Exposiciones | Museo Ruso

La otra mirada al arte ruso

  • El centro de Tabacalera renueva por completo sus contenidos y dedica su colección anual, así como dos exposiciones temporales, a la mujer como argumento central

Iconos rusos en la colección 'Santas, reinas y obreras'.

Iconos rusos en la colección 'Santas, reinas y obreras'. / Javier Albiñana (Málaga)

En gran medida, es un signo de los tiempos que el Museo Ruso de San Petersburgo consagre para su filial malagueña tanto su nueva colección anual como las dos exposiciones temporales que la complementan (en un envite que se traduce en la sustitución completa de los contenidos del centro de Tabacalera) a la mujer como argumento central. Pero más allá de visibilidades y cuotas, la evidencia informa de que la Historia del Arte es siempre mucho más compleja, diversa, rica y paradójica de lo que cuenta la versión oficial; y que la atención prestada a las mujeres, tanto como objeto a representar como en su función creadora, permite establecer ópticas que todavía, a estas alturas, resultan novedosas e inéditas. Así lo expresa la comisaria de este nuevo contenido expositivo, Evgenia Petrova: "Nuestra intención es, siempre, mostrar el desarrollo de la historia del arte ruso. Y contar este desarrollo a través de la mujer nos permite adoptar una óptica distinta y llegar a otros sitios a menudo poco conocidos". El resultado de todo esto es la colección anual Santas, reinas y obreras. La imagen de la mujer en el arte ruso, un paisaje de la representación de la mujer a lo largo de cinco siglos y a través de 148 obras que, ciertamente, ofrece de primera mano un espejo bien certero de la misma historia de Rusia; así como las exposiciones Libres y decisivas. Artistas rusas entre tradición y vanguardia y Colección Krystyna Gmurzynska, en las que la lectura alternativa de la corriente oficial queda reforzada de mano de las mujeres artistas que abrieron puertas al arte a menudo inesperadas a pesar de las dificultades añadidas. Todas estas propuestas, conformadas con fondos del Museo de Arte Ruso de San Petersburgo, quedarán a disposición del público desde este miércoles y podrán disfrutarse en una jornada de puertas abiertas el jueves 28. La colección anual permanecerá en cartel hasta el 27 de febrero de 2020, mientras que las exposiciones temporales se quedarán en Tabacalera hasta el 8 de septiembre.

Las tres muestras, organizadas con la colaboración de la Fundación La Caixa, tuvieron su presentación este martes a cargo del alcalde, Francisco de la Torre; el director del Museo de Arte Ruso de San Petersburgo, Vladímir Gusev; el director de la Agencia municipal para la gestión de la Casa Natal y otros equipamientos museísticos, José María Luna; la comisaria de las exposiciones, Evgenia Petrova, y la concejal de Cultura, Gemma del Corral. Gusev llamó la atención de que en Rusia "el 70% de las personas que acuden a los museos son mujeres, y sabemos que en España los registros son similares. Asimismo, la mayor parte del personal empleado en museos son también mujeres. Así que la razón para organizar una exposición como ésta es evidente, por más que nuestras actividades vayan dirigidas a todos, hombres y mujeres". 

El Museo Ruso celebra una jornada de puertas abiertas este jueves para presentar sus nuevas exposiciones

