Tribuna

jaime batlle

Quijote-Sánchez, Sancho-Albares

Esta vez Sánchez se ha pasado y se ha superado a sí mismo. Usar la tragedia ajena como coartada para manipular carencias internas es execrable

Quijote-Sánchez, Sancho-Albares

Quijote-Sánchez, Sancho-Albares / rosell

La política española ha entrado en un escenario cuya imagen es ciertamente patética, digna de un museo del humor en el que nuestros políticos asumen el rol de cómicos cuya realidad supera cualquier ficción. Es ciertamente divertido observar la idiotez en grado sumo, sobre todo en el momento en que el idiota deja de percibir la realidad y cruza la roja línea que separa la idioconsciencia para ascender a lo patético. Es decir, deja de ser consciente de que los demás se están riendo de él. A ese escenario se llega tras mirarse al espejo imaginario de lo que uno se considera y tras una conclusión invencible de las capacidades propias, se lanza al galope y sin pudor hacia una realidad, cuyos actos en el tránsito hacia la misma resultan patéticos en sí mismos, porque ha desaparecido toda pulcritud y decoro en las formas.

Cervantes supo verlo magistralmente, siendo de hecho El Quijote una obra humorística, porque su protagonista afrontaba la realidad para un interés noble –desfacer entuertos– desde una visión en sí misma deformada, que denominamos locura.

Cuando no se trata de “desfacer entuertos” el galope sin pudor hacia la realidad desde una visión narcisista y desbordante de sí mismo obedece a intereses propios. Al autor Kent de la cabalgada se le otorga un punto de maldad que evita el patetismo de lo cómico, como antesala de que los demás se rían de ti. “Malvado con provecho es mejor que tonto, objeto de risa ajena”. Esta frase está impregnada de cultura española hasta las trancas.

Viene todo esto al hilo del empeño de nuestro quijotesco presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en convencer a propios y extraños sobre el reconocimiento del Estado Palestino, y su Sancho Panza particular, Albares, nuestro pagado de sí mismo ministro de Asuntos Exteriores, a quien Quijote-Sánchez ha enviado nada más y nada menos que a la ONU, a Nueva York.

Sancho Panza en la ficción tenía el pase de ser el contrapunto a la locura quijotesca. El Sancho de la realidad, Albares, tan pagado de sí mismo como escudero leal de su Quijote, no se corta un pelo y con españolas maneras y sin despeinarse, suelta en prime time a la hora del Telediario, que es preciso para resolver el conflicto reconocer al Estado Palestino para sustanciar el modelo de dos Estados como medio para superar la tragedia de Oriente Próximo. !Magia Potagia!

Los españoles vamos a tener que plantearnos pasar por el psiquiatra, para trabajarnos la capacidad de no perder el contacto con la realidad y, lo más importante, no abandonar el estado normal y cuerdo, cosa que en Españylandia es cada vez más difícil.

Ver al ministro Albares en la ONU, NYC, pagado de sí mismo, diciendo tonterías de categoría mundial sobre la solución a la tragedia Palestina, resulta cómico.

La diferencia entre el Quijote-Sancho de la ficción y el dúo Sanchez-Albares de la realidad, es que en la ficción, Quijote acompaña a Sancho en todo momento y ambos construyen el universo contradictorio y en cierta medida absurdo de la historia. En los de la realidad, Quijote-Sánchez envía como escudero a Sancho-Albares a la ONU, para que las bofetadas de la risa ajena caigan sobre él, de lo que se deduce que Quijote-Sánchez, en realidad, no es tan falto de cordura como de maldad, que aparece descarnada cuando sobre las fotos que ganan premios, porque nos muestran las imágenes de la tragedia sublime, sobre esa ruina moral, hace Sánchez de su necesidad virtud –asuntos internos– enviando a Panza-Albares como coartada a la ONU a defender una idiotez, que las mentes más preclaras de la política mundial han intentado resolver durante 80 años sin resultado.

Esta vez Sánchez se ha pasado y se ha superado a sí mismo. Usar la tragedia ajena como coartada para manipular carencias internas es execrable. Mandar al feo a que se rían de él, para desviar el foco en la coartada, es un acto cruel y de claro mobbing. Que el feo se lo crea, es de traca.

La escena es antológica, una oda al humor. Sabemos que la realidad supera a la ficción, lo que no sabemos es hasta qué punto. Observar a estos dos tipos es realmente sublime. Y si es preciso visitar al psiquiatra, por una sola razón: para no abandonar la posición de privilegio que da una mínima señal de inteligencia que nos permita seguir asistiendo al espectáculo, antes de que Quijote-Sánchez dé con la pócima que nos idiotice a todos y nos perdamos el espectáculo.

Menos mal que Quijote-Sánchez no pinta nada en la escena internacional y que Sancho-Albares es un simple bufón de feria. Después de lo de la ONU, vienen los catalanes. A ver cómo le ponemos a la función.

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