Crítica de arte

El moderno clasicismo de la pintura

Javier Velasco, en la Galería La Vera Cruz de Vejer.

Javier Velasco, en la Galería La Vera Cruz de Vejer.

Javier Velasco es un artista nacido en La Línea de amplísimo reconocimiento; por tanto, uno de los muchos importantes que el Campo de Gibraltar ha dado para el bien de la creación artística nacional. Ha sido, además, uno de los más ilustres; un creador nato que estuvo en lo más alto de la joven plástica española y que, sin solución de continuidad, pasó de ser joven artista emergente, de muchas expectativas, a realidad absoluta, contrastada en los más altos estamentos de la creación plástica.

A Javi Velasco lo veíamos en lo mejor de cuanto tenía lugar en España y fuera de nuestras fronteras. Estuvo en la zona destinada a los artistas nuevos en la Bienal de Venecia de 2001, donde en la sección Aperto presentó una interesante instalación que tuvo tremenda repercusión. Era artista asiduo de ARCO; feria que le permitió entrar en importantes colecciones; interesando su trabajo a muchos de los grandes comisarios de aquel momento, entre otros a Harold Zeemann, quien lo incluyó en el catálogo de la BIACS, la primera Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de Sevilla -la que tuvo mayor trascendencia de la tres que existieron-.

Nosotros hemos sido seguidores de sus importantes comparecencias, como la del Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, de grandísima repercusión, o su individual en la galería Carmen de la Calle, cuando ésta se encontraba en la jerezana calle Medina y en lo mejor del arte avanzado. Javi Velasco ha sido un artista de auténtica referencia. Se apartó de la creación al uso para abrazar una fe donde el arte más avanzado imponía sus especialísimos conceptos y sus manifiestos postulados donde se llevaban a cabo actuaciones de avanzadilla, con los argumentos contundentes de un arte que era distinto, que marcaba nuevos rumbos y que nos llevaba por unos derroteros comprometidos, siempre formulados con intensidad creativa y pasional carácter; un arte que no dejaba indiferente y que siempre estaba sustentado por el conocimiento, por un concepto definido en múltiples desarrollos y desenlaces plásticos.

Fue artista de amplio y diferente formulario, con elementos diversos -fotografía, utilización de objetos, instalaciones y hasta performances- pero, siempre, llevados a cabo con la conciencia de un artista total, no de esos que solo plantean los esquivos argumentos de la idea sin un mínimo trasfondo artístico. Por eso, es un artista de amplísima función, sin ataduras, capaz de todo y con todo en su más alta dimensión; un artista que abraza los más abiertos planteamientos del arte más avanzado pero que, por ser artista absoluto, es capaz de sustraerse a lo que les importa a una inmensa mayoría para dejar constancia de que existen circunstancias plásticas que, escondidas en la historia del tiempo, pueden tener mucha significación en la realidad artística más inmediata.

Y en ese segmento de inmediatez, con referencia a actuaciones artísticas implicadas en el ejercicio de otros momentos, se presenta esta exposición que nos pone en sintonía total con el gran ejercicio artístico de un autor que no se queda anclado en ningún puerto; aunque éste manifieste los postulados de la creación nueva y en los esquemas que, al parecer, interesa en los ejercicios de un arte de vanguardia. Porque Javier Velasco no es artista de una única propuesta, ni está encasillado en lo argumentos mediatizados por modas e intereses. Su realidad creativa va mucho más allá y por eso nos encontramos en un apasionante trabajo que tiene como punto de partida los estamentos pictóricos de una fórmula creativa en desuso pero que fue materializada por algunos de los más grandes. Se trata del dibujo planteado a la punta de plata; un ejercicio difícil, complejo, al que muy pocos llegaban y que descubría al verdadero artista. La prueba es que no ha sido práctica habitual sino que se remonta al ejercicio de los mejores, entre otros al gran Leonardo.

Hay que partir de la base que, tal circunstancia artística dejó de existir como algo habitual, por su complejidad, cuando el dibujo ejecutado al grafito impuso su estamento. Aquella no era una técnica fácil ni todos estaban preparados para su ejecución. Había que actuar con medios bastantes complicados y con resoluciones no al alcance de cualquiera. Al menor desacierto todo quedaba inutilizado. Por eso era algo de privilegiados. Era un dibujo donde el trazo debía quedar suspendido a la perfección.

Había que utilizar un papel adecuado y, sobre todo, unos medios que no permitían un paso atrás. Javier Velasco rescata la técnica, busca los elementos técnicos y ejecuta una realidad que no está muy al alcance de cualquiera. El dibujo adquiere unas tonalidades mediatas donde las mínimas posiciones de la plata se yuxtaponen a las poderosas manifestaciones de la línea gráfica. Hay como una leve irisación que somete a la línea compositiva a un poderoso ejercicio material. El dibujo queda suspendido en esas matizaciones donde la leve circunstancia plateada impone una meditada potestad.

Javier Velasco acude a esa llamada de la tradición técnica para ejecutar unos episodios dibujísticos de suma fortaleza plástica y absoluta belleza. Tenues paisajes, sutiles presencias de una arboleda que magnifica lo real; playas indefinidas que materializan su poderosa magnitud; follajes llenos de energía visual y plástica; montañas que suspenden su contundente posición mediante la recreación sutilísima de un arbolito caído en su rocoso abismo natural... hasta la presencia imperecedera del gato del autor. Todo en una experiencia dibujística total que Javier Velasco plantea como una experiencia que no se queda en la fortaleza creativa de un dibujo eterno y lleno de vitalidad.

La contundencia plástica de un Javier Velasco en plena joven madurez llena de total energía plástica los bellos espacios de la galería vejeriega. El artista linense, al que habíamos perdido su poderosa pista creativa, surge con los estamentos de un arte eterno, lleno de vida y que nos sumerge en las fórmulas de una creación antigua que él hace nueva con los ejercicios de una actividad llena de entusiasmo y verdad.

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