Los "invisibles” del Grupo Gamma (II)
LOS ITALIANOS DE LA DÉCIMA (XI)
Los 12 'invisibles' llegan a Pelayo y de allí, al 'Olterra' como obreros especializados para limpiar y reparar la nave
Los trajes de buceo, las cargas explosivas y el resto del equipo se encontraban ya en Villa Carmela
Tino, como era conocido por todos, era un oficial de complemento originario de la isla de Lussinpiccolo en Istria, hoy territorio croata. Había llegado a La Spezia procedente del crucero Garibaldi, con su preceptivo curso de buzo y arropado por la fama de ser un famoso regatista de élite. De hecho, era el vigente campeón de Europa y subcampeón del mundo de vela en la especialidad Star. Para el que más tarde sería llamado il Padrone del vento, aquella misión iba a constituir su estreno como oficial de la X M.A.S. Causalidades de la vida, su segundo en aquella operación iba a ser otro istriano como él, el sottotenente di Vascello de veintidós años Giorgio Baucer, natural de Fiume y anteriormente destinado en el Acorazado Caio Duilio.
A la hora de plantear su traslado a España, aquel número de buceadores resultaba excesivo desde el punto de vista de la seguridad. Razón por la cual se procedió a distribuirles en dos grupos, cada uno de los cuales iba a viajar siguiendo una ruta diferente. El primero de ellos se iba a trasladar por mar hasta el puerto de Barcelona, camuflado entre la tripulación del mercante militarizado Mauro Croce. Estaba integrado por los sottocapposGuiseppe Feroldi y Evideo Boscolo y los buceadores Alfredo Schiavoni, Rodolfo Lugano y Carlo Bucovaz; todos ellos bajo el mando de Straulino.
El segundo grupo en cambio, iba a seguir una una ruta terrestre a través de Alemania y la Francia ocupada hasta la base naval de Burdeos, esta vez a las órdenes del sottotenente di vascelloBaucer. Formaban parte del mismo los sottocaposGiuseppe Feroldi, Giovanni Lucchetti y Carlo da Valle, además de los buceadores Bruno di Lorenzo y el propio Vago Giari.
Medio siglo después este último recordaría: "Se nos ordenó presentarnos en el mando del Gruppo Sommergibili en La Spezia, donde se nos instruyó en el funcionamiento de la mignata. El catorce de junio de 1942... el comandante Borghese nos dio las últimas instrucciones y los documentos de viaje con los pasaportes para Alemania y Francia. Luego nos estrechó la mano a todos y nos deseó buena suerte. Tras retirar de nuestros uniformes el distintivo de buzo especialista, abandonamos La Spezia en unos camiones, junto a medio centenar de suboficiales y marineros italianos que iban destinados al Gruppo Sommergibili del Atlántico en Burdeos".
Por razones de seguridad, el trayecto hasta allí se iba a realizar vía Múnich a través de la parte de Francia que se encontraba bajo administración militar alemana. Ya en Burdeos, durante cinco días, permanecieron alojados en la sede del mando de submarinos italiano con órdenes estrictas de no abandonar sus dependencias bajo ningún concepto. Finalmente, el martes 23 de junio, vestidos con ropa civil, aquellos seis gammas se dispusieron a cruzar clandestinamente la frontera divididos en dos grupos de tres.
Como cabía esperar, el responsable de aquella operación era el comandante Piero Pierleoni, que aquel día se había presentado en la base conduciendo un automóvil en compañía del capitanoAdolfo Marino, uno de los agentes de su red de apoyo y formalmente adscrito al consulado italiano de San Sebastián. Sobre la una de la tarde, Baucer, Feroldi y Giari subieron a aquel vehículo para tomar la carretera que conduce a San Juan de Luz y continuar luego hacia Saint Jean Pied de Port; justo en la línea de demarcación que separaba la Francia ocupada de la llamada Francia de Vichy.
Sigue contándonos Giari: "Antes de las cinco, nos detuvimos en campo abierto para comer. En ese momento, el capitano nos explicó que, dentro de poco, según se había acordado, aparecería un contrabandista vasco pagado por el Gobierno italiano que nos iba a servir de guía para cruzar los Pirineos. Poco tiempo después, llegó esta persona y nos pusimos en marcha mientras nuestros acompañantes tomaban el camino de regreso. Antes de partir, Marino nos insistió mucho en que siguiésemos puntualmente las indicaciones de nuestro guía".
