Rubén Pinar triunfa con dos caras bien distintas en Santander
El albacetense sale en hombros · Enrique Ponce y Manolo Sánchez, de vacío
GANADERÍA: Toros de Puerto de San Lorenzo, aceptablemente presentados y de poco juego. TOREROS: Enrique Ponce, silencio tras leve petición y gran ovación tras aviso. Manolo Sánchez, silencio tras aviso y silencio. Rubén Pinar, oreja tras aviso y oreja tras aviso. INCIDENCIAS: Plaza de Santander. Lleno.
El diestro Rubén Pinar cortó dos orejas, una de cada toro de su lote, con los que mostró dos caras notablemente diferentes, más liviano y poco estético en su primero, y valiente y muy de verdad en el que cerró plaza, en Santander. Pinar se encontró con el toro de la tarde, el tercero, con el que tardaría en acoplarse por aquello de la altura y la velocidad. Un toro con calidad, no obstante también con sus exigencias, pues había que llevarle a media altura y sin violentarle. Todo lo contrario de lo que Pinar hizo en los principios de faena. Demasiado encima y rápido en la interpretación, el animal perdió las manos el ocasiones, y fue el mismo temple del toro el que en un momento dado comenzó a marcar el ritmo de la faena. El buen ritmo final, todo hay que decirlo. Entró la espada a la primera, y aunque se demoró para atacar con el descabello, al final le dieron una oreja.
Redondeó su tarde Pinar en el sexto jugándosela con mucha seguridad y aplomo para cortarle la oreja a un toraco que reponía las embestidas.
Ponce, en maestro, dominador de una técnica infalible. El primer toro de la tarde, en sus manos, disimuló mejor los inconvenientes de los viajes inacabados. Muy buenos, por estética y mando, los muletazos genuflexos en la apertura de faena. No llegó lo suficiente a la gente. Lo bueno llegó en el otro. Abanto de salida, sin hacer caso a los capotes y viniéndose cruzado, tuvo su miga en los dos primeros tercios. Ponce la jugó en la muleta con raza y conocimiento, y sobre todo con ambición de figura del toreo. Dos faenas en una. Lástima que no acertara con la espada.
A Manolo Sánchez se le estropeó su primera faena cuando más y mejores esperanzas había de triunfo. Tenía carbón el toro, yendo y viniendo con prontitud y humillado. Toro, no obstante, mironcete en algún momento de la faena, que se lesionó la mano izquierda y ya no quiso el público que aquello continuara. Aún así persistió el vallisoletano, sacando algún muletazo al natural de muy buen aire. Tras el fallo a espadas el público no se pronunció. Con el quinto, sin terminar de entregarse, Manolo Sánchez lo intentó de mil maneras, pero siendo el toro topón y pegajoso, el empeño resultó inútil.
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