Campo Chico

Alberto Pérez de Vargas

Recortes de prensa

No diría que es ésta la única vez que he hecho de “negro”, pero seguramente es la más satisfactoria

Ojeando un viejo y entrañable periódico, El Correo de Andalucía, me topé con un llamamiento que hacen “los pueblos de la ruta de Blas Infante”. Como todas las rutas que en el mundo son, la de Blas Infante tiene que ver con él, pero en algunos puntos y tramos no creo que nuestro ascendiente regional consumiera mucho de su tiempo. Acudo a El Correo siempre con una pequeña carga de nostalgia. Que tiene que ver con lo que significó en el tardofranquismo y en la Transición, y con el recuerdo de aquel gran periodista y sacerdote que fue su director en unos cuantos de aquellos años, José María Javierre; un aragonés de Huesca que sirvió generosamente a Andalucía. Lo fundó, nada menos, que el cardenal Marcelo Espínola en 1899 y es, como era de suponer, el decano de la prensa sevillana. Con ese nombre hay un precedente en Andalucía: existió un periódico con esa cabecera en Málaga entre 1851 y 1893.

No obstante, como todos debiéramos saber, el decano de la prensa andaluza es el Diario de Cádiz, nacido en 1867, por obra y gracia de Federico Joly Velasco; santo y seña y buque insignia de esa formidable flota a la que pertenece nuestro Europa Sur. Una anécdota personal me une sentimentalmente al Correo de Andalucía. No diría que es la única vez que he hecho de “negro”, pero seguramente es la más satisfactoria, por cuanto hay tanto ligado a esa pequeña historia que desvelo por primera vez en abierto. Escribí en ese diario sevillano algunas crónicas de flamenco para que las firmara como corresponsal el gran Pepe Vallecillo. Él no se animaba a hacerlo porque el flamenco no estaba entre sus pasiones y la ocasión lo imponía. Eran las primeras noches de la Sociedad del Cante Grande, allá en la cuesta algecireña de la calle larga (Cristóbal Colón) y en los años setenta del siglo pasado de nuestra Era. Antonio Rubio fue el fundador de esa entrañable sociedad junto a sus compadres, mi hermano Ignacio y Juan Guerrero Soriano, Miguel Lozano Tello y otros notables especialitos. Antonio popularizó entonces el “Ole quien sabe escuchá”, que repetía en inglés, cuando en los calores del primer verano, con el local atestado de fieles, algunos guiris se paraban a parlotear en la entrada.

El cardenal Espínola, una brillantísima vocación tardía, a propósito de El Correo y a modo de una declaración de intenciones, diría: "Ni un solo trabajo, ni una sola línea, ni una sola letra de las que en él se publiquen dejen de encaminarse a la defensa de la verdad y de la justicia". Que así sea para todos.

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