LOS ITALIANOS DE LA DÉCIMA | CAPÍTULO XVII

Cuando lloran las estrellas. La Operación B.G. 5 (II)

  • Los ingleses refuerzan el sistema de defensa antisubmarina de la base y complican el primer ataque de los operadores italianos

  • Los reflectores desvelan la ubicación de un 'maiale' y empieza el fuego de ametralladora desde el muelle 

Vista del puerto de Gibraltar con la flota británica amarrada. Su disposición es similar a la que Visintini registró en las horas previas al lanzamiento de la operación B.G. 5.

Vista del puerto de Gibraltar con la flota británica amarrada. Su disposición es similar a la que Visintini registró en las horas previas al lanzamiento de la operación B.G. 5. / E.S.

"A las 13.00 horas -escribió Visintini- se encuentran en el interior del puerto el Nelson, el Rodney, el Renown, el Formidable y el Furious. Tomo la decisión de atacar la noche siguiente. Esperamos que todo siga siendo favorable para nosotros... La vigilancia se realiza exactamente como la noche anterior y me da la impresión de que los ingleses no tienen la más mínima idea de la acción que estamos a punto de lanzar contra sus navíos. Si mañana persisten las mismas condiciones... creo que pasaremos".

Por su parte, el guardiamarina Manisco, oficial jefe del segundo de los maiale, escribiría en su posterior informe: "Habiendo observado lo intensa que era la vigilancia inglesa, nos reunimos para decidir si intentábamos forzar el puerto o si atacábamos los mercantes en la rada. Todos los ingenios podían llevar, además de las cabezas cargadas, un total de nueve mignatas... con el resultado de poder hundir trece buques en una sola acción... La ventaja de esta operación consistía en poder obtener un óptimo resultado a muy bajo coste, dando además a los operadores casi la certeza de regresar de sus acciones. Sin embargo, entrar y salir del puerto nos permitía atacar un navío de guerra importante, la gran victoria moral que Italia tanto necesitaba. De manera que optamos por la segunda de las acciones.... La preparación de los maiali había terminado la noche del siete y en la hipótesis de que los navíos se encontrasen aún en el puerto, decidimos atacar aquella noche fuesen cuales fuesen las condiciones de la vigilancia... La moral era muy alta".

El teniente de navío Licio Visintini, primer jefe de la Escuadrilla de la Osa Mayor. El teniente de navío Licio Visintini, primer jefe de la Escuadrilla de la Osa Mayor.

El teniente de navío Licio Visintini, primer jefe de la Escuadrilla de la Osa Mayor. / E.S.

Visintini procedió a seleccionar los objetivos, asignándolos seguidamente a cada uno de los binomios. Manisco y Varini irían a por el portaaviones H.M.S. Formidable, Cella y Leone se lanzarían contra el H.M.S. Furious, mientras Visintini se reservaba para sí el acorazado H.M.S. Nelson. En la última entrada de su diario personal, Visintini dejaría escrito: "Creo haberlo previsto todo. De todas formas, tengo la conciencia perfectamente tranquila porque sé que lo he dado todo para la ejecución y el éxito de esta operación. Antes de partir, dirijo una plegaria a Dios para que corone nuestro trabajo con el premio de la victoria y para que proteja a Italia y a mi ya golpeada familia. Larga vida a Italia".

Ese mismo día, había dejado también escritas unas líneas para su madre: "Queridísima mamá: Nuestra salida de esta noche es la conclusión de un grandísimo plan que sólo papá y Mario podrían haber trazado para mí. Si doy un repaso a los últimos meses de mi vida, reconozco continuamente su presencia en todo lo que ha venido siendo mi trabajo, mis alegrías y mis penas. Siempre me han acompañado y siempre los he tenido presentes y si he podido llegar a este punto, se debe a que he sido feliz trabajando desinteresadamente con tenacidad y con fe. Por ello, mamá, no llores ni sufras si estoy lejos de ti: Les darías un disgusto a ellos y a mí me llenarías de eternos remordimientos. Todo lo que hemos hecho ha sido en el nombre de la Patria, que es nuestra Madre Mayor, y que ahora necesita a toda costa ser protegida y defendida. Por lo tanto, querida mamá, siéntete orgullosa de que tu hijo se apreste ahora a combatir y a golpear de lleno el corazón del enemigo. Un eterno y fuerte abrazo de tu hijo Licio".

Ya de anochecida, los seis operadores comenzaron a enfundarse los trajes de buceo y a poner a punto sus equipos. Mientras, frente a la piscina interior -escribió Visintini- "se podían ver los tres SLC alineados frente al agua. Parecen tres pequeños y a la vez temibles navíos. Saldremos al mar sea como sea y estamos resueltos a vender caro nuestro pellejo". Estas palabras son una clara evidencia de que aquel joven istriano sabía perfectamente a lo que iban a enfrentarse.

