Enfoque de Domingo. Pánico al virus

Histerias de epidemias

  • El coronavirus Covid-19 es una epidemia más, no el apocalipsis. Comparativa de cómo vivimos otras epidemias

Aglomeración de personas rezando en una iglesia de California para detener la epidemia de gripe de 1918. Estas plegarias eran focos de contagio

Aglomeración de personas rezando en una iglesia de California para detener la epidemia de gripe de 1918. Estas plegarias eran focos de contagio

Un farmacéutico informa con un cartel de que no quedan mascarillas y, abajo, aclara que tampoco hacen falta, que no se ponga la gente nerviosa. Pero la gente está nerviosa. Un traumatólogo del hospital Virgen de la Victoria de Málaga es pillado llevándose 300 mascarillas que decía que eran para la gente de su pueblo. Se hace viral un vídeo tomado en un aparcamiento de Chiclana, casi totalmente vacío, porque está junto a un establecimiento asiático. Allí llega una ambulancia donde bajan los operarios con los trajes del protocolo, como sacados de una película epidémica. Y, efectivamente, en las redes se empiezan a montar una película sobre el traslado de un paciente chino portador del famoso Covid-19. No es cierto, pero se extiende como un virus. Funcionan como transmisores del virus los whatsapp de los móviles. El silencio sobre lo que sucede en Irán, el enemigo número 1 de Estados Unidos, y la amenaza sobre los Juegos Olímpicos de Japón alimentan otro virus, el de la conspiranoia.

Elia Kazan firmó hace setenta años Pánico en las calles. Unos tipos matan a otro en una timba y cuando le hacen la autopsia a la víctima descubren que porta un virus letal. El resto de la película es la persecución para coger a los asesinos para aislarlos y evitar la propagación. Sólo tienen 48 horas para hacerlo. La ciudad tiembla.

Nada muy distinto a lo que estamos viviendo desde que hace casi dos meses en la lejana Wuhan se encerró a su población de diez millones de habitantes con su virus. Y ahora el virus está aquí. Como tantas otras veces.

En la semana 07/2020 el mapa del sistema de vigilancia de la gripe en España señalaba Andalucía en rojo en el nivel de difusión de la gripe. Sin embargo, el nivel de intensidad del mapa era verde, es decir, baja. Mucha gripe, poco intensa. A mediados del pasado diciembre, la gripe en la provincia de Cádiz ya era epidémica, es decir, 83 casos por cada cien mil habitantes. Nadie se asustó de la palabra epidemia. El año pasado, la campaña de la gripe finalizó la semana 20, en mayo. El resultado fue 490.000 casos no graves de síndrome gripal atendidos en Atención Primaria; 35.300 hospitalizaciones por gripe confirmada; 2.500 ingresos en las unidades de cuidados intensivos; 6.300 muertes, de las cuales unas 600 corresponderían a Andalucía. Fueron números importantes, bastante más elevados que otros años, pero no causaron alarma.

Es la gripe estacional. Convivimos con ella, con el virus influenza, de siempre. Lo conocemos. El primer documento sobre su presencia data de Hipócrates, esto es el 412 antes de Cristo, y la primera epidemia de la que hay registro data del siglo XVI, conocida como pestilencia catarral, en México.

La pandemia más célebre, entendida como la primera global, lleva nuestra nacionalidad en el nombre, la gripe española. “Barrió el mundo rápidamente; la gente no sabía qué les había golpeado. España era neutral en la guerra y no había censura en la prensa, así que cuando aparecieron los primeros casos en mayo de 1918 los periódicos locales informaron sobre ello. La enfermedad llevaba tiempo en Estados Unidos, que es donde surgió, Francia y Gran Bretaña, pero la gente de esos países no lo sabía porque la noticia se mantuvo alejada de la prensa. Así que España fue injustamente culpada”, explica Laura Spinney, autora de El jinete pálido, lanzado editorialmente con motivo del centenario de la pandemia de la gripe española, en 2018.

Murieron 200.000 despañoles, el 1% de la población de la época, salvo en Zamora, donde murió el 5% de la población porque el obispo se empeñó en organizar novenas para luchar contra una epidemia “causada por los pecados y la ingratitud” en las que se congregaban los zamoranos y se contagiaban.

