historia La construcción de la conocida muralla del Estrecho

Los búnkeres y los prisioneros

  • Franco crea en mayo de 1939 la Comisión de Fortificación de la Frontera Sur que elabora los informes que dan lugar a las obras de fortificación del Estrecho. Los prisioneros se ocupan de realizar el trabajo más duro

Apenas días después de terminar la Guerra Civil, en mayo de 1939 y dentro de la estrategia del nuevo estado, Franco crea la Comisión de Fortificación de la Frontera Sur. Esta comisión elaboró varios informes que dieron lugar a las obras de fortificación y artillado del Estrecho. Durante muchos años estas importantes obras de fortificación fueron prácticamente ignoradas, pese a que fueran miles los hombres que participaron en su construcción.

La estrategia llevada a cabo por el ejército franquista, desarrollada en una serie de documentos "secretos y reservados" fue dividir el área comprendida desde Conil hasta el río Guadiaro, en tres sectores, aunque con mayor presencia defensiva en la franja costera Bolonia - Gibraltar.

Debido a la premura en el tiempo, ya desde abril se suceden telefonemas y escritos del general jefe del ejército del Sur pidiendo a los jefes que pidan cuantos prisioneros necesitan para dar la máxima rapidez a las obras.

Para que las obras fueran realizadas con la mayor rapidez dada la premura de tiempo, el gobierno dictatorial utilizó mano de obra que se puede denominar "esclava". Esta mano de obra provenía de los Batallones de Trabajadores y posteriormente de los Batallones Disciplinarios de Trabajadores. Durante los años 1939 y 1940 a 1943 en la zona del Campo de Gibraltar, estos prisioneros se ocuparon de hacer los trabajos más duros; construcción de pistas, descarga y acarreo de materiales, etcétera, aproximadamente unos 15.000 prisioneros republicanos -provenientes del ejército republicano vencido- llenaron los campos y caminos de esta zona. Estos presos estaban organizados en batallones de aproximadamente unos 700 a 1.000 presos cada uno.

De este modo se construyen una serie de obras de fortificaciones, baterías de costa, caminos militares, senderos, puestos de vigilancia, obras de defensa, aeródromos, hospitales, pantallas de roca artificial, observatorios y demás. El ambicioso proyecto comenzó a decaer, aun habiéndose realizado bastantes actuaciones, cuando el ejército alemán comienza a perder la II Guerra Mundial, en 1943.

Una vez que dejan de estar vigente estas operaciones se continuaría la fortificación frente al Peñón, con la inicial y exclusiva intención de impedir la posible invasión aliada de las costas del Estrecho. España continuó representando el papel de neutralidad, aunque pendiente de las evoluciones del Eje, si las fuerza alemanas e italianas hubieran llegado a cerrar el canal de Suez, es muy posible que España hubiese cerrado el Estrecho y atacado Gibraltar.

Durante estos años la política exterior franquista tuvo su fundamento en demostrar su importancia geoestratégica lo que le permitió jugar con una ambigua neutralidad capaz de romper, pese a su bajo potencial militar y económico el equilibrio de Europa. Esta consideración estratégica y de no beligerancia se vería reforzada con la concentración de fuerzas y construcción de fortificaciones en las zonas consideradas de importancia estratégica.

Es sin duda el sur de Andalucía y muy especialmente el Campo de Gibraltar, una de las zonas más importante a la hora de analizar y estudiar la figura represiva de los batallones de Trabajadores y posteriormente de los Batallones Disciplinarios de Soldados Trabajadores.

Sobre la vida de los prisioneros en campos de concentración y cárceles, todos los testimonios coinciden en estas características: hambre, hacinamiento, ausencia de higiene, enfermedades, malos tratos y arbitrariedad.

El hambre era el principal problema, aunque no el único. El hacinamiento era extremo. La falta de higiene era total: solamente unos retretes precarios, a veces, simples baldes que se retiraban una vez al día. Plagas de chinches y piojos. El agua escaseaba o llegaba a faltar totalmente. Su potabilidad era siempre más que dudosa. El hambre debilita las defensas del organismo humano. La ausencia de higiene provoca brotes epidémicos y el hacinamiento favorecía el contagio. El hambre provocó que un día de 1941, murieran 41 presos por ingerir un tubérculo venenoso del batallón disciplinario de Punta Paloma. Testimonios orales nos comentan que no quedaron lagartos, ni hierbas, ni raíces en toda la zona de alrededor de algunos batallones.

La importancia de estas obras defensivas es fundamental, en cuanto a su significación histórica y por el hecho de que fueron hechas con mano de obra perteneciente al vencido ejercito republicano en unas condiciones de esclavitud y de extrema miseria moral y humana.

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