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La calle Isabel la Católica

a través del tiempo memoria gráfica

siglo XX Ubicada junto al Mercado de la Concepción y plagada de establecimientos históricos, siempre ha sido una de las vías más transitadas de La Línea, sobre todo por las mañanas

Luis Javier Traverso

24 de mayo 2015 - 01:00

LA calle Isabel la Católica, es una de las calles mas concurridas de nuestra ciudad sobre todo por las mañanas, por estar en ella ubicado el Mercado de la Concepción. Aunque podríamos llamarla calle del Mercado, en 1931 pasó a llamarse General Lacy, volviendo en 1938 a llamarse Isabel la Católica. En 1925 pertenecía a la Sección 1ª con 183 habitantes y en 1932 pertenecía al Distrito Municipal nº 2 denominado Centro. En 1938 pertenecía al Distrito Primero también denominado Centro, sección sexta denominada Aurora.

Sus comercios han ido evolucionando desde simples tiendecitas o puestos provisionales al aire libre, para transformarse en amplios y bien surtidos almacenes, comercios modernos en nuevos edificios, que vinieron a imprimir a esta calle del Mercado unas características completamente diferentes a las que tenía antes, pues actividades comerciales estaban limitadas a las del Mercado de Abastos y su mayor concurrencia se registraba en las horas de la mañana. Pero indiscutiblemente la nota más sobresaliente de esta calle es el Mercado de la Concepción razón de su existencia centro de gravedad del mundillo comercial local, especialmente del ramo de la alimentación, un interesante lugar de la ciudad.

Este Mercado de la Concepción que a lo largo de sus 133 años bien cumplidos, ha conocido momentos de gran actividad comercial y también de crisis, como la del año 1909, cuando al finalizar las obras del puerto de Gibraltar, la población de La Línea hubo de emigrar en gran parte al Nuevo Mundo. Y otra crisis, pero más pequeña en los años cincuenta, cuando se construyó el Mercado de Mayoristas, en la calle Jardines, pues al separarse del Mercado de la Concepción, los zocos de mayoristas, las oficinas de los remitentes y el volumen de actividades que producían la descarga, venta y distribución de estos productos de verduras y frutas, todos los pequeños comercios que vivían al calor de esta actividad sufrieron un impacto directo en sus economías y algunos antiguos cafetillos de estos zocos desaparecieron por esta causa, o se adaptaron a la nueva situación.

Este sólido edificio del Mercado de Abastos de forma rectangular situado entre las calles Isabel la Católica, Aurora, Álvarez Quintero y de Las Flores, fue construido en el año 1882 por el arquitecto Don Adolfo del Castillo, que residía en Cádiz (que también lo fue de la Plaza de Toros), se abrió al público el día 2 de agosto del mismo año, siendo alcalde don Luis Ramírez Galuzo. Su situación céntrica le hace ser muy concurrido, al estar ampliamente abastecido sus puestos de toda clase de verduras, frutas, carnes, pescados, cereales, chacinas y otros productos alimenticios.

En el año 1899 la administración de esta Plaza corría a cargo de doña Carmen Canel viuda de Castillo y propietaria de este edificio que residía en Cádiz. La dependencia la formaban los siguientes señores: administrador, don Eugenio A. Ferrety; interventor, don Luis Valdés, además de dos pesadores y doce celadores. El día 30 de septiembre de 1917 se otorgó la escritura de reversión al Ayuntamiento de la concesión del Mercado de Abastos, incautándose la Corporación Municipal del edificio y sus rentas. Siendo alcalde a la sazón don José Cayetano Ramírez Galuzo. Pero dejaré la historia del Mercado de la Concepción para más adelante, ya que hay mucho que contar.

En la parte de la calle entre la de San Pablo y Las Flores, había un angosto pasillo en la esquina donde estaba Saldos Mérida. Esta Rinconada, se derribó por el año 1929, con el fin de ensanchar esta entrada, pues quedaba de paso solo un callejón, para ello a don Juan García de las Heras que era propietario de la finca que formaba este rincón, le pago el Ayuntamiento una cantidad, el cual, decía que recibió el dinero en una "espuerta terrera", que se supone sería en plata o calderilla. La nueva construcción que es la casa donde estaba Saldos Merida, la hizo don Manuel Álvarez Parra, maestro de obras muy acreditado en esta ciudad.

