Entrevista

Andrew Scott: "Actuar es fingir que no sabes qué frase vas a decir"

Andrew Scott en 'Desconocidos'

Andrew Scott en 'Desconocidos' / Disney

El actor irlandés Andrew Scott (Dublín, 1976) fue el novio sacerdote en la memorable Fleabag y el James Moriarty en Sherlock, en la última adaptación del detective en la BBC. Estudió arte dramático en el Trinity College de Dublín antes de incorporarse al Abbey Theatre y de ahí se mudó a Londres con 22 años, disfrutando de una larga trayectoria en cine y series (El rey Lear, 1917, Longitud, Hermanos de sangre). Para Netflix interpreta al nuevo Tom Ripley en la adaptación de los personajes de Patricia Highsmith, y el 23 de febrero se estrena en cines la intimista Desconocidos, de Andrew Haigh.

-En Desconocidos usted es Adam, un guionista indolente que vive aislado en un apartamento en Londres y retoma su vida al conocer a un vecino borracho, Harry (Paul Mescal) ¿es una película sorprendente?

-El alcance de la historia es espectacular, la gente se identifica con ella. Nos preocupaba que la película fuera tan singular que resultara difícil catalogarla. Tiene ese aspecto metafísico pero también es muy humana, emocional. Es esperanzadora, divertida y onírica. Pero creo que por encima de todo brilla por su ternura y su compasión.

-El protagonista se encuentra con sus padres fallecidos ¿Imaginación, delirios, realidad?

-No hay ser humano en el planeta que no tenga algún tipo de relación con sus padres, vivan cerca o no, estén vivos o fallecidos. Sean ellos mismos también padres o no, se hayan enamorado, sean gays o heterosexuales...

-¿Cómo ha sido la relación con Andrew Haigh en un papel protagonista tan destacado?

-Conocía su trabajo y me gusta mucho la trayectoria de Haigh porque es muy personal. Es muy especial, sentimental sin ser cursi.  Me envió el guion de Desconocidos y me encantó. Así fue cómo empezó todo. Lo leí y me pareció tremendamente conmovedor. Me vi reflejado en la historia y me sentí muy identificado con toda la película. Tuve la impresión de que entendía muchas cosas del personaje de Adam y, con suerte, podía desarrollarlas. Así que estaba deseando participar en este proyecto.

-¿Cómo es la sensación cuando el personaje que tiene usted en la mente se transforma en una persona en un plató?

-Es una sensación satisfactoria, como es normalmente. La preparación se refleja en tu trabajo. El vínculo con el director fue extraordinario porque hasta que no estuve allí no me di cuenta de que funcionaba a otro nivel. Rodamos en la casa de la infancia del propio Andrew Haigh y, mientras trabajábamos, no podía dejar de pensar en ello.

-Es algo especial que la historia de Desconocidos transcurra en parte en la casa infantil del director...

-Yo lo pensaba cuando estaba ahí. Andrew habría estado llorando en ese baño o habrá perdido un diente de leche en esa habitación donde un miembro del equipo se está echando una siesta. Estábamos literalmente hurgando en su casa y en su infancia. Que ofreciera una experiencia así no podía negarme. Es insólito. Me entusiasmó la idea de aportar algo de mí mismo al papel.

-¿Ser actor es adaptarse a un piel distinta?

-Siempre digo que actuar es fingir que no sabes qué frase estás a punto de decir, cuando en realidad sí que lo sabes, por supuesto. La autenticidad del diálogo de Andrew es tan inmensa que parece que dices lo que había que decir en ese momento. He vivido situaciones similares a las de Adam, mi personaje. Así que sabía tocar esas notas.

-¿Cómo rescata esos sentimientos de la infancia y proyecta la vulnerabilidad de un muchacho en esta historia?

-En gran parte lo hice a través del aspecto físico, que no creo que sea demasiado evidente en la película, pero es algo a lo que le di muchas vueltas. Cómo los niños tocan a sus padres y se sienten niños. La sensualidad de la relación entre padres e hijos. ¿A qué huele el dormitorio de tu infancia? ¿Qué olor desprende el jersey de tu padre? ¿Las escaleras son muy frías? Recuerdo muy bien todas esas cosas. Y luego están los aspectos más oscuros de la infancia y las inseguridades que provocan tanta vulnerabilidad y que sentí de niño.

-Claire Foy (la primera reina de The Crown) y Jamie Bell interpretan a los padres cuando son más jóvenes que usted. 

-Pese a la diferencia de edad no hubo un día de rodaje en el que ambos no me resultaran totalmente creíbles. Sí, a veces resultaba muy raro. Pensaba: ese es mi padre, y esa es mi madre. ¿Qué sucedía, entonces? En mi imaginación me hizo sentir más joven, de forma inmediata. Lo más valioso que puede poseer un actor es la imaginación. Mi imaginación se disparó por el hecho de que estábamos en una casa de verdad y estos dos grandes actores estaban interpretando  a personas mayores que yo, con enorme talento y en unas escenas extraordinariamente bien concebidas.

-¿Se sentía el hijo de la película?

-Sí. Lo primero que hicimos fue rodar las escenas con ellos. Y todos los días pensaba: hemos logrado algo mágico; No hay nada mejor que esto. Luego tuve que despedirme de Jamie y Claire y fue desolador porque es lo que sucede literalmente al personaje en la película. Tuve que pasar de esa infancia y de la calidez del amor de unos padres a la edad adulta y a todo el amor, la ligereza y la complejidad que sabe ofrecer el personaje de Paul Mescal.

-Un amor imprevisto, una relación extraña e íntima.

-Ha sido una de las colaboraciones más significativas que he tenido con otro intérprete. Es difícil de describir, porque quiero mucho a Paul y crecimos juntos desarrollando esta maravillosa relación. Ahora hay muchísima confianza entre nosotros. En el plató se nos exigía que construyéramos muy rápidamente un amor realmente tierno y profundo. Pero no funciona como en una relación real. Eso requiere un esfuerzo adicional. Creo que a ambos nos gustó mucho hacer estos papeles. Nos encantaban los personajes y su historia. Lo que más me gusta de Paul es que es capaz de ver algo en el personaje y el papel que desempeña en la historia.

-¿Es muy difícil alcanzar esa complicidad?

-No hay muchos actores capaces de hacer eso. Fue capaz de entender que estaba interpretando a alguien que era un receptor de amor, alguien que podía encerrar un misterio que simbolizaba algo. No hay muchos actores capaces de conseguirlo. También es muy divertido, trabajador y el mejor compañero que puedas desear. Espero que volvamos a trabajar juntos, porque creo que es un artista muy especial.

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