En Cádiz murieron 300 personas y se llegó a dictar un bando que prohibía las fiestas del Carnaval al aire libre, "el uso de disfraces y de caretas así de noche como de día, y en general todos aquellos actos que integran los festejos". La histeria que se vivió se recogía en las páginas de Diario de Cádiz contando la historia del propietario de una tienda en la calle Segismundo Moret, que al saber que el encargado tenía el virus, lo expulsó a la calle y allí se tuvo que quedar, sin que nadie se le acercara, hasta que vinieron a recogerle para llevarlo al lugar donde se les encerraba en cuarentena, en Puntales. Pero como suele ser habitual en estas alarmas, en Cádiz la gripe no era el principal problema. El estudio de Orestes Octavio Rodríguez sobre la mortandad en Cádiz en las dos primeras décadas del siglo XX, publicado en 2015, señala que durante el apogeo de la pandemia de gripe, su letalidad quedó en quinto lugar. De lo que se moría la gente en Cádiz era principalmente de tuberculosis. Pero la tuberculosis era una vieja conocida. A lo que se tenía miedo era a lo desconocido, a la gripe.

Más cercano en el tiempo, hemos vivido otros ataques de histeria colectiva. Los enumera Juan José Badiola, director del Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes de Zaragoza, considerada la máxima autoridad en España en el conocimiento sobre la propagación de virus, para compararlo con la crisis del coronavirus. “La crisis de las vacas locas fue un problema diferente, porque fue una crisis de tipo alimentaria con unas características propias. Otras, como el SARS, la gripe aviar o la gripe A, fueron crisis parecidas, pero aquí sí que ha habido la sensación de que un gran país como es China está teniendo un gran problema para el que están aplicando medidas insólitas. El carácter diferencial del coronavirus es su capacidad de propagación. Yo solo recuerdo algo parecido con la gripe A”.

En realidad, lo más parecido al actual coronavirus fue el Síndrome Respiratorio Agudo y Grave, conocido como SARS, y que saltó en China en 2003. Su parecido viene de que aquella epidemia también fue provocada por un coronavirus idéntico en un 80% al Covid-19. Generó un pánico, sobre todo en Pekín, muy similar al que se ha vivido estas semanas. “El miedo a la neumonía es peor que la propia enfermedad”, dijo entonces el primer ministro tailandés.

Pero lo cierto es que tanto pánico se zanjó con tan sólo 773 muertes, que no fueron muchas, pero suponían una letalidad superior, ya que la OMS contabilizó 8.845 casos en el mundo, sólo uno en España, y ninguno de los que hubo en Europa fue mortal. En el actual, el Covid-19, de momento, ha estado presente en 3.000 muertes, pero sobre más de 80.000 contagios.

El SARS tuvo una repercusión económica similar a un pequeño temblor en comparación con la agitación que está suponiendo el coronavirus. Y el SARS se llevó nada menos que el 1% del PIB de China. El pasado miércoles la Bolsa de Madrid había perdido ya el 7% de su valor. No sucedió con el SARS, pero tampoco con el zika, una especie de dengue africano que se reprodujo en Brasil en 2016 y quellevó el terror a las embarazadas, la gripe aviar, el ébola o el MERS, otro coronavirus muy parecido al chino y que causó más de un 500 muertes, que se sepa, en Arabia saudí en 2014. Exceptuando el zika, todos ellos fueron mucho más letales que el coronavirus chino. En el caso del MERS, cuyo reservorio eran los camellos, llegó a tener una letalidad superior al 50%, aunque el bicho, bastante estúpido dada su altísima mortandad, apenas escapó de Arabia.

La gripe A

De las que llegaron a España fue la gripe A, o gripe porcina, la más letal, conocida así porque contiene un material genético que afecta principalmente a cerdos y gallinas. Aquel virus inicial mutó con una variante de la gripe humana, convirtiéndose en una cepa completamente nueva del H1-N1, que había sido el causante de la gripe española en 1918. Las malas noticias llegaron en agosto, un mes que no se asocia con la gripe. El día 21 de agosto de 2009 se produjo la primera muerte en Andalucía, cuando una mujer de 39 años, embarazada de 39 semanas, falleció 6 días después de haber ingresado en el Valme de Sevilla. El mismo día por la noche, una mujer de 50 años falleció en el Hospital de La Línea. El 23 de agosto, una mujer de 20 años con obesidad mórbida falleció en Granada, siendo ésta la tercera víctima fatal por la gripe A en aquel fin de semana. Los episodios del fin de semana generaron pánico. La primera víctima se había producido en junio en Madrid, una joven marroquí de 20 años. Cuatro meses después, el Ministerio de Sanidad ofreció su último recuento. Habían muerto 373 personas infectadas por este virus. En la primavera de 2010 la epidemia era pasado. Hoy, el H1N1 es una gripe estacional. Hemos aprendido a convivir con él.

