Historias de Tarifa

Bartolomé Porro (1677-1724), un personaje para la historia del Campo de Gibraltar

  • Bartolomé Porro, gobernador de Tarifa nombrado en abril de 1721, tuvo una vida corta pero intensa previo a su llegada al Campo de Gibraltar

  • Su intento de crear una nueva provincia fracasó

La ensenada de Bolonia y las ruinas de Baelo Claudia.

La ensenada de Bolonia y las ruinas de Baelo Claudia.

Bartolomé Porro tuvo una vida relativamente corta pero intensa. Fue mercader, militar, espía… En la década de 1720 pretendió crear una nueva provincia en el Campo de Gibraltar con colonos italianos. El caserío tarifeño llamado Casas de Porro, que cumple ahora los 300 años de su fundación, nos recuerda que este gaditano-finalino merece un lugar en la historia comarcal.

La inmigración ligur en Andalucía. Los Porro

El antiguo marquesado de Finale ‒región de Liguria, Italia‒ perteneció a la monarquía española desde 1602 hasta que, en el marco de la Guerra de Sucesión (1701-1714), fue cedido en 1706 al imperio austroalemán, que a su vez lo vendió a la república de Génova en 1713. Muchos finalinos se trasladaron a Andalucía desde los comienzos del siglo XVII, como es el caso de los Porro y otras familias notables de la nobleza mercantil. En realidad, los ligures, mayormente genoveses, habían estado llegando desde los tiempos de la Reconquista.

Bartolomé Porro nació en 1677 en Cádiz, siendo bautizado el 17 de octubre en la parroquia de Santa Cruz, sagrario de la catedral. Su padre, Vicente Porro (1653-1703), fue un afortunado hombre de negocios con título de nobleza, oriundo de Finale. Vino a España hacia 1668, estableciéndose inicialmente en Sevilla, y más tarde se avecindaría en Cádiz. Contrajo matrimonio en 1676 con Cipriana Antonia del Río, de Sanlúcar de Barrameda, que concibió tres hijos: Bartolomé, Feliciana y Juana. Enviudó y en 1692 celebró nuevas nupcias con Catalina Nicolasa de León, que le dio otros tres vástagos: Tomasa, María y Juan Francisco.

2 Vicente Bacallar y Sanna, marqués de San Felipe (1669-1726). Diplomático, historiador, escritor. Apoyó a Porro y su proyecto repoblador 2 Vicente Bacallar y Sanna, marqués de San Felipe (1669-1726). Diplomático, historiador, escritor. Apoyó a Porro y su proyecto repoblador

2 Vicente Bacallar y Sanna, marqués de San Felipe (1669-1726). Diplomático, historiador, escritor. Apoyó a Porro y su proyecto repoblador

Vicente Porro viajó a Nueva España (Méjico) como mercader y factor en las flotas americanas. En el Archivo General de Indias (Sevilla) existen diversos expedientes sobre los Porro relacionados con estas importantes actividades comerciales con el Nuevo Mundo. Así, uno de 1687 y otro de 1689 contienen información de la Casa de Contratación sobre Vicente Porro con objeto de concederle la “licencia de pasajero a Indias”, necesaria para los solteros, ya que en esos años era viudo.

Como primogénito, Bartolomé detentaría el mayorazgo una vez fallecido su padre en 1703, en Chiclana, haciéndose cargo de los negocios familiares. Su hermano pequeño, Juan Francisco, tomaría luego el relevo. Este también ejerció el comercio con Nueva España, adonde viajó con mercaderías al menos una vez, en el verano de 1725.

Aunque Bartolomé declararía tener esposa en Finale, no consta que esta viniera a España, ni que al morir Porro dejase viuda o que tuviera hijos que le sucedieran. También resulta dudoso que realmente estuviese casado por el hecho de que, justo antes de fallecer, el 13 de marzo de 1724, nombró a su hermana Feliciana como su albacea y heredera.

Trayectoria militar y profesional de Bartolomé Porro

Su dedicación a los negocios se vería truncada por el estallido de la guerra de sucesión al trono español en 1701 entre Felipe de Borbón y el pretendiente austriaco Carlos de Habsburgo. Esta eventualidad le llevaría a alistarse en el ejército borbónico, desempeñando sucesivamente los empleos de capitán, sargento mayor, sargento de brigada y, por último, coronel, contando aún con veinte y pocos años. No conocemos sus destinos concretos, siempre en guerra viva, pero al parecer participó en batallas libradas al menos hasta 1707. El embajador de España en Génova aseguraba en 1719 que Porro “ha servido en las más sangrientas ocasiones de la guerra pasada”. Es muy probable que luchara contra los aliados en su intento de tomar Cádiz en agosto de 1702, así como en el asedio a Gibraltar entre septiembre de 1704 y mayo de 1705. También es presumible que participase en la decisiva batalla de Almansa en abril de 1707.

