A vista Del Águila

Tiempos modernos

  • El puerto sirvió como impulso para la tecnología y la modernidad en unos tiempos en los que Miguel Ángel Del Águila fue fotógrafo y testigo

Desembarcos de acero.

Desembarcos de acero. / archivo hijas de miguel ángel del águila

El mar siempre se ha convertido en uno de los más eficaces medios de comunicación. Desde el principio de los tiempos se han propagado a través de él las ideas, los afanes, la necesidad de adquirir aquello de lo que se carecía y la de vender aquello valioso con lo que se podía comerciar. A estas costas del extremo occidental del Mediterráneo arribaron naves desde la protohistoria que llevaban consigo los avances tecnológicos oportunos que hacían más seguras travesías que tenían poco de placenteras. El riesgo siempre ha hecho activar el intelecto y a lo largo de milenios, la evolución no ha cesado de arribar a unas orillas cada vez más habituadas al trasiego y a los tratos.

En los años en los que Miguel Ángel Del Águila paseaba con su cámara por los muelles de un puerto en expansión, tuvo lugar sobre los añejos adoquines y junto a los viejos noráis una sucesión de nuevos cambios anunciadores de la llegada de una modernidad que en la rada portuaria se asentó con la ubérrima fertilidad del más abonado de los sustratos. Frente a la Acera de la Marina desembarcaron novedosas mercancías, se alzaron gigantescas grúas y se introdujeron recursos tecnológicos sin los que hoy no podríamos entender nuestro mundo.

1. Desembarcos de acero

Corría el mes de abril de 1972. Apenas dos años antes, empresas siderúrgicas japonesas pactaron con bancos españoles la erección de una importante acería en las orillas de la bahía, al este de la desembocadura del Palmones. Una mañana de poniente largo, el fotógrafo tomó posiciones en el puerto para plasmar el desembarco de pesadas estructuras llegadas de apartados orientes con el objeto de ir conformando el nuevo complejo industrial destinado a fabricar acero inoxidable.

Fueron las grúas del propio mercante con acento nipón las que se encargaron de estibar enormes y pesados cajones sobre camiones cuyas cabinas aún destilaban añejos diseños. Sobre los sobrios adoquines y los paralelos raíles transita algún que otro operario, mientras una cohorte de espectadores contempla las operaciones: directivos con trajes de chaqueta; vigilantes con uniforme y gorra de plato; espectadores con chaleco y camisa de manga larga; paseantes con el sol de frente y las manos a la espalda ambientan una escena donde los protagonistas pasan desapercibidos. Bajo cascos blancos, con pantalones de tergal y brillantes zapatos acordonados, los encargados de la operación se esmeran en depositar la pesada carga sobre móviles plataformas de anchos neumáticos acostumbrados a circular por carreteras aún estrechas sin apenas control de gálibo.

El pórtico de las grúas. El pórtico de las grúas.

El pórtico de las grúas. / archivo hijas de miguel ángel del águila

2. El pórtico de las grúas

Hasta bien entrada la década de los setenta, el horizonte del puerto estuvo dominado por unas grúas que no habían perdido la condición de instrumentos que ayudaban a la estiba desde una perspectiva terrenal; tanto, que algunas se nominaron con apelativos que tenían en la más clásica mitología su titánica inspiración. En esta imagen tomada en el otoño de 1976 se observa al fondo un conjunto de tres de ellas que dibujaban el horizonte de muchas perspectivas de la infancia: con el aspecto de humanoides estructuras telescópicas, sus lacónicas cuatro patas confluían en una estrecha cintura piramidal sobre la que se alzaba una cabeza giratoria y un largo brazo con recurrentes movimientos de descarga. Aquel año dos nuevos artilugios vinieron a posarse sobre los muelles.

En 1970 se había instituido precisamente en Algeciras Sea-Land Ibérica, cuyo agente general para España era desde un año antes la Naviera del Odiel, fundada en Huelva a mediados de los cincuenta. Las iniciales y sus logos se encuentran hermanados en las nuevas grúas pórtico que se convirtieron en altivas referencias de la modernidad portuaria. Enormes y sólidas, alzaban su metálica estructura azul marino cobijando en inmensa proporción a los desmedidos portacontenedores que comenzaron a arribar a nuestros diques. Miguel Ángel Del Águila fotografió uno de los primeros, del que se depositaban cargas sobre camiones aparcados buscando la salida de unos muelles que no paraban de crecer.

Los primeros ordenadores. Los primeros ordenadores.

Los primeros ordenadores. / archivo hijas de miguel ángel del águila

3. Los primeros ordenadores

El puerto siempre ha sido motor de modernidad, no solo en sus propias instalaciones, sino en otras muchas directamente relacionadas con él. Desde mediados de los sesenta, en la Acera de la Marina se fueron asentando agencias de viajes al amparo del pujante tráfico de pasajeros. En la emblemática Touráfrica, entre el blanco mostrador y la cercana pared del fondo, donde lucían coloridas imágenes de paisajes holandeses, Roberto Ruiz mandó instalar uno de los primeros ordenadores de empresa que fueron utilizados por estos lares.

Habituados a la liviandad actual, el que fotografió Miguel Ángel Del Águila no poseía un tamaño precisamente reducido. Ocupaba todo el espacio disponible en el fondo de la oficina y sus líneas de modernidad tecnológica contrastaban con unas medidas que el tiempo se ha encargado de reducir hasta mínimos. Una diligente Mari Carmen Ruiz posa con el perfil de empleada eficaz ante un reluciente artefacto que entonces tenía valor de estatus. Con discreta camisa oscura de costuras fileteadas y flor bordada a máquina en el pecho; con claro jersey de cuello vuelto; con rubia melena y cardado de peluquería, unas manos prístinas dejan posar los dedos sobre un teclado que apenas recibe las caricias de unas muy cuidadas uñas bajo capas de esmalte rojo. La escueta pulsera de oro ni siquiera roza el contorno de la mesa y su mirada esquiva una pantalla que parece apagada. Fue el día del estreno de una máquina que acabó cambiando nuestras vidas, habituada ahora a adictivas pantallas continuamente encendidas.

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