El fuego y la bronca

La esquina

16 de agosto 2025 - 03:05

Como en la puerta del Infierno de Dante: Abandonad toda esperanza quienes entráis aquí. Abandonad los que estáis aquí, en España, sufriendo los estragos del fuego, toda esperanza de que la política ayude a aliviar el sufrimiento de tantos españoles y a combatir tanta devastación.

Sobre el problema de los incendios forestales de cada verano hay unas cuantas verdades elementales: que proliferan y se agravan después de primaveras lluviosas y olas de calor cada vez más intensas, duraderas y frecuentes, que son potenciados por el cambio climático y detonados por pirómanos y negligentes y que estamos objetivamente mal posicionados porque más de un tercio del territorio nacional son bosques (terceros en la Unión Europea).

Luego hay otras verdades más molestas y dependientes de la voluntad humana. Se podrían cambiar y se deberían cambiar. Por ejemplo, es conocido que la mejor política contra el incendio forestal es la que se hace antes del incendio forestal. Cuando se limpia y desbroza el bosque antes del estío. Es un hecho –lamentable– que los presupuestos públicos para estas imprescindibles tareas de prevención se han reducido en los últimos quince años. Se invierte más en extinción, en apagar lo que se quema, que en impedir, u obstaculizar, que se queme. Otra verdad incómoda: pese a la experiencia acumulada en la gestión de esta plaga trágica y al esfuerzo y sacrificio, a veces heroico, de bomberos forestales, militares, voluntarios y vecinos, los medios puestos a su disposición por las comunidades autónomas responsables continúan siendo insuficientes y las condiciones de trabajo precarias. En demasiadas ocasiones se está arriesgando la vida por el salario mínimo.

Si hay algún asunto colectivo que exige colaboración entre Gobierno, autonomías y ayuntamientos, ése es la lucha contra los incendios forestales. Y bien que se presta a ello porque ahí no caben diferencias ideológicas ni estrategias políticas: el fuego no entiende de ideologías ni de partidos, hay que apagarlo independientemente de que los causantes y las víctimas sean de derechas o de izquierdas. No hay políticas progresistas o conservadoras para combatirlo.

Pero abandonemos toda esperanza. Lo que estamos viendo y oyendo con origen en la maleza política no es colaboración y ayuda, sino crispación, polarización, agresividad y atribución mutua de culpabilidades. Lo de siempre, vamos, pero agravado por afectar a un problema al que le sienta fatal cualquier enfoque partidista. Como en otras ocasiones, el ministro de Transportes, Óscar Puente, ha sido el iniciador de las hostilidades, centrando sus sarcasmos y lanzas en los presidentes populares de Andalucía y Castilla y León (no casualmente: son donde habrá elecciones más pronto). En eso es el puto amo, hay que reconocerlo. Y un gran malversador de fondos públicos: le pagamos su sueldo para arreglar trenes y carreteras y él emplea su tiempo en tuitear contra el enemigo. El PP le ha hecho la réplica en el mismo tono y los españoles han desistido ya de esperar de sus políticos algo distinto.

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