Badiola, en una conferencia en Cádiz en plena crisis, definió aquella gripe como “el virus de gripe perfecto, ya que consigue aquello para lo que vive, que es para lograr reproducirse, fin para lo que necesita un vehículo, en este caso el hombre: logra contagiar a muchos pero mata a pocos, si fuese más letal también se suicidaría, dejaría de poder reproducirse”. Lo mismo se piensa del Covid-19. Cada vez es menos letal porque se va adaptando a su nuevo anfitrión, el hombre, y ‘sabe’ que si mata, también muere él.

El obispo de Zamora organizaba novenas para detener la gripe de 1918. La gente se contagiaba en las novenas

Cuatro años antes de la gripe A, en un ciclo que suele repetirse, fue la gripe aviar, con su origen igualmente en Asia, la que produjo una psicosis a las aves de corral, al punto que la Unión Europea prohibió la importación de aves cautivas. El consumo de la carne de pollo en España cayó un 10%, según el recuento que hizo la patronal de los productores, Propollo. Las clínicas veterinarias recibían a propietarios de loros, que llevaban sus pájaros para que fueran sacrificados. Jaén activó el protocolo al producirse un caso sospechoso de muerte... ¡de una paloma!

Y, en realidad, en España no estaba pasando nada. Por entonces el presidente de la organización que reúne a todos los colegios de médicos, Francisco Toquero, tuvo que salir a detener aquella locura: “Se está alarmando innecesariamente, estamos asombrados; la enfermedad afecta solamente a las aves, y de la gripe aviar se habla desde 1878, y no está demostrado que se contagie entre humanos, ni que mute la cepa”. Aquél fue el caso más sonado de una epidemia de miedo. No murió nadie.

"Tiene que haber fallecidos"

Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, la voz que lleva cada día la información a todos los españoles, lo ha resumido: “Obviamente tiene que haber fallecidos. No es una enfermedad grave, pero no es banal. Produce cierto nivel de letalidad. Obviamente, si hay casos con factores de riesgo, es posible que algún caso fallezca en nuestro país. Entra dentro de lo esperable”.

Mientras, la Bolsa sigue cayendo, la producción china se detiene. Un agente de las empresas de la piel de Ubrique afirma que para ellos el coronavirus ha sido un desastre. Estalló en plena celebración del año nuevo chino, cuando en este país se realizan las compras. No hubo compras y el mercado del lujo, del que en buena medida depende Ubrique, se desplomó. Las grandes multinacionales textiles, como Inditex, no podrán recibir las nuevas colecciones de sus proveedores chinos para la próxima temporada de primavera. Pero cuando alguien pierde, y se está perdiendo mucho, alguien gana. Marciano Sánchez Bayle, portavoz de la a Federación de Asociaciones en Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), afirma a Redacción Médica, que "existen muchos intereses en magnificar el peligro y que este tratamiento alarmista consigue rendimientos económicos".

Durante la crisis de la gripe A la OMS ocultó los vínculos financieros entre sus expertos y las farmacéuticas Roche y Glaxo, fabricantes de Tamiflu y Relenza, los fármacos antivirales contra el virus H1N1. Los gobiernos apilaban reservas de esos medicamentos porque así lo indicaba la OMS. Fue un negocio de 4.900 millones de euros. La Junta gastó en 2006 un total de 13 millones de euros en comprar 1.695.000 tratamientos de antivirales oseltamivir, el fármaco que Roche comercializa como Tamiflu. Sin embargo, la gripe A se desvaneció y la Junta sóloutilizó el 12% de esos medicamentos con caducidad de cinco años.

Algún laboratorio dará con el medicamento que generará un negocio mil millonario. La Universidad de Queensland, que es la que parece más avanzada y financiada entre otras por la Fundación Gates, sin ánimo de lucro, cree que tendrá listo al gemelo del Covid-19, que haga que el virus lo confunda con uno de los suyos, estará en mayo de 2020. Mientras, los retrovirales están haciendo su trabajo y se curan muchísimas más personas de las que se mueren.

De momento, los bulos, como aquellas novenas del obispo de Zamora hace un siglo, muestran hasta qué punto se pueden crear beneficios. Uno de ellos, denunciado por la OMS, era que el ajo protegía del coronavirus Covid19, un absurdo que viene de relacionar el virus con el murciélago y al murciélago con el vampiro y al vampiro con las películas de la Hammer donde el ajo alejaba al monstruo. Una de las principales zonas productoras de ajo, Chinchón, ha doblado sus ventas por el hundimiento del ajo chino, sí, pero también por el bulo.

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