Este era uno de los hombres de confianza de la red controlada por Pepo Martini. Pero, a pesar de las recomendaciones recibidas y a juzgar por sus palabras, ni Giari ni sus compañeros las tenían todas consigo: "Para no ser descubiertos por las patrullas alemanas que -ignorantes de todo- con seguridad nos habrían detenido, caminamos durante muchas horas; unas veces por pequeños senderos de montaña, otras campo a través. Sobre las diez, llegamos cerca de un villorio, en el que, por simple prudencia, no entramos. Fue entonces cuando nuestro guía, mirándonos a los ojos, nos dijo: 'Esperadme aquí que no tardo en regresar'. Aquello no nos gustó. No sabíamos qué actitud adoptar porque temíamos ser traicionados y delatados. Cuando estábamos a punto de quitarnos de en medio, le vimos regresar provisto de pan y queso. Hambrientos como estábamos y relajados después de tantas dudas e incertidumbres, devoramos aquellas viandas que nos supieron a gloria. Es curioso, pero luego he pensado mucho en que si aquel hombre se hubiese retrasado tan sólo unos minutos más, habría dado al traste con la que iba a ser nuestra primera operación. Poco después, nos poníamos de nuevo en marcha".
A pesar de aquellos temores y como el jefe del Servicio de Información Naval italiano afirmaría después de la guerra, la organización controlada por Martini demostraría ser un valor seguro. Y así, según recogería el alférez de Navío Baucer en su posterior informe, el grupo pasó la línea de demarcación sobre las nueve menos cuatro de la noche. Tras seis horas de marcha, entraron finalmente en España por el sector de Valcarlos.
Giari confirmaría que, durante aquel trayecto, no se registró incidencia alguna: "Nuestro guía nos había dicho que, al otro lado de la frontera, en un punto convenido, vendrían a recogernos. Y efectivamente, alrededor de las 8 de la mañana, tras haber recorrido más de medio centenar de kilómetros, vimos acercarse un automóvil por el lugar que nos había dicho el contrabandista. El vehículo era italiano, como también lo era su conductor".
El punto de contacto al que se refiere Giari se encontraba en las cercanías de la Iglesia de Ibañeta y el conductor era un agente del SIS que se identificó como el signoreDiano. Sobre las nueve, los tres gamma estaban ya en Pamplona. Allí fueron nuevamente recogidos por Pierleoni que, mientras tanto, había vuelto a entrar en España a través del paso Hendaya-Irún. A partir de ese momento, él fue quien se hizo cargo del grupo.
Giari recordaría al respecto: "Llegamos a Madrid de anochecida y pernoctamos en nuestra Embajada. A la mañana siguiente, partimos en dirección a Cádiz; un largo viaje con parada en Sevilla para comer y desde allí directo ya hacia nuestro destino, al que llegamos sobre las ocho de la tarde. Aquella noche dormimos en el consulado italiano. Pero a la mañana siguiente, nos acompañaron hasta el puerto para subir a bordo de un petrolero que se encontraba fondeado en la Bahía y donde todo estaba listo para recibirnos. Nada más subir a bordo, nos dieron unas cartillas de embarque con nombres falsos como si fuésemos miembros de la tripulación. Unos días más tarde, tras recorrer el mismo itinerario, los otros tres miembros de nuestro grupo subieron también al barco. Y poco después, llegaron los seis que habían desembarcado en Barcelona".
A bordo del Fulgor, aquellos doce invisibles pasaron varios días descansando, preparando la misión y todo ello, por extraño que parezca, sin que los oficiales dejaran de cumplir con sus servicios de a bordo. A lo largo de la segunda semana de julio, todos ellos fueron trasladados por los agentes Pierleoni y Pistono hasta El Buen Retiro; la casa que este último poseía en la barriada algecireña de Pelayo y desde donde ejercía como máximo responsable de la infraestructura de apoyo que la Decima MAS poseía en el Campo de Gibraltar.
Finalmente, a lo largo del sábado once y el domingo doce de julio de 1942, como siempre divididos en grupos de tres individuos, fueron conducidos hasta el Olterra; el mercante italiano internado en el puerto de Algeciras que la Regia Marina pretendía convertir en una base secreta. Ya se había difundido que la naviera propietaria del navío se mostraba interesada en su venta por lo que, oficialmente al menos, se dijo que los recién llegados no eran sino los miembros de la cuadrilla de obreros especializados enviada para terminar los necesarios trabajos de limpieza y reparación de la nave. Lo creyesen o no, lo cierto es que las autoridades españolas ni hicieron preguntas ni pusieron problemas para autorizar su embarque. Nada más llegar al Olterra, los buceadores fueron presentados al primer oficial, un tal Lino Valeri; nombre falso tras el que se ocultaba el tenente di vascelloLicio Visintini del Reparto Subaqueo de la X MAS, el veterano de las operaciones B.G. 3 y B.G. 4. que Borghese había enviado para ejercer como responsable táctico de G.S. 1.
