El capitán Jacuzzi y su baño de realidad (I)
Historias de Algeciras
El marino austriaco encalló su fragata en la Bahía de Algeciras antes de hacer escala en Gibraltar
En la sociedad algecireña de 1840 trataba de embellecer la ciudad con espacios de recreo
En aquella primavera de 1840, el que fuera alcalde electo de nuestra ciudad Manuel Gilbert Pastor, preocupado por el bienestar y la buena imagen de Algeciras llevó a sesión plenaria un bonito proyecto consistente en ajardinar la zona junto a la capilla de la Alameda y río de la Miel para crear un espacio de recreo. Plantados algunos árboles, y como en no pocas ocasiones ha acontecido en nuestra ciudad, el bello espacio destinado a madre natura fue invadido por la construcción de nuevas viviendas que, al parecer, respetaron el inicial y ajardinado trazado dando como resultado un intrincado de calles que recibió por parte de los algecireños la denominación de Laberinto o El Laberinto.
Por aquel entonces Algeciras contaba aproximadamente con unos 19.000 habitantes, cuando un esperanzador hecho se produjo teniendo como protagonista a la tarifeña Sociedad de Amigos del País, compuesto por un animoso grupo de benefactores que decidieron sacar del cajón del olvido el proyecto para la construcción de una carretera que uniera a ambas poblaciones. La despertada obra hundía sus raíces en una añeja iniciativa que los liberales pensaron ejecutar en el pasado 1821 y con "dineros" de la Diputación de Cádiz; teniendo como comienzo del trazado la villa de Chiclana. Desgraciadamente el proyecto regresó al empolvado cajón, no volviendo a ver la luz hasta el comienzo de la década de los años sesenta de la misma centuria.
Mientras todos estos hechos, y otros, acontecían en nuestra ciudad al mismo tiempo que era reina y señora de las Españas, la aún joven y oronda monarca doña Isabel II, un austriaco llamado Vicente Jacuzzi, a la sazón capitán de la fragata de la misma bandera nombrada Joven Pesasto, levaba ancla en el puerto de Trieste, junto al mar Adriático, teniendo como destino preestablecido la ciudad de Londres. Aquella fragata comandada por el capitán Jacuzzi, era propiedad de la pequeña compañía naviera formada por los hermanos Pedro y Jacinta Cunich y la también integrante de la corporación naval Guillermina Exlach; todos vecinos de la mencionada ciudad de Trieste. El buque en cuestión, según la documentación de abordo, estaba cargado de: Mercancías y efectos propiedad de distintas personas. Y así mientras el navío dejaba atrás la bahía de igual nombre que su puerto de referencia, su proa marcaba el sur hacia el mitológico Estrecho de Mesina. El viejo lobo de mar austriaco, a pesar de las veces que había tomado aquel derrotero, seguía impresionándose con la belleza del clásico entorno, y como cualquiera que se haya parado a conocer su historia, bien podría imaginar la presencia en ambas orillas del mítico Estrecho de aquellos monstruos marinos bautizados por los helenos como Escila y Caribdis.
Al mismo tiempo que el Joven Pesasto cambiaba de rumbo, y seguía con su rutinario navegar hacía el oeste, en nuestra ciudad y más concretamente en la sala capitular, también reinaba la rutina en la labor administrativa y de gobierno municipal autorizando, entre otras, a varios vecinos la extracción de corchas para elaborar las colmenas con las que producir una sabrosa miel que se recolectaba para el consumo autóctono en nuestra ciudad. Siendo uno de los más antiguos mieleros o meleros algecireños, el conocido Antonio Méndez. Por aquel entonces esta actividad estaba prácticamente repartida por todo el término de Algeciras, pues desde las mismas huertas existentes junto al río del cual toma su dulce nombre, la melera actividad alcanzaba hasta las lejanas propiedades en la Argamasilla, las Corzas o Dehesa de la Punta. También y por aquel año, un emprendedor de la época, al parecer de origen malagueño dados los datos que aportó administrativamente para obtener la licencia municipal preceptiva apostando por terrenos de la Dehesa del Acebuchal para la cría de la cochinilla. El valiente empresario, según consta documentalmente, se identificó como Juan García Morcego, quién viendo las posibilidades de hacer negocio con la obtención del natural colorante, fundamentó su petición, en: El fomento recomendado por las ventajas que produce. La elección del Acebuchal, no careció de motivos para tal actividad: la necesidad de una humedad muy alta, buenos vientos y sobrada alimentación basada en desechos orgánicos vegetales, así como una temperatura idónea, tanto en verano como en invierno, y sobre todo la gran presencia de tunas, hacía de aquella zona de Algeciras, junto al río de Palmones, un lugar idóneo para la reseñada cría. ¿Quién sabe si en el lejanísimo pasado fenicios empresarios no obraron de igual modo que el valiente promotor García Morcego?
