La otra mirada

Jose Luis Tobalina

Herencias

HAY algo perturbador en las herencias. Hasta en las familias aparentemente bien avenidas se produce una especie de nerviosismo cuando, fallecido el pariente, se inicia el proceso de reparto de sus bienes. Lo que aparentemente antes era concordia, amistosas cenas de Navidad y unión a raudales, se transforma como por arte de magia en una caja de Pandora de la que pueden surgir rayos, truenos, sapos, culebras y los más bajos instintos que puede llegar a tener el ser humano. Rara es la herencia que deja contentos a todos los que tienen derecho a ella. Y es así porque las personas, lo que en el fondo buscan, desgraciadamente, es tener cada día más: más dinero, más posesiones y, sobre todo, más poder. Ejemplos de estos cruentos repartos los hay a raudales. Conozco algunos que han acabado con familias enteras rotas por completo, hermanos que no se hablan, padres e hijos definitivamente separados y demás circunstancias familiares. Siempre me ha parecido patético y como de película.

Estas circunstancias incluso se pueden empeorar y lo hacen cuando la persona que va a dejar algo en herencia se encuentra gravemente enfermo y su desaparición física es más o menos inminente. Medrar para obtener el máximo beneficio cuando esa persona aún continúa en este mundo me parece amoral. Cuando todos debieran estar pendientes de sus deseos antes de emprender el viaje definitivo, hay muchos que, por lo bajini, como quien no quiere la cosa, van removiendo los terrenos en busca de que finalmente les rente. Los parientes próximos, como si de un cuento de la lechera se tratara, van haciendo sus cábalas de cara al futuro sin pensar que el cántaro puede llegar a romperse. No hay que olvidar que el dueño de la herencia tiene la última palabra. Y esas cábalas no incluyen, por supuesto, tener en cuenta a los demás y, mucho menos al que finalmente será finado. También he visto y veo muchos ejemplos de esto a mi alrededor casi todos los días.

En realidad, la gente debería pensar que la mejor herencia que alguien puede dejarnos no tiene nada que ver con lo material. Puestos a elegir, siempre prefiero pensar que voy a heredar la fortaleza de mi madre o la inteligencia de mi padre. Lo demás no me va a importar cuando, espero que dentro de mucho tiempo, me falten. Pero a la gente no, a la gente, insisto, le va más lo material sin pararse a pensar en el daño que se puede hacer a una persona o a su memoria. Me parece absolutamente amoral, insisto, y me da igual que lo que se vaya a heredar sea un collar de perlas, una chaqueta vieja, 100 millones de euros o una Alcaldía.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios