Un chaval normal y corriente vio zarandeada su vida de un día para otro y de repente decidió convertirse en un superhéroe. En uno de carne y hueso, no de los que nos venden Marvel o DC enfundados en trajes irrompibles. Eligió el camino más duro, el más pedregoso y empinado en una situación en la que la mayoría acaba por arrojar la toalla, por plegarse a las condiciones sin relatar. Este chico, sin quererlo, contribuyó a cambiar el mundo, al menos un pedacito de su mundo y del nuestro. Sacó fuerzas de no se sabe dónde para hablarnos de la importancia de donar médula, de una pequeña generosidad que puede obrar grandes milagros. Dedicó su tiempo a dar ejemplo hasta el último aliento. Por eso, si alguna vez alguien me vuelve a preguntar qué puede hacer una sola persona para intentar cambiar la realidad de esta vida perra, permítanme que les cuente la historia de Pablo Ráez. Siempre fuerte.

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