Cultura

La huella del dios

  • El Picasso de Málaga dedicará en octubre una exposición a la pionera de la abstracción Hilma af Kint

A estas alturas en las que hablar de pintura suena a broma, igual hace falta recordar que la superación del realismo y el rechazo de la figuración han estado históricamente vinculados a una intuición religiosa. Quizá la prueba más evidente es que la pintura sobrevive en una época tan descreída y ajena a lo espiritual como la presente en su acepción más hiperrealista. Pero, especialmente en las primeras décadas del siglo XX, abjurar de la forma según lo percibido en la naturaleza y tirar por la borda toda una noción estética de fidelidad acuñada desde el De rerum natura de Lucrecio, obedecía a una búsqueda en la que lo místico no resultaba ajeno. No pocos surrealistas se mostraron como fervientes devotos de ciertos santos, pero la abstracción, incluido el paisaje ruso previo a la Revolución, tampoco rechazaba precisamente esta inquietud: muy al contrario, acudió a ella para definirse, argumentarse y significarse por sí misma en lugar de hacerlo por oposición a. Desde el 21 de octubre, el Museo Picasso de Málaga, que justo por entonces cumplirá diez años de vida, brindará un viaje a estas raíces trascendentes de la abstracción a través de una creadora tan fundadora como por revelar: la sueca Hilma af Klint.

Hilma af Klint. Pionera de la abstracción podrá verse allí hasta el 9 de febrero y promete ser una de las propuestas más importantes de la historia de la pinacoteca. La de Málaga será la primera exposición dedicada a la artista en España y llegará a la Costa del Sol tras su paso por el Moderna Museet de Estocolmo (donde ha recibido 185.000 visitas) y el Hamburger Bahnhof de Berlín. Su contenido es abrumador: más de 200 obras correspondientes a todas las etapas de la singular y fructífera carrera de Hilma af Klint (1862-1944), hecha de luces y sombras y poseedora, por tanto, de un discurso repleto de contrastes. En su producción se adivinan, sin embargo, dos constantes esenciales, que se dan en sus lienzos como nunca antes habían acontecido: el color, cálido y evocador de vida, a modo de presencia permanente; y la geometría, por el contrario signo de lo efímero y mutable, de lo disoluble y cambiante, de la movilidad frente a lo pétreo. El trazo de la pintora se presenta a menudo incipiente, aspirante a la perfección pero aún en el camino, aprendiz, más propio del balbuceo que del lenguaje, lo que vincula a Hilma af Klint, por derecho, con la mística. Confluyen aquí el verso de San Juan de la Cruz, la sabiduría de Ibn Arabí, la danza derviche; y no es descabellado trazar puentes con María Zambrano. Nunca hasta que esta mujer salida de ninguna parte se arrimó al caballete había logrado esta asimilación poética quedar plasmada con semejante eficacia en el arte.

Esta asunción espiritual no fue sin embargo extraña en las primeras décadas del siglo XX, cuando, frente a la homogénea exégesis redentora del cristianismo, no pocos intelectuales emprendieron la lectura de libros sagrados de otras religiones, sobre todo orientales (aunque, paradójicamente, este empeño en lo oriental terminó llevando a muchos de vuelta al cristianismo). También mostraron los artistas mayores de este tiempo un interés especial por lo esotérico, la teosofía, el ocultismo y la antroposofía de Rudolf Steiner, así que no es extraño que la misteriosa Hilma af Klint alumbrara un arte que decidía dejar a un lado la materia abocada a la corrupción para buscar un rastro, una huella, de aquello que pudiera considerarse eterno. Lo cierto es que ella acertó a hacerlo con una valentía que no pudo más que abrir puertas. En su obra también comulgan los retos que acepta en su tiempo el conocimiento científico, el que permitió conocer el mundo y el cosmos de un modo más real, menos supersticioso y a la vez más enigmático.

En su testamento, la artista pidió que ninguno de sus más de mil cuadros abstractos se expusiese hasta 20 años después de su muerte. Consideraba que hasta entonces nadie estaría preparado para recibir su legado. ¿Lo está el testigo del siglo XXI, tristón, desahuciado, achatado por los polos? La respuesta, en octubre.

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