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Por contra, en las dos calles laterales, se abrieron únicamente las salidas de emergencia del patio de butacas, sin adquirir sus fachadas protagonismo urbano alguno. La irrelevancia de estas dos calles para el proyecto fue tal que no definió sus alzados a ellas. El proyecto solo contenía el alzado a la plaza de San Hiscio, el único cuya composición fue objeto de reflexión.
Sánchez Esteve resolvió la recepción de los espectadores y la regulación de todas las comunicaciones en el cine mediante la interposición entre la plaza de San Hiscio y la sala de proyecciones de un dispositivo de transición a todo el ancho de la fachada. Este dispositivo se conformó en su planta baja por el vestíbulo de entrada del cine, a través del que se accedía al patio de butacas, y en su planta alta por el ambigú, a través del que se accedía al anfiteatro. La comunicación vertical entre ambas plantas se llevó a cabo mediante dos magníficas escaleras dispuestas en los ángulos del dispositivo y bajo las que se ubicaron la taquilla, de un lado, y el guardarropa, del otro. Solución sumamente compacta por la cantidad de espacio central que liberaba y novedosa respecto de la vieja arquitectura teatral de la que el cine procedía, que solía optar por la disposición de una única escalera central. El acceso a la cabina de proyecciones se resolvió mediante una escalera privada e independiente que arrancaba del ambigú.
La composición espacial del programa y su secuenciación funcional se basó en mecanismos rígidos y sobradamente contrastados de base clásica, como la simetría, tanto en las plantas como en la fachada principal.
La definición de la estructura del cine fue un factor clave en su diseño, dado que la visibilidad de la pantalla desde todos los puntos de la sala requería de grandes luces sin interferencias. Sánchez Esteve la resolvió con una solución mixta de cerchas de hierro que apoyaban sobre pilares de hormigón dispuestos mayoritariamente en el perímetro de la edificación. Una solución tipificada por el arquitecto, que ya la había empleado en anteriores edificios cinematográficos. Solución que permitió la liberación de la función estructural de los cerramientos, resueltos con fábricas de ladrillo, y de las plantas. Posibilitando para ambos elementos un tratamiento expresivo y de mayor libertad compositiva. Una estructura eficiente que procuraba a un tiempo rigor y libertad.
En el cine de la plaza de San Hiscio primó la voluntad de su identificación con una actitud de modernidad inequívoca. De constituirse en una arquitectura parlante que abanderase los valores de modernidad que el cine vehiculaba. De actuar como proclama en su favor en un emplazamiento de gran carga histórica. Lo que suponía precisar la legibilidad del mensaje que la arquitectura debía trasladar en tal sentido.
Para ello se jerarquizaron y moldearon las volumetrías contenedoras del programa funcional en razón a la respuesta urbana a construir con ellos. Según una estricta abstracción racionalista que defendía los valores geométricos y materiales de la forma y del espacio como garantes de un orden concebido en términos de libertad y autonomía, y no de imposición o sumisión, respecto del hecho urbano. Confrontándose con él, superponiendo un nuevo tiempo, una nueva idea construida, en el palimpsesto del casco histórico de Tarifa, manteniéndolo vivo.
Se confió el protagonismo del diseño a la gran escala arquitectónica. Voluntariamente. Se trató de la más firme e importante decisión del proyecto: reivindicar la monumentalidad de la edificación dentro de la trama urbana en la que se inscribía. Su tamaño exterior no era el reflejo de la envolvente espacial precisa y estricta del programa funcional del cine. Trasciende tal requerimiento. Sánchez Esteve acumulaba una vasta trayectoria en esta tipología, con cines en diferentes poblaciones, con solares y programas cambiantes, y podría haber proyectado el de Tarifa con dimensiones menores.
Tan solo en la fachada a la plaza de San Hiscio se contrapunteó el rigor volumétrico, adjetivando la planeidad del volumen. Con matices expresionistas: una retícula de cuadrados rigurosamente delineados, un gran ventanal rectangular, a modo de pantalla exterior de la actividad interior del cine, insertado en la trama, alineado con la entrada y con su mismo ancho, coronado con dos filas de cuatro óculos cada una, de evidente influencia naval. Se figuró así, poéticamente, el cine como una introvertida caja de sueños. Trasunto del edificio máquina ensimismado al que aspiró la arquitectura moderna en su primera formulación exportable, el "Estilo Internacional".
