Elfman retoma aquí su registro para superhéroes (suyas son también las músicas de Batman, Darkman o Spiderman) y aplica marcialidad, oscuridad y un poco de ironía a las andanzas del justiciero de látex rojo de la casa Dark Horse. Coros mixtos, ritmos solemnes y resonancias infantiles conviven en un score proteico comandado por un tema principal de nuevo cuño que pone de manifiesto la pasión de Elfman por Prokofiev, Shostakovich y los grandes maestros sinfónicos rusos.
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