El cine también encauza el compromiso. Juju factory revela el del director congoleño Balufu Bakupa-Kanyinda con la historia de su continente y con los problemas que le azotan el presente. El cine también sirve para practicar el activismo pro África, como la película de Balufu, la que abrió ayer las proyecciones de las secciones oficiales de la sexta jornada del Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT).

Exiliado en Bruselas, el protagonista de Juju factory se debate entre el libro al que le aboca su editor y el que realmente quiere escribir, denunciando los desmanes coloniales cometidos en Congo. Finalmente Balufu hace un filme que, en cine, es como esa obra que su protagonista aspira a publicar.

El realizador congoleño lleva varios días en Tarifa y ayer se pasó por el colegio Guzmán El Bueno -donde se proyectó su película- para defender su filme, que compite en la sección oficial de largometrajes. Es un trabajo autofinanciado por el propio cineasta, también escritor y poeta, lo que no puede ocultar en el guión.

"Europa es rica porque África es pobre. No se piensa en que mientras uno es feliz, otros son desdichados", proclamó el realizador congoleño, que censuró que el viejo continente observe al vecino "como a un animal en una jaula".

El espacio El sueño africano, el de la competición de largometrajes del FCAT, se completó ayer con la proyección de la argelina La casa amarilla, de Amor Hakkar. Este filme fue premiado el año pasado en Valencia y Locarno. Hakkar emigró a Francia con sólo seis meses. En 2002 regresó a su país de forma dolorosa, para asistir al funeral de su padre. Entonces redescubrió la región del Aurès, donde se rodó La casa amarilla.

Cuba tuvo ayer un inusual protagonismo en las jornadas profesionales del festival y continuó por la tarde con la proyección del documental Cuba, una odisea africana, de Jihan El Tahri.

Otro documental, VHS Kahloucha, y el corto Meogko y el luchador de palos completaron la jornada oficial.