En este sentido, tal figuración revela una cierta actitud acomodaticia de Sánchez Esteve que, en sus últimos años de ejercicio profesional -tenía 63 años a la fecha de redacción del proyecto, y probablemente instalado en una zona de confort configurada por su amplia trayectoria en la producción de arquitecturas cinematográficas- impidió la asimilación de nuevas formulaciones de lo moderno que habían comenzado a imponerse por esas mismas fechas en el panorama arquitectónico, como la corriente orgánica.
El resultado, no obstante, fue una consciente monumentalización urbana de la modernidad, si bien de corte clásico. El cine como emblema de lo moderno, como monumento a la modernidad. Ni más ni menos. La puesta en escena, magnificada por su gran escala, de una clara voluntad rupturista y anti historicista, que no asumió deudas simbólicas del entorno urbano circundante. La modernidad, al fin, también había llegado a Tarifa para quedarse.
A raíz del Plan de Estabilización franquista los cines se erigieron en una tipología fundamental para la asimilación de una autónoma y verdadera arquitectura moderna, rebajados los controles ideológicos de la autarquía, y dada por superada la arquitectura mayoritariamente historicista asociada a ella. A través de los cines se pudo comenzar a construir en España, con retardo de años, la modernidad. Globalizada y cosmopolita, en tiempo real con el resto del mundo.
En Tarifa, el punto más meridional del continente europeo, en una encrucijada geográfica única en el hemisferio occidental, lejos de todo y cerca de nada, distanciada económica y socialmente del mundo connotado por la modernidad, y en particular en un emplazamiento poco propenso a las rupturas e irreverencias modernas, su centro histórico, un encargo privado para la construcción de un cine propiciaría la ocasión en tiempo y programa para la representación y puesta en escena de la modernidad arquitectónica en esta ciudad en 1960. De emparentar inequívocamente Tarifa con un universo global aún desconocido que la arquitectura vino a enlazar.
El proyecto del nuevo cine de Tarifa fue abordado por el arquitecto Antonio Sánchez Esteve, uno de los grandes maestros de la arquitectura moderna en Andalucía. Desde una gran coherencia disciplinar y con una profunda voluntad modernizadora. Que consistió en reivindicar, por encima de todo, los valores de autonomía formal y de depuración estética de la arquitectura para garantizar la legibilidad de su mensaje, la construcción de su idea. Así el cine quedó determinado exclusivamente por una geometría pura, compacta, y por un racionalismo austero y abstracto, ajeno a todo intento de mimesis respecto de la escena urbana circundante. Efectos que consagraron al cine de la plaza de San Hiscio, introvertido artefacto tecnológico, como un monumento urbano a la modernidad. Escenificando un firme deseo de renovación cultural y de cosmopolitismo. Valores hoy asumidos y mercantilizados, pero por aquel entonces inexistentes e inimaginables.
Una puesta en escena de la modernidad que había llegado a Tarifa, por fin, para quedarse. Ahí radica la significación histórica del cine de la plaza de San Hiscio: inscribió a Tarifa en una nueva coyuntura histórica. Aquella en la que comenzaron a adoptarse soluciones globales renovadoras, autónomas y libres, para dar respuesta a necesidades locales. Desde una crítica a lo anteriormente producido y asumido como tradición. Un replanteamiento del tiempo en nada gratuito y con el afán de representar, escenificar, deliberadamente un nuevo tiempo, cancelando definitivamente el anterior.
El cine de la plaza de San Hiscio se encuentra incluido en el Archivo de Arquitectura Moderna y Contemporánea del Colegio Oficial de Arquitectos de Cádiz y en la Base de Datos de Patrimonio Inmueble del Instituto Andaluz de Patrimonio Histórico con el código 01110350174.
El vigente Plan Especial de Protección de Reforma Interior del Conjunto Histórico de Tarifa lo incluye en su Catálogo de Elementos Protegidos, ficha nº47, con un grado de protección estructural. Que implica el mantenimiento de su configuración estructural y de sus elementos más significativos. En los criterios de intervención se indica que el edificio mantendrá en todo caso las características espaciales de esta tipología.
Lamentablemente, las excepcionales características espaciales del cine de la plaza de San Hiscio fueron aniquiladas en posteriores obras de reestructuración a discoteca, uso que actualmente mantiene, y que convivió temporalmente con un gimnasio. Tales características, lejos de representar una oportunidad, fueron entendidas como un lastre. Es el triste sino de la arquitectura moderna derivado de su desconsideración patrimonial. Cuando despierte, el cine ya no estará allí.
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