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La España de los dos agostos

Dicen que septiembre es el nuevo agosto. Desde hace ya algunos años septiembre viene siendo el mes elegido por una gran cantidad de españoles para pasar sus vacaciones fuera del ajetreo de los meses más veraniegos como son julio y agosto. Sin embargo, el octavo mes del año sigue siendo el del despilfarro ocioso por excelencia. Con permiso de diciembre claro, que no lo contamos porque hay mucho de convención social y compromiso familiar en unos gastos que se siempre se nos van de las manos.

Y es que si hay algo peor que la cuesta de enero tras unas navidades de tirar la casa por la ventana es una vuelta al cole tras unas vacaciones de verano en primera línea de playa. Dos problemas del primer mundo separados por una brecha de solvencia económica que enfrenta de nuevo a las dos Españas. Por descartado queda que no se trata de un debate de hijos sí, hijos no. Hablamos de todas aquellas familias con hijos que cada agosto se enfrentan a situaciones radicalmente diferentes en función de su poder adquisitivo.

Al fin y al cabo, en navidad la tradición obliga a realizar un esfuerzo económico a pesar de las dificultades económicas. No obstante, el irse o no de vacaciones, ya sea a un lujoso complejo en Marbella, a un pequeño apartamento en la costa de Cádiz o a una casita rural baratita en Jaén es considerado por la sociedad como un capricho prescindible.

La destrucción de la clase media durante la crisis y la precarización de la clase trabajadora ha generado que el gastar los días de vacaciones por ley en vacaciones reales sea cada vez más un privilegio reservado para las familias más adineradas. El resto – aquí se encuentra la brecha – debe modificar sus planes teniendo el presupuesto familiar para la vuelta al cole. Esta situación hace que muchos tengan que elegir entre hacer malabarismos a base de contabilidad creativa y reciclaje de cara a septiembre y así poderse tomar un merecido descanso fuera de la rutina diaria, o renunciar a sus vacaciones con el fin de ahorrar para hacer frente a unos gastos escolares que cada año son más elevados.

Porque, aunque siempre haya pequeños trucos para que el desembolso sea lo menor posible, las mochilas no duran para siempre y los niños crecen y necesitan nueva ropa y uniformes. Por no hablar de que raro es el curso en el que la editorial de turno no cambie sus libros de texto y ya no sirva heredarlos del hermano mayor o comprarlos de segunda mano.

Por eso no es de extrañar que agosto sea uno de los meses donde más préstamos online se solicitan. Algunos para poder irse de vacaciones, otros para poder hacer frente al inminente nuevo curso académico e incluso los hay que los piden para ambas cosas.

En cualquiera de los casos, la brecha es evidente. Y aunque parezca una frivolidad endeudarse para irse de vacaciones, el trasfondo real detrás de esta problemática radica en una economía que obliga a millones de españoles a vivir al día renunciando a placeres que se han ganado con el sudor de un trabajo cuyo salario se torna insuficiente.