A las nueve en punto de aquella noche de luna nueva del 7 de diciembre de 1942, se abría la portezuela que comunicaba con el mar y a lomos del primer torpedo, Visintini y Magro abandonaban el Olterra poniendo proa hacia el puerto de Gibraltar. Media hora después, salía el tripulado por Manisco y Varini y sobre las diez, estaba previsto que lo hiciera el de Cella y Leone. Estos últimos se sorprendieron cuando, poco antes de su salida, vieron regresar a sus compañeros. Por fortuna, los informes que Manisco y Varini redactarían en 1944, dan cumplida referencia de las razones que motivaron aquella incidencia:

"Apenas había salido cuando, corregí la dirección y me dirigí hacia Visintini. Este me dijo que había detectado un problema con el mando del timón, ordenándome seguidamente que prosiguiese sin perder un minuto. Pero, tras recorrer algunos metros, noté que mi maiale presentaba el mismo defecto. No me quedó más alternativa que dar la vuelta e informar a Visintini que -en ese momento- estaba entrando de nuevo en el barco. En ese mismo instante, se suspendía la prevista salida del maiale de Cella, afectado también por el mismo defecto".

Después de casi una hora, los técnicos consiguieron reparar el mecanismo de dirección y Visintini y Magro volvieron a salir a la mar. Eran ya las once de la noche. Una hora más tarde, le siguieron Manisco y Varini y minutos después de la medianoche, tras un último reajuste en la palanca de inmersión rápida de su maiale, Cella y Leone se colocaban también a su estela.

Separados por una considerable distancia, aquellos tres maiale, enfilaron la vigilada entrada Norte del puerto interior. Apenas habían recorrido una sexta parte de la distancia que les separaba de esta, cuando comenzaron a sentir las explosiones de las cargas de profundidad arrojadas por el enemigo. El corazón tuvo que darles un vuelco. Aquellas deflagraciones, aún demasiado lejanas para poder afectarles, se estaban sucediendo a una cadencia muy superior a la registrada en los días anteriores. Así lo reflejaría en su posterior informe el cabo Dino Varini:

"Durante el primer tramo de navegación no escuchamos ningún sonido más allá del que hacía nuestro propio maiale. A la detonación de la primera carga, indiqué al Señor Manisco que tomásemos nota del tiempo. Después de tres minutos, sentimos una segunda explosión y con ese mismo ritmo siguieron produciéndose los sucesivos lanzamientos. Aquello suponía una imprevista complicación a la hora de penetrar en el puerto, ya que esperábamos que los intervalos fuesen de unos diez minutos, tal y como habíamos registrado la noche precedente".

Todos sus minuciosos cálculos saltaron de pronto por los aires. Si ya era complicado superar las barreras y alejarse de la zona de las explosiones en diez minutos, hacerlo en tres era prácticamente un imposible. Pero es en estos momentos de situaciones extremas cuando sale a relucir el carácter del auténtico guerrero. Visintini ya había dejado clara su actitud en una anotación de su diario personal redactada cuarenta y ocho horas antes: "Desde hace varios días, hemos podido comprobar cuales son los peligros mortales que nos esperan y que no tienen otro objeto que impedirnos alcanzar nuestros objetivos. Pero las detonaciones de las cargas y el rápido ir y venir de las patrulleras no hacen sino reforzar nuestra voluntad de desafiar y superar las defensas enemigas. La carga es enorme, el juego complicado y sutil, pero nada, salvo la muerte, podrá detenernos".

Pero sería el cabo Varini quien, de una forma parca y escueta, confirmaría la reacción que, aunque separados por centenares de metros, tuvieron cada uno de aquellos seis operadores: "Nuestra decisión fue asaltar (el puerto interior) al precio que fuese".

Con el sonido de fondo de unas detonaciones cada vez más cercanas, Visintini fue el primero en alcanzar las inmediaciones del acceso Norte. Mientras navegase en superficie, los efectos de las explosiones -aunque siempre peligrosos- no resultaban letales. Pero la última fase de la maniobra de aproximación y sobre todo la superación de la red doble, debía ser hecha en inmersión. En principio, existía el riesgo de que los equipos de detección hidrofónica revelasen su presencia provocando la reacción de las defensas del puerto. Pero lo que más preocupaba a los operadores italianos era que sólo disponían de tres minutos para sumergirse, superar las barreras y alejarse -penetrando hacia el interior del puerto- de la zona donde se arrojaban las cargas antibuceadores. Todos eran más que conscientes de las fatales consecuencias que supondría el más mínimo retraso. Pero es que, una vez culminado el ataque, para salir a la Bahía y poder completar la maniobra de evasión, no les quedaba otra opción que volver a repetir aquella mortífera liturgia.