Y voy a comenzar con los comercios que han existido en esta calle recordando la barbería de don Cristóbal Collado Carrillo que se estableció en esta calle como barbero y peluquero en 1913 exactamente el 13 de abril, junto al Valenciano, cuando esta calle comenzaba en la de Las Flores y terminaba algo mas allá de la calle Sevilla (actual Padre Rodríguez Cantizano).

Como anécdota de esta Barbería ocurrió cuando nuestro querido paisano Carlos Corbacho iba a tomar la alternativa como torero. Carlos Corbacho era cliente de su barbería y casi todos los días iba a afeitarse, pero aquella mañana se había corrido el rumor por los alrededores del Mercado de que el diestro linense estaba en su peluquería, se aglomeró un aluvión de público y de aficionados, frente a la Peluquería queriendo todos saludar y abrazar al mismo tiempo a Carlos Corbacho hasta el extremo de que aquella mañana no se pudo afeitar, ya que el público no se retiraba de la puerta de la peluquería reclamando efusivamente su presencia.

En 1913, como comenté antes, la calle era mucho más corta que ahora, pues esta comenzaba en la calle de Las Flores y terminaba en el Huerto Postigo, el trayecto comprendido entre San Pablo y Las Flores era de arena, y en la esquina donde luego se estableciera don Andrés Mérida una pequeña tienda de quincalla y otros artículos, estaba la Tienda de Pepe el de los Caballitos. Se llamaba así porque en ella se fabricaban caballitos de cartón, que luego se vendían durante los reyes o la feria. Entre el Valenciano Regina (Bar los Gallegos) y la pequeña tienda de Mérida en la esquina de la calle de Las Flores (antes almacén de granos) estaba la Fragua del Sr. Alfonso y el Taller de carruajes de Ignacio.

Al lado de la barbería estaba el Valenciano Sampere que vendía alpargatas, la Cacharrería de Julia Mejía, el Café Decano (luego Los Claveles) y El Gallo de Juan León que se lo compró a los famosos hermanos Fredy instaladores de bares y tiendas de comestibles.

También estaban en esta calle, el almacén de aceite el Olivo, Talabartería Moncloa, Almacén de vinos y licores de Jaime Cruz, Café Carvajal, el Cafelito de los Remitentes junto al Disloque también muy antiguo en esta calle el Puesto churros de Dolores y la Casa de Socorro estuvo muchos años en esta calle que luego pasó a la calle Jardines, donde estuvo la Casa Cuartel de la Guardia Civil.

Otro de los establecimientos de esta calle era la Pañería Álvarez y su propietario don Ramón Álvarez Cervilla, yerno de don Juan García de las Heras, propietario de un comercio donde estaba Andrés Mérida, llamado Tienda del Caballito. Don Ramón Álvarez que es también uno de los promotores comerciales de esta calle Isabel la Católica.

Donde estaba la Meca de los Pantalones había una fragua propiedad de Joaquín Rodríguez y junto a ella el taller de Ignacio, donde se construían coches y carros y se colocaban los aros a las ruedas en medio de la calle, que todavía era de arena. En la Fragua de Joaquín se reunía una peña de amigos, donde se celebraban muy buenas comilonas y no faltaba el buen vino, entre ellos Pedrito Abellán gran periodista y poeta, de carácter alegre, chirigotero y simpático.

En la esquina donde estaba la Talabartería de Moncloa existió antes un café por el año 1925, también se vendían cereales y el dueño se llamaba Antonio Sánchez.

Todos estos establecimientos eran importantes en esta calle, pero uno de los detalles más característicos de esta zona del Mercado eran los zocos, el de frutas en la calle Álvarez Quintero y el de la verdura en la calle de Las Flores. Durante las horas del mercado en ellos se instalaban puestos provisionales, pero en cuanto caía la tarde cobraban otras actividad con la llegada de bestias y carruajes del Zabal y huertos colindantes cargados con toda clase de verduras y frutas que se amontonaban en medio de la calle, mientras tanto huertanos y arrieros y remitentes discutían con gran animación los precios y calidad de las mercancías.

Con los primeros resplandores del alba, casi toda esta mercancía pasaba a la vecina plaza de Gibraltar, a bordo de numerosos carrillos y a lomos de sufridos jumentos e incluso sobre las espaldas de los vendedores ambulantes, años más tarde esto se realizaba en coches de caballos y camiones. Las épocas de mayor movimiento comercial de estos zocos, fueron durante las dos guerras mundiales, cuando grandes cantidades de frutas y verduras se exportaban a Gibraltar para suministrar a las numerosas fuerzas militares que la guarnecían.

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