De regreso a la fragata que días atrás partió de Trieste, comentar que, según órdenes de sus propietarios, haría escala en el puerto de Gibraltar; desconociéndose si previamente también lo hiciera en otros puertos intermedios. Sea ello como quiera para finales de junio, y según queda documentado en el día 30 de aquel feriado mes para los algecireños, el capitán Jacuzzi...Dio vela con buen tiempo, continuando así toda la mañana de aquel día; pero a las cuatro y cuarto sobrevino un tiempo SSE, con mucha oscuridad, que cuando un poco aclaró vió de inmediato tierra á la vista de Gibraltar entre los ríos Guadiaro y Guadalquitón... Al mismo tiempo que el experimentado capitán afrontaba la cambiante y peligrosa meteorología del Estrecho en nuestra ciudad reinaba cierto aire festivo fruto de la pasada feria. Aún habría de esperar unos años para ser calificada de Real. Pero sea como fuere, la vida de los algecireños proseguía tal y como aconteció al vecino Vicente Enseñat, quién vendió en 5.220 rv al también empadronado en nuestra ciudad, José Bonifacio, una casa con cocina y alcoba, que dá á patio, situada en calle del Matadero y que previamente la había adquirido por compra a Rafael Cortés en 1830. Siguiendo con los hechos acontecidos en nuestra ciudad durante aquel primer semestre de 1840, coincidente con la lucha de la tripulación de Joven Pesasto contra los elementos, el administrador de los bienes de Juan Morilla, de nombre Francisco de la Peña, propietario de un molino harinero junto al río de la Miel, procedió a dar en arrendamiento a José Guijón el citado bajo las condiciones de 6 años por tiempo y espacio; debiendo pagar al administrador De la Peña 5 fanegas de trigo por cada mes vencido del arrendamiento; entendiéndose por lo arrendado: lo que constituye la finca; pues los enseres y artefactos que son conocidos en este ramo por el nombre de pié de hato, será de la exclusiva pertenencia del José Gujón. El arrendatario Gujón, tenía su domicilio en un alto de la calle Carretas, poseyendo en el bajo de su casa un horno de pan donde se ganaba directamente el sustento.
De vueltas a las vicisitudes del austriaco capitán y su tripulación, comentar, según consta documentalmente que... Quiso virar a bordo para afuera, pero el Buque no obedeció y no pudo hacerlo por la calma que había, quiso virar en redondo y tampoco pudo hacerlo por la misma causa, y dió fondo á un áncora (ancla) y á poco el buque topó de popa con la arena, teniendo 15 brazas de cadena tendida, y pasada como una hora principió á hacer agua. Que seguidamente ha haber encallado trabajó con dos lanchas para sacar el Buque, valiéndose de todos los medios, cabos, y yerros que se acostumbra en tales casos, más no lo logró y el Buque continuaba haciendo aguas... Al mismo tiempo que la tripulación del navío con bandera austriaca pasaba por tan peligrosa incertidumbre, en la alcaldía algecireña se recibió la solicitud del Ayuntamiento del Puerto de Santa María solicitando el traslado de los restos de un héroe liberal nacido en aquella localidad para rendirle justo homenaje; siendo su nombre Pedro Valdés. En 1824 tras el fin del Trienio Liberal doceañistas procedentes de Gibraltar desembarcaron en las playas de Tarifa, siendo derrotados en la Isla de Las Palomas. Varios oficiales y 70 soldados fueron apresados y fusilados en Algeciras, estando entre ellos el teniente portuense. Si bien en sesión plenaria el gobierno municipal local estuvo dispuesto a atender la petición venida desde la ciudad del Puerto, lo cierto fue que al desconocer el lugar donde los cuerpos fueron enterrados no pudo cumplirse con tal deseo de complacer al también gaditano municipio.
