Cultura

Al servicio de su gabacha estupidez

Versión paródica francesa del famoso agente secreto británico 007 de Ian Fleming, Hubert Bonisseur de la Bath, también conocido como agente OSS 117, nacía como personaje de ficción para la gran pantalla en 1956, antes incluso que James Bond, año en el que Jean Sacha dirigió sus primeras aventuras de espionaje en OSS 117 n'est pas morte. A aquella primera cinta le seguiría una secuela de mayor éxito dirigida por André Hunebelle, especialista en películas de espadachines y acción, que se hizo cargo de OSS 117 se déchaîne (1963) y de nuevas entregas de la serie, que prolongó su éxito popular hasta comienzos de los años setenta.

Casi cuarenta años más tarde, en el furor de la nostalgia retro-lounge y con la distancia paródica acrecentada y alimentada por el discurso políticamente incorrecto de la multiculturalidad, aquel agente patoso, de sexualidad ambigua y orgullosamente ignorante regresa con pulcra producción de serie A de la mano de Michel Hazanavicius y en la piel del popular actor cómico Jean Dujardin, y lo hace para correrse una aventura tontorrona ambientada en la ciudad de El Cairo en plenos años cincuenta, época de esplendor de ese espionaje internacional de pacotilla que es ridiculizado aquí sin otro ánimo que el de entretener al personal.

El problema, me temo, es que el espectador español, poco conocedor y menos aún seguidor de la serie original, encontrará, tal vez como este cronista, que el muy gabacho agente OSS 117 carece de esa gracia transnacional que pueda hacer de sus andanzas, ya decimos, caricaturescas e incorrectas hasta la extenuación, un elemento de interés cómico más abajo de los Pirineos. O poniéndolo en otras palabras, de la misma forma que parece dudoso que el público francés le ría las gracietas a nuestro casposo Torrente o a nuestros Mortadelo y Filemón, se me antoja complicado que los espectadores españoles cojan los chistes y guiños, muchos de ellos excesivamente locales y referentes a la Francia colonial y gaullista, que se dejan caer entre escenas de puro slapstick, señoritas de buen ver y comicidad blanca de esta descafeinada parodia.

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