Inopinadamente, en plena contienda sucesoria obtuvo permiso para abandonar el ejército por motivos que nos son desconocidos. Quizás fuese debido a que, con la muerte de su padre, Bartolomé quedaba como cabeza de familia. El caso es que se licenció, renunciando a una carrera militar que ya era brillante siendo todavía un veinteañero.

Pensando en tomarse un tiempo de retiro, decidió trasladarse a Finale, donde poseía casa y tenía parientes. Sería el año 1707 cuando se encaminó hacia las costas de Levante, que entonces dominaban en gran parte las fuerzas aliadas contra Felipe V, formadas por ingleses, portugueses y holandeses.

Firma de Bartolomé Porro en las actas capitulares de Tarifa en 1721. Firma de Bartolomé Porro en las actas capitulares de Tarifa en 1721.

Firma de Bartolomé Porro en las actas capitulares de Tarifa en 1721.

Por poco no pierde la vida en más de una ocasión en ese accidentado viaje. Fue apresado en Alicante por partidarios del archiduque Carlos, y a punto estuvo de ser arcabuceado por un regimiento de Portugal, que lo culpaba de haber conquistado una plaza fuerte y ordenado ejecutar a su gobernador portugués. Este hecho aconteció realmente, pero la orden de ejecución había partido del marqués de Villadarias, capitán general de Valencia, y se debió a que dicho gobernador había amenazado con volarse con pólvora antes que rendirse. Bartolomé escapó de aquella anunciada muerte por arcabuz gracias a la amistad que el gobernador austracista de Alicante había mantenido con su padre.

Sin embargo, Porro no quedó en libertad, sino que fue embarcado en unos navíos ingleses para su traslado a Barcelona, donde permaneció encarcelado durante algunos meses. Para escapar de aquella penosa situación recurrió al soborno, además de prometer el cumplimento de ciertas condiciones que tendrían que ver con la prestación de fidelidad al archiduque. Luego declararía que nunca había pensado cumplir tal promesa, y que se había comprometido solo para conseguir la ansiada liberación y por preservar su cuantioso patrimonio en el Finale, entonces bajo el dominio imperial.

Por medio de un cuñado que estudiaba en Roma, relató al duque de Uceda ‒virrey de Sicilia‒ su desafortunada aventura y el propósito de incumplir lo acordado con los austracistas. Por desgracia, resultó que el de Uceda se entendía con el enemigo, que, siendo advertido, apresó a Porro por segunda vez. El agravante de reincidencia conllevó su inmediata sentencia a muerte. Estuvo diez meses y diez días en prisión incomunicada en unas condiciones deplorables, a consecuencia de lo cual enfermó hasta presentir que se acercaba su propio final. Él mismo confesaría más tarde que estos avatares le hicieron envejecer prematuramente, tornándose su cabello canoso antes de haber cumplido los treinta años.

Su estancia en Finale

Bartolomé Porro superó todas las adversidades a cambio de repartir donativos y regalos, manejándose con tal maestría que con el tiempo los austracistas lo consideraron persona de confianza. Su innegable talento, habilidad diplomática y elevada posición social ‒una de las familias más nobles de Finale‒, le permitieron relacionarse en las altas esferas del poder. Llegó a mantener estrecha amistad y correspondencia con ministros y generales imperiales.

Al parecer, Carlos de Habsburgo, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico desde 1711, le ofreció honores, dignidades y beneficios económicos. Entre otros, se le propuso la graduación de general de batalla, el cargo de superintendente general de Milán o bien la dirección de su Tesorería General, el puesto de embajador del imperio en Génova, e incluso algún título nobiliario con su feudo territorial. Todo fue rechazado por Porro, que prefirió permanecer fiel a Felipe V, al que consideraba su rey legítimo. De hecho, ardía en deseos de liberar el Finale del yugo de alemanes y genoveses, por los que sentía una mal disimulada ojeriza. Su hermano pequeño, Juan, fue igualmente tentado por los imperiales, que le brindaron capitanear una compañía de caballos, que tampoco aceptó.

Detalle de plano del Campo de Gibraltar a comienzos del siglo XIX. Detalle de plano del Campo de Gibraltar a comienzos del siglo XIX.

Detalle de plano del Campo de Gibraltar a comienzos del siglo XIX.

