La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Nosotras, las putas

Lo que más nos debería alarmar es que somos (también) nosotras las que practicamos el machismo

Los alumnos del colegio mayor de Madrid, en las ventanas del centro con sus cánticos machistas.

Los alumnos del colegio mayor de Madrid, en las ventanas del centro con sus cánticos machistas.

Putas y ninfómanas. Me cuesta escribir estas palabras. Sin poner el contexto. Sin explicarles que es una broma, un juego, una tradición, una provocación. Y la razón de fondo es que no consigo imaginar un "contexto" en el que se pueda justificar que los adolescentes de un colegio mayor se diviertan amenazando a sus compañeras de enfrente con "follarlas en la capea".

Conocerán el vídeo con los cánticos machistas de los chavales. Se ha vuelto viral. En los dos casos son jóvenes de buenas familias. De esas familias felices que se parecen unas a otras; que son siempre diferentes en la pobreza. Con suficiente dinero, contactos y posición como para llevar a sus hijos a unos de los centros más exclusivos de nuestro país: el Elías Ahuja (de los Agustinos) y las Mónicas de Madrid (gestionado por la Complutense). Dicen que allí se forman a las élites. A quienes dentro de unos años decidirán por todos nosotros. Moverán los hilos del poder.

Ellos han pedido disculpas públicamente; ellas los han perdonado representando el papel de cómplices. Como las mujeres que hace unos años aún pensaban que sus maridos les pegaban lo normal. Y es que el problema, nos reprochan, es de todos nosotros. Que no los hemos entendido.

¿Lo hemos sacado de contexto y se ha politizado? ¿O el problema es que se ha sacado a la luz y demasiados españoles hemos sido testigos de lo arraigado que está el machismo en nuestra sociedad? De lo que más nos deberíamos preocupar no es de que seamos nosotras las "putas" y "conejas" que debemos "salir de nuestras madrigueras" para ser violadas; porque también somos nosotras inexplicablemente machistas. Con una alarmante regresión de valores que choca con ese perfil de activismo, compromiso y solidaridad con que también nos sorprenden.

No es la primera vez que ocurre lo del Elías pero debería ser la última. También en Granada hemos vivido batallas campales en una ciudad tomada por el botellón y arranques de curso con novatadas salvajes que han dado la vuelta a España. Todo, en nombre de la (intocable) tradición. Los tiempos cambian y, si no cambiamos con ellos, tal vez sea un buen consejo que nos pongamos gafas... Le pido prestada la metáfora a Juan José Millás. Para entender que el problema no es el titular, la foto ni el vídeo; es todo lo que hay detrás. Que las (supuestas) tradiciones no son más que una excusa. Como el contexto. Porque hasta que no te pones las gafas, las de aumento, no te das cuenta de que no son los ojos de los demás; son los propios.

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