Las japonesas invaden La Línea: un dulce misterio con sabor a feria
Las confiterías linenses vuelven a llenarse de colas este lunes por el Día de la Japonesa, una celebración ya institucionalizada que despierta tanto gula como interrogantes sobre el origen de su estrella: una empanadilla frita, rellena de crema o cabello de ángel, y bañada en miel
La Línea se relame una feria más en el Día de la Japonesa, en imágenes
En La Línea de la Concepción, la realidad se pliega algunas veces como una empanadilla. Este lunes, por ejemplo, amanece con olor a fritura dulce, a almíbar tibio, a infancia envuelta en papel de estraza. Es el Día de la Japonesa, esa jornada que desde 2021 se ha abierto hueco en el calendario sentimental de los linenses, como si la ciudad hubiese decidido institucionalizar la nostalgia con azúcar.
El fenómeno arranca de madrugada. Cuando el resto del mundo bosteza, en las pastelerías de La Línea se libran batallas invisibles. Bolas de masa se estiran, se rellenan con crema pastelera o cabello de ángel, se pliegan como secretos y se sumergen en aceite caliente con la solemnidad de un rito. Luego, un doble bautismo: primero, una mezcla de azúcar y agua. Después, la miel, que lo une todo. Así se fabrica la japonesa, ese dulce de forma discreta que, sin embargo, cada vez ocupa más espacio en la memoria colectiva del Campo de Gibraltar.
Familias enteras salen a la calle como si fueran a votar, pero lo que eligen es entre crema y turrón, entre cabello de ángel o Kinder. Porque si algo ha demostrado la japonesa es su capacidad de adaptación: un siglo de existencia y aún sigue reinventándose. Algunos puristas fruncen el ceño ante tanto chocolate y tanta modernidad; otros se entregan al experimento con la fe de quien sabe que todo sabor puede esconder una revelación.
El Ayuntamiento de La Línea ha querido reforzar esta efeméride —ya oficial en el calendario local como el Día de la Japonesa— no solo con palabras sino con presencia institucional. Desde primera hora de la mañana, el alcalde Juan Franco, junto a la concejal de Fiestas, Mercedes Atanet, y el delegado de Comercio, Alfonso Lozano, ha recorrido las pastelerías Modelo, Moka y Okay. Allí han degustado distintas creaciones del dulce y han agradecido tanto el compromiso de los establecimientos como el entusiasmo ciudadano que ha convertido este lunes en una fiesta golosa.
Este lunes, la pastelería Modelo ha dedicado todos sus expositores a la japonesa, con versiones clásicas y otras menos ortodoxas. Moka, por su parte, ha apostado por la innovación con una japonesa de boniato que ha despertado la curiosidad de los más audaces. Y en Okay, sabiendo lo que se avecinaba, han multiplicado su producción habitual para no defraudar a su clientela fiel.
La invención de la japonesa
La japonesa es muchas cosas a la vez: berlina, empanadilla, brioche disfrazado, bomba oculta. Pero también es pregunta. ¿Quién la inventó? ¿Dónde nació exactamente este bocado que cada primer lunes de feria se convierte en protagonista absoluto de la ciudad? Las respuestas no son claras. Se diría que, como todo lo realmente nuestro, su origen se ha perdido en la niebla del tiempo… o se ha fundido en una masa de versiones igualmente sabrosas.
¿Quién la inventó? ¿Dónde nació exactamente este bocado que cada primer lunes de feria se convierte en protagonista absoluto de la ciudad?
Como recuerda Pepe Monforte en su revista digital Cosas de comé, el investigador local Santiago Chipirraz, que dedicó un año entero a seguirle el rastro como quien persigue a un espía, no dio con una única verdad, pero sí con varias pistas. Una de ellas lleva hasta la pastelería La Japonesa, fundada entre 1923 y 1926 en la calle Real, esquina con San Pablo, donde hoy se alza —ironías de la historia— otra pastelería: Okay. Allí, cuentan, trabajaron nombres como Victoriano Rodríguez Sola, a quien algunos atribuyen la invención o, al menos, la popularización del dulce.
Pero hay otra hipótesis, como en toda buena saga. Juan Antonio Valle Lima, exconcejal de Fiestas y cronista de afinada intuición, apunta a Alfonso Vázquez Arahal, que vino de Casablanca cargado de recetas y memoria sefardí. Según él, la japonesa podría emparentarse con el sufganiot, un dulce festivo de la tradición judía. En esta versión, la receta habría nacido también en la pastelería La Japonesa, pero bajo la batuta de Vázquez, que más tarde sería sucedido por el propio Victoriano Rodríguez.
La teoría que más convence a Chipirraz es una tercera: una historia coral. “La japonesa es un trabajo colectivo”, dice. Como los mitos, como las ciudades.
Lo que sí es seguro es que la japonesa sobrevivió a guerras, modas, nombres y relevos generacionales. Sobrevivió incluso a sí misma. A día de hoy, es uno de los dulces más vendidos. Tanta dedicación ha surtido efecto. La japonesa, nacida de un local humilde y de una ciudad fronteriza, ha traspasado ya sus límites. Hoy se puede encontrar en cafeterías de San Roque, Algeciras, Los Barrios. Pero sigue sabiendo a La Línea. Sigue sabiendo a feria.
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