Análisis

carmen pérez

Universidad de Sevilla

Malevich, y el dilema monetario

La Real Academia Española define dilema como aquella situación difícil o comprometida en que hay varias posibilidades de actuación y no se sabe cuál de ellas escoger. Así, en un dilema, se encuentran los bancos centrales respecto a cómo proceder con las monedas digitales soberanas. De la forma de resolverlo dependerá la configuración de un nuevo mundo financiero. Es un momento innovador puro, como el que plantea el suprematista ruso Kasemir Malevich en su cuadro Cuadrado blanco sobre fondo blanco.

La revolución digital que estamos viviendo ha conllevado la creación de miles de criptomonedas. Algunas, como el bitcoin, no se apoyan en monedas soberanas; otras, las stablecoins, vienen respaldadas por una o por una cesta de ellas. Todas representan una amenaza a la primacía del dinero público y los bancos centrales no van a dejar que se le suban a la chepa. La respuesta a estas iniciativas es clara: crear sus propias monedas digitales. Ya está funcionando el e-yuan, y la digitalización del dólar, el euro y el resto de monedas estatales está en marcha.

Pero para desarrollar este cambio los bancos centrales se encuentran con un escollo de enorme envergadura: la banca. Si abrazaran al completo la oportunidad que ofrece la moneda virtual soberana, creándola no sólo para que sirva para los pagos minoristas -del día a día- sino que posibilite que el ciudadano mantenga cuentas en el banco central, los bancos privados estarían perdidos. Sería el ideal de todos, tener los billetes directamente -ni en el banco ni en el colchón- aparcados allí con todas las garantías. En ese caso, el dinero se desplazaría hacia ese sitio seguro y el negocio de intermediación de la banca se acabaría de un plumazo.

Y en esa tesitura se encuentran los bancos centrales. Si no dan un paso adelante y no se adaptan a su tiempo, le darían alas al dinero privado, con todas sus consecuencias, entre otras, el descontrol fiscal y, en general, de toda la economía. Y no sólo por esta razón, es tarea de ellos facilitar, mejorar y abaratar los medios de pagos, objetivos que indudablemente se alcanzan si el dinero se mueve digitalmente.

Sin embargo, de implantarlo de forma radical, la inestabilidad financiera que podría provocarse sería tremenda, porque las economías están en mayor o menor grado sustentadas por la banca. Una banca -un lobby de impresionante poder- que estará ejerciendo toda la presión para salvar su negocio. Pero la banca está también en un dilema, porque sabe que el auge del dinero privado significa perder el control de las tuberías por donde circula el dinero, que ahora les pertenecen.

Tendrá que adoptarse una solución de compromiso para abordarlo sin provocar un caos financiero, seguramente introduciéndolo de forma limitada y por fases. Como en el cuadro de Malevich no hay ninguna forma dibujada para que pueda ser cualquier cosa. Ese cuadrado interior -el hombre- que con su ligera inclinación respecto al cuadrado que lo enmarca -la estabilidad- refleja su libertad de movimiento. El blanco es color de vida, de posibilidades por realizar, símbolo de renacimiento. Esperemos que lo que se alumbre sea un sistema monetario y financiero más perfectos.

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