierra de las revoluciones; España mezcla la conjuración á la revolución". En cuanto al capitán Jacuzzi, este recibió en aguas del Estrecho un baño de realidad, amplificado por su veneración a San Escrupuloso bendito; pudiendo bien expresar: "Ni todos los peligros de los Siete Mares se pueden comparar, a los administrativos naufragios entre España y Gibraltar".

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