Respecto a Santas, reinas y obreras, la colección comienza con una selección de iconos realizados entre los siglos XV y XVII y protagonizados por la Virgen y por diversas santas que ofrecen varias modalidades de protección a los creyentes. El recorrido continúa con las representaciones (ya sobre lienzo) de mujeres campesinas que se popularizaron especialmente a partir de mediados del siglo XIX y de las que dejaron buenas muestras artistas como Filipp Maliavin. El siguiente apartado está dedicado a los retratos de reinas y emperatrices que cundieron a partir del siglo XVIII de la mano de artistas bien reputados que trabajaron principalmente para palacio, como Iván Makárov e Iván Argunov y sus imponentes retratos de Catalina II. También,  y en paralelo, tuvieron gran importancia los retratos de mujeres nobles como los que realizaron Iván Kramskói y Konstantín Makovski, e incluso, ya en los albores del siglo XX, de mujeres de cierta burguesía pujante al más puro estilo europeo como los que inmortalizaron Nokolái Ionin  e Igor Grabar. Al mismo tiempo, la exposición da buena cuenta (en la sección Destino de la mujer) de la situación en la que quedó la mujer cuando los campesinos,  que hasta 1861 habían sido considerados propiedad de los terratenientes, pasaron a ser liberados: este destino no es otro que el matrimonio, a veces entre jóvenes doncellas y varones ancianos, y una dura vida de trabajo en la que la mujer acusa una profunda carga de deshumanización: por ejemplo, Grigory Myasoyedov retrata a mediados del siglo XIX a una joven desnuda, observada y evaluada por la familia de su futuro esposo. Las estampas de las duras condiciones del campo ruso se combinan con retratos costumbristas de la vida hogareña que parecen dialogar directamente con el contemporáneo Tolstói y los mundos recreados en sus novelas. Singular interés contiene la sección dedicada a los Desnudos, ya que, desde la obra de Vladímir Lébedev hasta la de Vladímir Malaguis, permite que afloren registros próximos tanto al impresionismo como al realismo socialista ya en las dos primeras décadas del siglo XX. Entre las Maternidades se localizan más escenas domésticas como las de Borís Kustódiev, entre el primitivismo y algunos apuntes de las vanguardias incipientes. Ya en la época soviética, la mujer comparece como un instrumento anónimo de la industria, difuminado en la masa recreada por el realismo socialista; así como un agente implicado en la propaganda: en una pieza de porcelana que contrasta de manera harto interesada con las piezas de orfebrería incluidas en el tramo de las reinas y emperatrices, la figura de una mujer teje una bandera roja que invoca la unión internacional del proletariado. Todo este legado, por cierto, se ofrece convenientemente contextualizado con piezas de mobiliario, fotografías y diversos elementos domésticos así como las intervenciones artísticas que han realizado ex profeso los alumnos de la Escuela de Bellas Artes de San Telmo

Sección de 'Desnudos' de la nueva colección anual. Sección de 'Desnudos' de la nueva colección anual.

Sección de 'Desnudos' de la nueva colección anual. / Javier Albiñana (Málaga)

Pero si la colección anual reviste su interés enciclopédico de costumbre, la exposición Libres y decisivas se muestra más resolutiva en los alcances al dirigir el foco a las mujeres artistas desde finales del siglo XIX hasta la Perestroika. Obras de verdadero impacto como El paraguas (1883) de María Bashkirtseff y muy especialmente el conmovedor Estudio de una muchacha (1911) de Zinadída Serebriakova prefiguran un trayecto que se abre posteriormente a las vanguardias del siglo XX y que invitan al espectador a preguntarse qué habría sido de las mismas si las mujeres artistas hubiesen tenido un mayor protagonismo en el canon: así sucede con creadoras ya conocidas por los visitantes del Museo Ruso, como Natalia Goncharova (con piezas espectaculares como Los campesinos, de 1911), Aleksandra Ekster, María Ender y un referente clave como Olga Rózanova, que a pesar de su temprana muerte tuvo tiempo de ganar la admiración de Malévich y de conducir al suprematismo abstracto a matices y lecturas que bien hubieran podido prender en un corpus distinto en el siglo XX. El realismo soviético tiene también aquí su particular reflejo, de la mano de creadoras que decidieron llevar las vanguardias constructivistas primero y el más acérrimo realismo después a diversos órdenes de la vida cotidiana a través de diseños de vestuario y de mobiliarios. Aunque merece la pena detenerse en el arte underground que prendió de manera clandestina entre los años 60 y 80 frente a la imposición realista y del que formaron parte artistas como Anna Lepórskaia y Alisa Poret.

La exposición organizada con fondos de la la galería de Krystyna Gmurzynska amplía los postulados de Libres y decisivas en una muestra de cámara dedicada especialmente a la obra gráfica, de nuevo con referentes como Goncharova y Stepanova como protagonistas. La otra mirada surte así sus efectos. Y el mundo parece un lugar más completo.

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