Por otro lado, los trajes de buceo, las cargas explosivas y el resto del equipo se encontraban en Villa Carmela. Esta había sido finalmente escogida como punto de partida de aquella operación, una vez se comprobó que la enorme distancia que separaba el Olterra de los potenciales objetivos, hacía imposible que los buceadores saliesen del navío. Todo aquel material había llegado procedente de Burdeos vía Madrid-Sevilla-Cádiz, ocultos en cajas con el sello de la Embajada; primero hasta la casa de Pistono en Pelayo y de allí hasta su destino final aprovechando en parte la mudanza de los Ramognino.
Antonio escribiría luego: "Durante la noche del 11 al 12 de julio, preparamos el material que yo tenía escondido en la casa. Las ventanas estaban selladas para evitar que se viese luz en el interior. El piso estaba cubierto de alfombras para no hacer ruido. Tuvimos que cargar los autorespiradores. Durante la operación de carga, las bombonas cilíndricas de oxígeno emitían un pitido que parecía que nos iba a romper los tímpanos. Aquellos preparativos duraron hasta el amanecer. Tuvimos que retirar los embalajes y deshacer los envoltorios. Recuerdo que unas cuarenta mignatas venían envueltas en papel parafinado con el sello diplomático. Sólo con los envoltorios y el material de embalaje se llenó la habitación...".
El domingo 12 de julio, todo estaba preparado en Villa Carmela para recibir a los doce incursores procedentes del Olterra.Ramognino quiso sacar partido al hecho de que, casualmente, era primer domingo de la Velada de La Línea, con corrida de lujo -toros de Carlos Núñez para Marcial Lalanda, Domingo Ortega y el colombiano Curro Caro- por la tarde y concierto por la noche. De manera que, "aprovechando el barullo de la feria -cuenta Ramognino- propuse a Visintini que, a cuentagotas, me fuese enviando a los hombres". Y así lo hizo. De tal suerte que aquellos primeros invisibles del Grupo Gamma iban a alcanzar la base secreta desde la que se lanzarían su ataque camuflados entre los muchos campogibraltareños que aquella tarde acudían a La Línea de la Concepción atraídos, como diría un castizo, por el caldeo de sus fiestas. Unos lo hicieron caminando, otros en autobús y alguno incluso en taxi.
Su llegada a Villa Carmela tuvo lugar con las últimas luces del día y a pesar de que lo hicieron intentando pasar lo más desapercibidos posible, sucedió algo que -en palabras de Antonio- "a punto estuvo de mandarlo todo al garete". El hecho en cuestión, no había sido producto del celo profesional de las patrullas de la Guardia Civil, ni de ninguna perspicaz actuación secreta de espías on her Majesty Service, sino a causa de los furiosos ladridos con los que el perro de los Perales, el propietario de la finca vecina, acompañaría la entrada de los Gamma en Villa Carmela. Medio siglo después, Vago Giari, aún recordaba sacudiendo la cabeza, el tremendo escándalo que aquel animal desencadenaba cada vez que alguien se acercaban a la puerta de la casa. Desde aquella tarde, para los miembros de la X MAS, aquel can se convirtió en el más famoso del lugar muy por encima, por increíble que parezca a mis paisanos, del perro pastor de Simón Susarte o del que tradicionalmente se vincula al mismísimo San Roque.
A fin de no levantar sospechas, los Ramognino habían comprado viandas suficientes para dar de comer al grupo en diferentes tiendas de Puente Mayorga. Vago Giari se sonreía cuando le comenté que Conchita, cuyas atenciones y habilidades culinarias terminarían siendo alabadas por todos, me había hablado de la enorme maña que tanto él como Straulino, se habían dado ejerciendo como solícitos e improvisados pinches. Pero por encima de esta simpática anécdota, hay que decir que, como era de esperar, el grupo había dedicado su breve estancia en Villa Carmela a preparar la operación.
Gran parte del día siguiente lo pasarían pegados al catalejo, aquel que se encontraba camuflado tras la jaula de periquitos de la fachada sur, observando los mercantes fondeados frente a ellos y seleccionando los objetivos que Straulino les asignaría luego. También estuvieron estudiando unos planos del camino a seguir para alcanzar la costa que Ramognino había confeccionado previamente para ellos. Y finalmente, estuvieron revisando los equipos. El propio Antonio recogería luego por escrito cómo, la noche de su llegada, se habían dedicado a probar los trajes y los autorrespiradores en la bañera de la casa. Sobre las seis de la tarde del lunes 13 de julio de 1942, el teniente de Navío Visintini, siguiendo instrucciones del mando de la Decima, daba vía libre al lanzamiento de la operación. Estaba claro que aquella noche de verano, iba a ser la noche.
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