Doctor Cádiz y Mister Hyde (0-0)
real balompédica linense-betis B
La Balona heroica de Carranza torna en equipo vulgar y firma tablas con el Betis B, lo que no le priva de seguir en la cuarta plaza Acude algo más de público, pero por debajo de las previsiones
Del blanco al negro. Como corresponde al más significativo de sus emblemas, sus colores. La Balona recia y con argumentos de una semana antes en Carranza, dejó ayer pasar, otra vez, la posibilidad de rematar la faena. De tener pie y medio en la liguilla. Es cierto que con sólo cuatro semanas por delante y después de la 'jornada oficial del empate' el equipo de Rafa Escobar se mantiene en la zona VIP. Pero no es menos verdad que en casa le están temblando las piernas y que ayer empató sin goles en un partido árido, en el que el rival, eso sí ordenado, exigió lo justo. Seguramente porque no tenía más de lo que ofreció. Ni siquiera así fue capaz de ganar una Balona que sólo tiene como atenuantes las bajas de Ximo Forner e Ismael Chico, que Canario jugó tocado y que la afición, una vez más, parece haberla dejado a su suerte.
Lo más emotivo del este Balona-Betis B duró apenas treinta segundos. Los que dedicó la grada de tribuna en homenajear -cuando antes del comienzo se dirigía al banquillo visitante- al futbolista más importante que ha partido de esta ciudad en las últimas décadas: Juan Merino. Una ovación al preparador rival más que merecida pero que, dicho sea de paso, le viene racaneando a su propio técnico hace mucho.
Después de eso comenzó el partido. Que no las hostilidades como escribían los clásicos. Durante la primera media hora la Balona sencillamente no existió, Fue un amasijo de desconciertos y desorden. Y lo que es más grave, sin ser capaz de ofrecer esa sensación de querer ir al límite. La imagen de quien se está jugando la vida. Hasta el punto de que se oyeron algunos silbidos desde la grada. El equipo echó en falta al sancionado Ismael Chico, que además de aportar otro sinfín de cosas, dota a los balonos de un carácter del que ayer se sintieron huérfanos.
Enfrente un filial helipolitano ordenado, pero carente de pólvora. No en vano le faltaba todo su arsenal. La Balona, precipitada y sin conseguir que Ñito ejerciese el papel de director de orquesta que le habían asignado. Los de casa perdían el balón nada más ternerlo. Los visitantes la tenían, pero sin más argumento que ése, porque apenas hacían daño con sus pequeñitos arriba.
La consecuencia es que en la primera media hora lo más parecido a una ocasión de peligro fue un centro al segundo palo de Carlos García que Manu Martínez estuvo a puntito de incrustar en su propia portería, pero que se fue fuera en medio del suspiro de la gente.
En el 28', desesperado ante la sensación de letargo de su equipo, Escobar permutó las posiciones de Fall, al que mandó al pivote, y Polaco, que se constituyó en central. Más que nada por si zarandeando el árbol aquello echaba frutos de alguna manera.
La Balompédica dio alguna sensación de vida e incluso pudo adelantarse en el marcador. En un lanzamiento de Gallardo y un cabezazo de Olmo, pero, sobre todo, en una magistral jugada de Canario (36'), que sorteó a dos defensas en un palmo de terreno dentro del área, pero quiso ajustar tanto que el cuero a la escuadra que acabó marchándose por encima del larguero.
En el descanso el míster local tomó una decisión drástica. Dado que el partido estaba falto de músculo, de tensión, sacrificó a Ñito en beneficio de Alberto Merino, al que colocó como jefe de operaciones. No había pasado un minuto y llegó la segunda ocasión/ocasión de los de casa en toda la tarde, pero Copi vio como el larguero vomitaba su cabezazo.
En el segundo tiempo y con Alberto Merino, omnipresente, haciendo las veces de mariscal de campo el panorama giró. La Balompédica al menos compitió y llegó el momento en el que casi acorraló al Betis B que dio un paso atrás, mitad porque estaba agotado por el esfuerzo de la primera mitad y mitad porque muchos de sus jugadores sin balón ya no se sienten tan fuertes.
Fue sobre todo en el último cuarto de hora, cuando Escobar trató de crear presión con dos centrodelanteros (José Ramón y Labra), a lo que Merino replicó de inmediato colocando tres centrales. Un auxilio para José Carlos, que no cometió un solo error durante los noventa minutos.
Hubo rebullasca. Fuegos de artificios. Lo más parecido a una oportunidad para José Ramón en el 66' en una acción que, a la vuelta, pudo tener consecuencias graves para Lolo Soler. Por no tener, la Balona no tuvo ni la suerte de que el auxiliar no viese a Copi en fuera de juego en el 55' en una acción en la que el algecireño acabó por meter el balón en la red, pero, por aquello del honor a la verdad, después de que el trencilla ya hubiese hecho oír su silbato. Vaya que no se puede hablar de gol anulado.
En el 78' Fall rodó por los suelos en una acción oscura con Jesús Muñoz. De esos agarrones que hay trescientos y que a veces se pitan y otras, no. Ayer el que estaba enfrente era el Betis, así que tampoco hay que sorprenderse de que ésta, sobre todo porque el balón no estaba al alcance de ninguno de los dos protagonistas, fuera una de las que no.
En el lance final y con un empate en el marcador que mantiene a la Balona en zona noble, Lolo Soler subió a rematar un córner. A veces resulta demasiado fácil confundir la temeridad y la estulticia. Y con tanto en juego, no es el momento.
La igualada final deja a la Balona cuarta y al Betis B salvado. Pero el partido estuvo tan poco salpimentado que nadie se fue contento del Municipal. Ni en el terreno ni en las gradas.
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