Se trataba en suma, de algo así como jugar dos rondas a la ruleta rusa. Sabiendo además que, en aquel inmisericorde ritual, eran las embarcaciones que vigilaban las entradas del puerto, las que decidían el número de balas que se metían en el cargador. Pero además y aunque ninguno de los operadores italianos fuese consciente de ello, aquella noche, las patrulleras iban a compartir esta potestad con los encargados de operar los lanzadores de cargas que, improvisados por el equipo de defensa antisubmarina de la base, acababan de ser emplazados en los extremos de los muelles que daban al acceso Norte.

A pesar de las reforzadas rondas de vigilancia, los dos primeros maiali consiguieron llegar a las inmediaciones de esta entrada. Sigue contándonos el Cabo Varini: "En cierto momento, el señor Manisco apagó el motor del maiale y me dijo que observara atentamente los movimientos de la patrullera. Tuvimos que pegarnos al muelle exento, porque dado el ir y venir de esta, podíamos ser descubiertos muy fácilmente. Observamos como las cargas eran lanzadas en la entrada del acceso Norte, en las aguas próximas a la red. Una cosa que habíamos observado cuando estábamos a bordo del petrolero era que, tras la explosión de cada carga, se encendían los proyectores que iluminaban la red y la zona inmediata a esta".

"El señor Manisco... decidió dirigirse rápidamente hacia ella en el momento justo en que la patrullera comenzara a desplazarse hacia el acceso Sur. Esperaba llegar a la entrada en el intervalo de tiempo que esta embarcación empleaba en llegar allí y regresar. Pero este plan se nos fastidió porque, en ese preciso instante, un hombre se puso de pronto a orinar (desde el Detached Mole) justo a dos metros sobre nuestras cabezas... Cuando se alejó caminando, la patrullera estaba ya otra vez de regreso en la puerta Norte, dispuesta a ejecutar el consabido lanzamiento de la carga. Entonces, el señor Manisco decidió pegarse a la embarcación para, en cuanto se produjese la esperada detonación, sumergirnos a toda velocidad y situarnos junto a la red".

“Nada, salvo la muerte, podrá detenernos”, escribió Licio Visintini dos días antes de la salida

Continua al guardiamarina Manisco: "Esta era mi posición cuando escuché la explosión. Entonces accioné la palanca de inmersión rápida, pero a pesar de que el tanque principal de lastre estaba lleno, el aparato seguía presentando un empuje positivo... permaneciendo en superficie. Para intentar ganar profundidad tuve que recurrir a emplear la bomba de lastre. Pero esta trabajaba tan lentamente que los reflectores (encendidos tras la detonación, tal como estaba prescrito) nos acertaron de lleno. Mientras me sumergía pude ver cómo un centinela nos señalaba mientras otro se llevaba un silbato a los labios. En un instante, todo el puerto y la zona de la rada inmediata a los muelles, se iluminaron como si fuese de día".

"Apenas nos vieron -escribiría Varini- nos lanzaron unas ráfagas de ametralladora, que por fortuna pudimos evitar ganando profundidad; algo que sólo hicimos durante un brevísimo periodo de tiempo. Poco después, estábamos otra vez en superficie. Yo no sabía por qué habíamos hecho eso y cuando pregunté a mi oficial, me dijo que su intención era atraer sobre nosotros la atención de las patrulleras con la esperanza de que al menos el teniente de navío Visintini consiguiese pasar la red. Y lo cierto es que pude observar que todas las embarcaciones de vigilancia abandonaban la entrada Norte para dirigirse velozmente hacia donde estábamos nosotros, lanzando cargas y haciendo fuego con sus ametralladoras".

Mientras navegasen en superficie, las explosiones -siempre peligrosas- no resultaban letales

El informe de Manisco confirma, punto por punto, la versión dada por su segundo: "Sin saber qué había pasado con Visintini y ante el temor de que, desplazando la cacería hacia el interior del puerto pudiese perjudicar su acción, giré ciento ochenta grados y me dirigí hacia el exterior. A fin de atraer hacia mí al enemigo, emergí con rapidez y recorrí en superficie casi un centenar de metros recibiendo ráfagas de ametralladoras de todas partes mientras nos enfocaban los reflectores".

Luego volvió a sumergirse: "Si hubiese permanecido en superficie -afirmaría en su informe- con seguridad me habrían alcanzado y apresado el maiale. Pero es que además, me repugnaba entregarme así de rápido sin volver a intentar una reentrada. (De manera que) me sumergí esperando que un retraso en la reacción de las patrulleras me otorgase tiempo suficiente para alejarme. Como de hecho así ocurrió".

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