Difícilmente comparable a la frustración de los liberales portuenses, se puede determinar la grave situación del buque austriaco en las cercanas aguas a la colonia británica. Jacuzzi, como máximo responsable del Joven Pesasto, procedió, según fue recogido textualmente... A dar aviso al cónsul de su nación en Gibraltar, y en aquella misma tarde se presentaron en el mismo sitio los encargados de las aseguradoras á tomar conocimiento, como ya lo habían hecho las autoridades de la Nación de España, y estas se opusieron á que el Cónsul de Gibraltar, que al día siguiente envió sus representantes, interviniese en el Naufragio manifestando que correspondía á ellas. Que el día dos fue informado de que los agentes de los aseguradores en Gibraltar habían venido hasta ésta Ciudad de Algeciras.
Al comienzo de la década de los cuarenta del decimonónico siglo, Algeciras contaba con un importante fondeadero como lo demuestra el ser punto de arribada, según la Sociedad de Navegación e Industria Barcelonesa de: "Los vapores españoles: Balear, Mercurio, Barcino y el Cid que vienen y regresan mensualmente haciendo escala en Algeciras, Málaga, Almería, Águilas, Cartagena, Alicante, Valencia, Barcelona y Marsella, para cuyos puntos reciben carga y pasajeros". Otro aspecto que demuestra la estratégica importancia del puerto y ciudad de Algeciras se encuentra en el número de países que contaban con representación en nuestra ciudad: Reino de Cerdeña y Francia, representados por don Francisco Blanco del Valle; Dinamarca por don Domingo Perrier; Estados Pontificios por don Joaquín Torné; Suecia, Noruega, Estados Unidos de América, Gran Bretaña y Grecia por don Jorge K. Glynn; Países Bajos por don Manuel Juliá; y Portugal, F.J. Machado. La representación diplomática más cercana de su país en suelo español a la que podía acudir el capitán Jacuzzi se encontraba en la capital de la provincia y en la persona de Marcos de la Machiavelli quién ejercía como cónsul general del Imperio Austriaco.
Si la urgencia del caso así lo demandara, el cumplidor capitán podría subir a bordo de los buques Sultán, Tagus o Iberia que procedentes de Southampton hacían escala en Gibraltar en dirección hacia Cádiz los días 3, 13 y 23 de cada mes; regresando los 5, 15 y 25 para cumplir con la engorrosa actividad administrativa especialmente para quién como él prefería las marejadas del océano por muy altas que fueran al siempre peligroso mar de fondo existente en los oscuros mares de tinta. Y así, mientras nuestro capitán se enfrentaba a la oposición mostrada por las autoridades de este lado de la bahía sobre la presencia en el asunto del "naufragio" de cualquier representación que no fuera la hispana, en la Algeciras que había recibido con recelo a los agentes gibraltareños acontecían otros hechos: "Fallecimiento del que fuera Comandante del presidio de la ciudad y teniente coronel del arma de Infantería, don Francisco Aparicio. El difunto estaba casado desde hacía 27 años con Dña. Josefa Pardo y era natural del pueblo de LLanes, sito en el Principado de Asturias. Hijos: Francisco, comandante de la Guardia Real de Infantería; Ildefonso, Manuel, Juan y José María, menores de edad. El funeral se celebró presidido por el presbítero don Francisco Pardo, mediante honras enteras y en el templo Mayor de la ciudad, asistiendo todas las primeras autoridades". Y así, mientras el Altísimo recibía el alma de quien había sido responsable de otras almas en el algecireño presidio, el sufrido capitán volvía a comprobar cómo -parafraseando a cierto galdosiano personaje-, los sucesos del mundo no estaban bien acordados con sus ideas.
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