Tribuna Libre

El Puerto, la Ciudad de los Cien Fracasos

La explanada de Pozos Dulces sigue a la espera de solución,  cuando acaba el mes de mayo.

La explanada de Pozos Dulces sigue a la espera de solución, cuando acaba el mes de mayo. / D.C.

Escuché, no sin cierto estupor, el otro día la noticia - aunque a estas alturas debería uno estar ya curado de espanto- de que El Puerto de Santa María es la única ciudad de la Bahía de Cádiz que no recibirá fondos europeos del programa Next Generation.

Al parecer, según su anterior alcalde, el socialista David de la Encina, ni siquiera se molestó el actual Ayuntamiento en solicitar esas subvenciones de la Comisión Europea.

Se trata de un plan dotado con 750.000 millones de euros, de los que España debe recibir 140.000 millones hasta el año 2026, y que se estructura en torno a dos vectores: la transición ecológica y la digital, además de la cohesión social y territorial.

¿De verdad está El Puerto tan sobrado de dinero con que financiar proyectos modernizadores como para permitirse renunciar a esos fondos que llegan ahora de Europa?

¿Acaso no hay aquí, como en toda la provincia de Cádiz, un grave problema de precariedad y desempleo, sobre todo juvenil? ¿Deberán contentarse los jóvenes, como me explicó en Berlín una muchacha portuense que realizaba allí un master, con servir copas por las noches?

Parece que la ciudad ha apostado por la restauración y el ocio nocturno, un ocio, por cierto, un poco chabacano y limitado a un par de calles del centro, sin que parezca importarle todo lo demás.

Porque basta con darse una vuelta por el casco histórico para comprender que poco allí ha cambiado: siguen en ruinas los viejos caserones y palacios; protegidos sus balcones por mallas o apuntaladas sus fachadas por vallas que invaden las aceras, ya de por sí estrechas.

¿Por qué aquí no se hace lo que hacen otras ciudades como Jerez, que, según uno ha leído, ha puesto en venta forzosa los edificios en ruinas?

Sigue sin acabar el parking de la entrada a la ciudad, convertido en un solar en espera de que, si no se termina el aparcamiento subterráneo como parece que va a ocurrir, al menos se adecente su superficie para que no produzca en el visitante la actual sensación de abandono.

¿Qué ha sido además de los otros parkings proyectados, de la segunda pasarela sobre el Guadalete y del puente que debían cruzar el río para acercar las dos orillas, hoy tan alejadas? ¿Qué del paseo que debía llegar hasta la playa de La Puntilla?

¿Qué ha sido, por otro lado, del Casino que debía instalarse en una vieja bodega, que iría acompañado de un restaurante y de cuyos clientes se esperaba que contribuyesen a dinamizar la maltrecha economía del centro de El Puerto?

¿Y qué de la tantas veces anunciada estación de autobuses que evitarían que aparquen en el entorno de la Plaza de Toros cuando otras localidades gaditanas mucho más modestas ya cuentan con una instalación de ese tipo?

¿Por qué el palacio de Araníbar ofrece actualmente esa sensación de abandono? Iba a instarse en él, según uno ha escuchado, un centro de interpretación de los cargadores a Indias. Pero ¿hay fecha de terminación de la obra? De momento, parece un cascarón vacío sin que nadie se haya preocupado al menos de proteger su interior, expuesto como está totalmente a la intemperie.

¿Se piensa, por otro lado, hacer alguna vez algo con el Monasterio de la Victoria, mandado construir en el siglo XVI por los señores de la entonces villa, los duques de Medinaceli, y que albergó durante años un penal famoso en el resto de España?

¿Cuál es el futuro de las fundaciones, de la del poeta universal Rafael Alberti, o de la del también escritor Luis Goytisolo, el antiguo palacio de Purullena, que parecen vegetar sin apenas actividad cultural?

¿Qué ha sido, por otro lado, del proyecto del que escuchamos hablar hace ya años de explotar cultural o turísticamente las cuevas de la Sierra de San Cristóbal, de donde salió la piedra con la que se construyó la catedral de Sevilla? No hemos vuelto a oír hablar de ello.

Vemos mientras tanto antiguas bodegas del centro histórico convertidas en modernos supermercados. Por cierto, ¿cómo puede haber tantos supermercados a poca distancia unos de otros en esta ciudad?

Nadie parece pensar en la posibilidad de aprovechar esas viejas y hermosas catedrales del vino para museos que ilustren al visitante sobre las industrias que hicieron en su día la fama de El Puerto: desde el vino o la pesca hasta la sal.

Y ¿qué ha sido de aquel plan estratégico de turismo, encargado en su día a una empresa y financiado por el Ayuntamiento? Se dice que acabó en un cajón.

De seguir mucho más tiempo por esa vía, a la otrora orgullosa Ciudad de los Cien Palacios habría pronto que llamarla con más justicia “la Ciudad de los Cien Fracasos".

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