Territorios 2010 La noche dedicada al rap cierra la XIII edición del festival

Una apisonadora con turbo

  • Public Enemy se da un festín de clásicos ante un público rendido de antemano y lo pone difícil para cualquiera antes, durante y después de su concierto

Rap en la encrucijada: una facción asume el origen jamaicano del género y se mira en el reggae aireando las raíces mientras otra, igualmente orgullosa, reivindica la moldeadora huella afroamericana exhibiendo los préstamos tomados del blues, el rock, el jazz, el soul... Los hay que tiran de guiños al R&B y también quienes, mirando adelante, no se privan de realizar abstracciones y otros agradecidos ejercicios especulativos.

Que el rap está vivo no es ninguna novedad. Lo que llama la atención, aunque lo visto y oído no esté siempre a la altura deseable, es el modesto y aún así significativo muestrario de posibilidades propuesto por Territorios el pasado sábado en la jornada final de su XIII edición, la que menos público congregó, algo por debajo de los dos días precedentes, en este año de reducciones y estrecheces presupuestarias.

El madrileño Morodo lanza consignas de trazos tan gruesos como los bajos que adornan sus bienintencionadas y a menudo rabiosas proclamas roots, empeño en el que cuenta con una banda solvente y un público entregado de antemano.

Más que entregado, rendido, ese mismo público -¿la totalidad?- se congrega frente al escenario Tres Culturas para saldar una deuda histórica. "Es igual que hace 21 años, cuando me fui a verlos a Madrid", me cuenta entusiasmado uno de aquellos pioneros que pusieron las primeras piedras de la todavía fértil escena local.

Ahora son Public Enemy quienes visitan Sevilla. "We are in Spain... This is pain...". Traca y tralla: otro acompañante me sugiere la imagen de una apisonadora con turbo lanzada a toda pastilla. Festín de clásicos coreados y sentidos -Bring The Noise, Don't Believe The Hype, Terminator X to The Edge of Panic, Welcome to The Terrordrome, Power to The People, Fight The Power...- servidos por una banda arrolladora, sin prejuicios ante las derivas rockistas, y un Chuck D y un Flavor Flav tan frescos como recién salidos de la ducha.

Más humanizados en sus consignas -esa arenga final de Flav a favor de la paz y el entendimiento universal, rematada a modo de despedida al son del One Love de Marley-, pero igualmente combativos -la salvaje ley de inmigración aprobada en Arizona convertida en diana para dardos verbales: lo ponen a huevo-, lo de Public Enemy lo dejó francamente difícil para cualquiera que subiera al escenario antes, durante o después de ellos.

SFDK también lo tiene ganado a priori, y además no tiene que competir más que con DJ2D2, quien mezcla con gusto y tino vídeos de ayer y hoy en el escenario Cruzcampo. Y así se termina la noche, dejando la sensación de un balance sin muchas sorpresas y no pocas y preocupantes preguntas sobre el futuro inmediato del festival. La organización trabaja ya en otro modelo estructural. Por si cabe también esta cuestión, ahí va: ¿están los festivales con presencia de músicas étnicas contribuyendo a perpetuar unos arquetipos sonoros que quizás responden más a la percepción occidentalizada, y un tanto condescendiente, del exotismo que a la vasta realidad multiestilística del mundo globalizado?

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