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El buen trabajo de un pueblo especial

  • La Residencia Municipal de San Roque, que gestiona la empresa Clece, ha sido capaz de aglutinar el esfuerzo de trabajadores y Ayuntamiento para proteger del virus a los “abuelos”

Clece realiza tests víricos en la residencia de forma periódica.

Clece realiza tests víricos en la residencia de forma periódica.

Siempre que las cartas vienen mal dadas, como en este 2020 tan malo para todos, se abren espacios a la esperanza porque, también siempre, aparece gente especial. Gente que hace ciudades, barrios o pueblos especiales. Y construyen búnkeres, hechos a base de solidaridad, de buena gestión, de excelencia profesional, de trabajo, de talento o de imaginación al servicio de los demás. Gente como la del equipo que conforma la Residencia Municipal de San Roque, que cuando se topó, como todos, con la compleja situación que trajo la crisis sanitaria allá por el mes de marzo, una única idea se apoderó de todos: hay que proteger a “nuestros abuelitos” -como les gusta decirles por allí a sus usuarios- con todos los medios al alcance.

Aunque no siempre es posible contar con todos los medios, más cuando la mejor iniciativa posible (que a la postre se ha demostrado la más eficaz) no era precisamente económica. Aún así se pusieron en marcha y consiguieron lo imposible: multiplicarse por dos. Aprovechando las dos alturas con que cuentan las instalaciones, situadas en el antiguo Hospital Militar de San Roque, se dividió en dos grupos a los usuarios y se organizó toda la infraestructura para disponer de una residencia con todos los servicios en cada una de las plantas. Salas de estar, comedores, pasillos, áreas de descanso y paseo, habitaciones... Cada una de las plantas del centro se ha convertido en una residencia totalmente in-dependiente en la que ni usuarios, ni cuidadores ni el resto de trabajadores se mezclan. “Desde el principio pensamos que debíamos minimizar los contactos y que esta era la mejor manera”, recuerda Julia Armario, jefa de Servicio de Clece en Cádiz. “En la mayoría de residencias es imposible hacerlo por las propias condiciones de las instalaciones, y por supuesto también por el sobrecoste que supone”. Es evidente: convertir una residencia en dos supone duplicarlo prácticamente todo. Por ejemplo, los 29 trabajadores habituales de la residencia han pasado a ser más de cincuenta. Se han duplicado los servicios de comida, los de paseo, los de vigilancia, las actividades… Sin embargo, la residencia tiene la suerte de estar en uno de esos lugares especiales, en San Roque: la colaboración del Ayuntamiento de la localidad, que ha aportado recursos económicos imprescindibles, como dice, rotunda, Julia Armario: “Sin el Ayuntamiento hubiera sido casi imposible hacer lo que hemos hecho”, gracias a “una implicación que no había visto nunca en ningún otro sitio” y que ha conseguido que, a día de hoy aún no haya habido un solo caso de coronavirus en el centro y que, si lo hubiera, su impacto se vería reducido, como mínimo, a la mitad.

Para aumentar al máximo posible la seguridad de sus trabajadores y, por extensión, de los usuarios, Clece lleva desde el principio de la pandemia facilitando a sus trabajadores todo tipo de equipos de prevención (mascarillas FFP2, monos biológicos, guantes, tests periódicos para un mayor control -se han hecho más de 100 en esta residencia hasta la fecha-, etc.), además del importante aporte de personal para que puedan llevarse a cabo todas las medidas de seguridad que se han implementado en la residencia municipal, y que han supuesto “un cambio brutal en la organización y en el trabajo diario” de un equipo de trabajadores que, dice Julia Armario, “se han implicado y han respondido de una forma increíble haciendo lo mejor para sus ‘abuelos’. También -destaca la jefa de Servicio de Clece en Cádiz- es muy gratificante el compromiso municipal con la residencia y con sus mayores” que, además de la imprescindible aportación económica, se manifiesta en un contacto diario con los responsables del centro: “Están pendientes de todo lo que se necesita”. Pero los protocolos de seguridad en la Residencia Municipal de San Roque van más allá de la segmentación del centro. Por ejemplo, la trabajadora encargada de acompañarlos en los paseos está contratada al efecto y nunca entra en contacto con el resto de la residencia, lo mismo que ocurre con los proveedores que acceden al recinto, que deben seguir previamente un estricto protocolo de limpieza y desinfección para dejar los materiales, que también se higienizan. Como asegura Patricia Pérez, directora de la residencia, “todo el trabajo está orientado a la protección, a prevenir, y con esa idea estamos tomando todas las decisiones, que son complejas y costosas pero con las que estamos muy satisfechos” gracias, especialmente, a la ayuda municipal, no en vano “sin el Ayuntamiento sería imposible conseguir ni el personal ni el material que usamos diariamente”.

La situación, claro está, no es fácil para quienes viven el día a día en la residencia: “Es verdad que estamos todos muy fatigados”, dice Patricia Pérez, “cansados porque no se trabaja con comodidad ni como nos gustaría”. También ha habido “tensión y miedo constante” al principio, pero ya “se ven mejores caras, todos lo llevamos mejor y los trabajadores siguen fuertes ahí, al pie del cañón” porque allí, en San Roque, la gente es especial.