En el contexto de tensas relaciones entre Borbones y austroalemanes ocurrió un lance relacionado con el espionaje a que se sometían mutuamente, y en el cual fue protagonista nuestro personaje. Porro ejerció como una especie de agente doble, poniéndose aparentemente a las órdenes del imperio, pero con miras a servir en realidad a la monarquía hispana.

En 1717 se sospechaba de una insurrección en Finale y en Nápoles a favor de España. Gracias a sus buenos contactos, Porro obtuvo valiosa información acerca de un plan austracista para tomar por sorpresa la ciudadela de Mesina (Sicilia). De sus detalles dio puntual noticia al embajador de España en Génova, Vicente Bacallar y Sanna, marqués de San Felipe, escritor insigne, que luego aludiría a estos episodios en sus Comentarios a la Guerra de España desde el principio del reinado de Felipe V hasta la paz general del año 1725.

En tal escenario, Felipe V despachó al agente napolitano Julio César de Santis, llamado Searpalegia, con cartas para entregar en Nápoles a los pro españoles. Salió de España pasando por Francia y Finale, que por entonces ya pertenecía a Génova. Enteradas las autoridades de Viena, enviaron a varios oficiales a Finale para que, a las órdenes de Porro, apresaran y retuvieran en casa de este al dicho Searpalegia, o bien matarlo y arrebatarle las cartas. Porro aceptó esta misión, pero pensando en servir a Felipe V. Avisado de la fecha de llegada del agente, no lo notificó al cónsul imperial, José Loyola. Para ese preciso día, Porro organizó una fiesta a la que convidó al cónsul y a los oficiales encargados de este asunto. Así los entretuvo en su casa hasta la madrugada a fin de que no tuvieran conocimiento de la llegada de Searpalegia. En la mañana siguiente, el mismo Porro les informó de que ya había pasado, y también de lo inútil que sería intentar darle alcance.

La “idea fantástica” de Porro

Sería entonces cuando Porro fraguó la idea de fundar una nueva provincia Final, acaso debido a que los finalinos no aceptaban de buen grado su dependencia de Génova. Volvió a España hacia comienzos de 1719, posiblemente en enero, desembarcando en Barcelona. Aquí alquiló un carruaje con su cochero que estuvo utilizando durante todo un año para sus desplazamientos.

Porro traía carta de recomendación del marqués de San Felipe para entregar al cardenal Alberoni, todopoderoso primer ministro, a quien ponía en antecedentes: “si lo oyere [a Porro] despacio oirá muchas cosas importantes al real servicio”. Fue oído y consiguió el permiso real a fin de buscar ubicación en Andalucía para sus nuevas poblaciones.

Tal vez viniese de Italia ya con la mira puesta en la zona del estrecho de Gibraltar. En 1719 recopiló información del estado jurídico, económico, social, etc., de estas tierras. Y en abril de 1720 presentó al rey sus “Condiciones” para la creación de la nueva provincia de El Final de Algeciras en terrenos de realengo de San Roque, Tarifa y pueblos colindantes.

Habiendo sido nombrado mariscal de campo, entró en Andalucía el 28 de octubre de 1720 con el fin de levantar las nuevas poblaciones. Tras una estancia en Jerez de la Frontera, tomó posesión como gobernador de Tarifa en abril de 1721. Empezó a construir en Bolonia, pero tardó muy poco en abandonarlo para fundar en la ensenada de Valdevaqueros el caserío llamado luego Casas de Porro, que tampoco se llegó a terminar. Las oligarquías locales y la casa ducal de Medinaceli impidieron el éxito de la empresa.

En 1723, Porro otorgó poderes para su defensa judicial a José Fochl, capellán de honor de Felipe V (AHDPCA). En 1723, Porro otorgó poderes para su defensa judicial a José Fochl, capellán de honor de Felipe V (AHDPCA).

En 1723, Porro otorgó poderes para su defensa judicial a José Fochl, capellán de honor de Felipe V (AHDPCA).

Las denuncias en contra de su proyecto y de sus prácticas como corregidor tarifeño dieron como resultado su encarcelamiento en enero de 1723. Entonces, otorgó poderes a José Fochl, capellán de honor de Felipe V, para que “me ayude y defienda en todos mis pleitos, causas y negocios civiles y criminales”. Finalmente, sus bienes fueron embargados para hacer frente a las muchas deudas contraídas en Tarifa.

A pesar de que apenas pudo comenzar su extraordinario plan repoblador, por el fuerte rechazo de los terratenientes, Bartolomé Porro es un protagonista de la historia del Campo de Gibraltar. Se cumplen trescientos años de aquellos hechos. Ya es hora de rescatarlo del olvido.

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