Las dos orillas
José Joaquín León
Sumar tiene una gran culpa
algeciras club de fútbol · arandina club de fútbol
Una nueva decepción. Una mayúscula e inesperada, dolorosa. Curiosamente no definitiva, aunque ayer parecía el fin del mundo. El Algeciras Club de Fútbol no ascendió en la eliminatoria de campeones de la fase de ascenso a Segunda división B, entre otros muchos motivos, porque no lo mereció. Sí se lo ganó la Arandina CF, aunque sin ganar, con un empate a cero en casa y uno ayer a domicilio convirtiéndose en el primer visitante que sale victorioso de una liguilla en la historia del Nuevo Mirador. Los de Baldomero Hermoso Mere, que hicieron lo más difícil al reponerse al tempranero gol de Gustavo con un tanto de Manzano, mostraron innumerables carencias, un nuevo agarrotamiento de ideas, falta de fuerzas para tirar de épica y una ausencia de carácter que, eso sí es imperdonable ante un estadio casi lleno -faltó el fondo norte por llenarse- y una afición entregada. Se echó en falta el corazón, la garra y muchas otras cosas de las del anuncio elaborado por el vestuario.Tampoco hubo un héroe salvador que dejara todo lo anterior sin importancia, ni la magia del Mirador y la categoría de bronce, si termina por llegar, tendrá que esperar otras cuatro semanas.
El trabajo para levantar al vestuario y sobre todo a la afición se antoja titánico. La imagen que dejó el encuentro de ayer es desilusionante. El equipo de Javier Bermúdez dio un baño táctico al de Mere y al propio Mere. El vasco manejó mejor la eliminatoria, también el partido de ida, anuló el peligro de los albirrojos y se jugó a lo que quería en todo momento. Queremos un intercambio de golpes, y lo tuvo. Queremos marcar pronto, y lo hizo. Todo le salió rodado al equipo de Aranda de Duero, que no sólo mereció subir sino ganar en el Nuevo Mirador, en el que perdonó un marcador incluso abultado.
Un fallo en la defensa del Algeciras, que se clavó y rompió el fuera de juego, permitió que Gustavo rompiera por el centro y encarara a Josemi, ante el que definió como un matador. El tanto de la Arandina en el cuarto minuto de partido era un golpe bajo importante y ponía a prueba la fuerza y la capacidad de reacción de los locales. Lo extraño es que la hubo, y sólo dos minutos después. Melchor -de los pocos que se salvaron en ataque- habilitó a la llegada de Manzano -que hizo su mejor partido de albirrojo- que rompió el balón para poner a uno para la esperanza, pero ese resultado le valía a la Arandina, que lo cuidó como una madre a un hijo.
Quedaba tiempo de sobra para marcar un gol que diera el ascenso pero los engranajes albirrojos chirriaban. La partida en el epicentro era ganada por los visitantes. Seoane, un paso por delante de la defensa, anuló a un desquiciado Willy, que no anduvo fino ni por el centro ni por la banda y Mere ya no sabía qué hacer con él. Sólo en los laterales mostraba debilidad la Arandina y por eso Melchor se alzó como la principal esperanza en jugadas individuales. De la otra banda, mejor no decir mucho. Merino hizo más en ataque que un Gabri al que alguien debería explicarle que estaba en juego un ascenso y la felicidad de miles de personas.
En punta, Joselu no tuvo ni una ocasión para marcar. Trabajó, sí, pero a veces no basta con eso y estuvo demasiado pendiente de protestar los innumerables agarrones a los que suele ser sometido. Una incluso dentro del área en el 34' que reclamó penalti pero que el colegiado extremeño Santos Caballero no creyó que fuera suficiente para decretar nada.
La Arandina tapó bien los espacios, se hizo fuerte en tres cuartos y permitió un juego precipitado y opaco de los albirrojos. Además, salió con mucho peligro. Adri remató en el 25' al larguero en un córner penosamente defendido. El mismo jugador robó un balón a Javi Chico pero falló en el disparo.
Un par de llegadas más del Algeciras pero poca claridad, aunque todavía con un mundo por jugarse. Había que dar mucho más para ganar.
La segunda mitad fue un despropósito mucho mayor. Simplemente la Arandina ganó la partida en todo, fue más lista, con más picardía y pudo ganar. No le afectó el público, que empezó a dejar patente su preocupación por lo que veía.
Tuvo las mejores ocasiones para llevarse el encuentro, para sentenciar la eliminatoria y no sufrir. No lo hizo pero tampoco sufrió. Las premisas en el fútbol fallan más que aciertan pero sólo se recurren a ellas cuando salen.
El Algeciras se mostró físicamente un punto por debajo y mentalmente impotente, no le hizo perdonar tantos fallados por los arandinos. Gustavo, con un mano a mano en el 57', y Álvarez, con un tiro al larguero en el 60', tuvieron la sentencia. Sobran dedos de una mano para las ocasiones de los de Mere en una segunda parte para olvidar.
Adri Pavón entró por Gabri para hacerse con el centro del campo. Willy ocupó la banda. Luego rectificó quitando a Javi Chico, un genio de un segundo que aportó algún gesto de infinita calidad pero que se apagaba en la siguiente decisión, para meter a Antonio Jesús. Otra vez Willy por el centro. Palos de ciego que no sirvirton de nada. Ni tampoco cambió nada la entrada (tal vez demasiado tarde) de Mario por Víctor González, asumiendo riesgos que pudo pagar.
Algún intento esporádico de Melchor, algún quiero y no puedo, y la Arandina que se sintió cómoda y poderosa. Jugó sus bazas, perdió todo el tiempo del mundo, en la recta final ya con descaro y la permisividad del árbitro, hizo las faltas que tuvo que hacer, Bermúdez hizo mejor a los suyos con los cambios y dejó al Algeciras sin argumentos para ascender.
Hoy vuelve a Las Rozas. Ahora si quiere subir tendrá que pasar dos eliminatorias más. Una segunda oportunidad ganada por ser campeón, un hilo de esperanza en la profunda decepción de ayer.
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