Escribir para salvar una vida | Crítica

El país culpable

  • Piel de Zapa publica 'Escribir para salvar una vida', obra de John Edgar Wideman, donde se mezcla la experimentación literaria con la indagación periodística de un crimen racista 

El escritor estadounidense John Edgar Wideman en una foto de juventud (Washington, 1941)

El escritor estadounidense John Edgar Wideman en una foto de juventud (Washington, 1941)

En la página 105 de esta novela, una novela de autoficción, donde la biografía y la prospección histórica se entrecruzan en un punto muy concreto -un crimen racista cometido en 1955 en Mississippi-, el autor escribe, recordando un episodio de la guerra de Secesión: “He llegado a la conclusión de que los crímenes de este país culpable nunca serán purgados, salvo con sangre”. No es, sin embargo, esta moderna formulación del “ojo por ojo” aquello que ocupa las presentes páginas, escritas con destacada flexibilidad formal, y en las que confluyen el presente y el pasado, la verdad y lo meramente probable, al servicio de una realidad ominosa: el racismo que Wideman explora y reconstruye en una obra cercana al periodismo y la no-ficción.

Wideman novela la muerte violenta de un padre y un hijo por motivos racistas, a mediados del XX

Los hechos que fundamentan Escribir para salvar una vida parten de un suceso criminal y una casualidad biográfica. En 1955, Emmet Till, un muchacho negro de catorce años (la misma edad que contaba entonces el autor), es asesinado por dos hombres blancos, después de que el chico hubiera silbado, supuestamente, a una mujer blanca. Tras un juicio accidentado y poco escrupuloso, los acusados serán absueltos, revelándose con posterioridad que el padre de la víctima, Louis Till, había sido ejecutado en Italia en 1944, mientras servía en el Ejército, por los cargos de violación y asesinato. Louis Till morirá sin cumplir los veinticuatro años. Su hijo Emmet no conocerá los 15. No es esta muerte temprana, sin embargo, aquello que los une en primer término. Es la impunidad con la que ambos fueron asesinados, sin que mediara prueba o delito alguno. Del proceso llevado a cabo contra los ejecutores de Emmet, se deduce la total exención de sus actos. Del proceso militar incoado a Louis Till, y que Videman solicita a los archivos gubernamentales, el autor extrae la sólida sospecha de que Till murió, principalmente, por ser negro, sin que pudiera sustanciarse un testimonio fiable de su culpabilidad.

¿Y que vida quiere salvar el autor de Escribir para salvar una vida? Acaso la suya o la de sus descendientes. En esta obra de cierto tono experimental, lo que se resume es una larga historia de complicidad con el racismo, aún perceptible. De ahí, quizá, el apelativo de “país culpable”. De ahí también la propia estructura de la novela, donde pasado y presente se alimentan y se ignoran especularmente.

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