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Los italianos de la Décima | Capítulo XVIII

Tras las pérdidas de dos 'maiali' y cinco incursores, los italianos se afanan en evitar que los ingleses sospechen del 'Olterra'

Los británicos creían que la red de apoyo en territorio español se encontraba en Puente Mayorga

Cuando lloran las estrellas. La Operación B.G. 5 (III)

Vista de la Bahía repleta de mercantes aliados. / E.S.
Alfonso Escuadra

29 de marzo 2023 - 04:00

Viniendo como venían, acompañadas por unos presagios de lo más funestos para la causa del Eje, las Navidades de 1942 fueron especialmente sombrías para los miembros de la Xª Flotilla MAS. No en vano, el doloroso desastre que había supuesto su último intento de asaltar el puerto interior de Gibraltar, se había saldado nada menos que con la pérdida de dos maiali y lo que era aún más importante, de cinco de los seis incursores. Pero es que tampoco se podía descartar que, a raíz de aquella acción, el enemigo llegase a sospechar que el punto de partida de la misma había sido el Olterra, un mercante internado en un puerto español. De confirmarse tal posibilidad, aquella fatídica noche bien podría significar el punto final de todo el costoso proyecto. Y finalmente, estaban los graves perjuicios que, con toda seguridad, algo así supondría para una nación como la España no-beligerante, a la que Roma continuaba considerando algo más que amiga. Es comprensible pues que, después del fallido ataque, la preservación del secreto sobre la existencia de aquella singular base de operaciones constituyese, tanto para el mando de la Flotilla como para el Estado Mayor de la Regia Marina e incluso para las mismas autoridades españolas, un asunto de máxima prioridad.

Para conseguirlo, había que seguir asentando la idea de que hombres y medios habían llegado hasta allí a bordo de un submarino. En suma, había que insistir en la versión que, según se había previsto, los operadores tenían orden de sostener en el caso de ser capturados. Esta era además la hipótesis a la que el Secret Intelligence Service venía otorgando mayor crédito. En especial, después de que les hubiese sido confirmada por las declaraciones de una de sus confidentes más prometedoras: la esposa del ayudante de Marina de Puente Mayorga a la que habían bautizado con el nombre clave de la Reina de Corazones.

De hecho, nada menos que en 1948, en un escrito oficial del Almirantazgo británico en respuesta a una solicitud de información por parte del Ufficio Storico de la Marina Militare, se podía leer: "A las 02.15 horas del 8 de diciembre, tres medios de asalto italianos, llevando dos hombres cada uno, han intentado penetrar en el puerto de Gibraltar. Uno de estos fue descubierto por un centinela, iluminado, atacado y hundido mediante el fuego de cañones y de cargas de profundidad. La tripulación fue recogida por un mercante que se encontraba fondeado junto al Detached Mole y según las escuetas declaraciones efectuadas por estos dos hombres, se cree que fueron transportados desde Italia por el submarino Ambra".

No obstante, desde las últimas acciones ejecutadas por los buceadores del Gruppo Gamma, los británicos se mostraban igualmente convencidos de que los italianos contaban con una red de apoyo en territorio español cuyo extremo bien podía estar localizado en la misma costa de Puente Mayorga. Aprovechando esa creencia, el agente de la Regia MarinaGiulio Pistono, auténtico eje logístico de las operaciones de la Decima en la comarca, iba a invertir no pocos esfuerzos en alejar cuanto fuese posible la atención del enemigo del puerto de Algeciras, ayudando a fijarla en el lado opuesto de la Bahía.

Para ello, sólo tenía que dar continuidad a la labor que había venido realizando desde comienzos de aquel otoño, cuando todo su empeño estaba centrado en conseguir que la transformación del Olterra en una base para torpedos tripulados pasase completamente desapercibida. Pero dado que todos los indicios del paso de los Gamma por la residencia de los Ramognino habían sido ya convenientemente eliminados, no sólo pudo fomentar con tranquilidad las sospechas de que el verdadero punto de apoyo de los medios de asalto se encontraba en Puente Mayorga, sino hacerlo incluso sin preocuparse si estas se centraban en la misma Villa Carmela.

Es muy posible que, estando al corriente del asunto, fuese el temor a sufrir una acción punitiva por parte de los agentes británicos, lo que a mediados de otoño había llevado a Antonio Ramognino a solicitar al mando de la Decima que autorizara el retorno a Italia de su mujer. Al igual que no se puede descartar que esa fuese también la razón de que la solicitada autorización, además de inmediatamente aceptada, lo hiciese con la recomendación de que Conchita debía abandonar la zona a la mayor brevedad posible. Desde entonces, Antonio había permanecido como único habitante de Villa Carmela; condición que mantuvo hasta su propia partida a mediados de diciembre de 1942, justo una semana después de que hubiese tenido lugar la fatal incursión encabezada por Visintini. Curiosamente, todo esto estaba sucediendo por las mismas fechas en que la Reina de Corazones se esforzaba en convencer a los ingleses de que el centro operativo de los medios de asalto italianos en la comarca se encontraba localizado en la muy pronto desierta Villa Carmela.

Otra de las acciones que sustentaron aquella maniobra de confusión había tenido como protagonista al propio Pistono. Las palabras que confiaría al autor el oficial destinado a sustituir a Visintini al frente de la base del Olterra, no dejan lugar a dudas sobre cuál había sido el objetivo de la misma: "Nosotros pensábamos que el enemigo ya había dado por hecho que, tal como había sucedido en las primeras operaciones, Visintini y los demás habían sido transportados, desde Italia hasta las inmediaciones del Peñón, a bordo del un submarino. Si bien sospechaban que, para facilitar su maniobra de evasión, nos estábamos sirviendo de una red de apoyo localizada en suelo español. De manera que todos los implicados en el proyecto del Olterra, los olterrianos como yo les llamaba, se dedicaron a hacer cuanto estuvo en su mano para alimentar esta creencia a fin de mantener en secreto la existencia de la verdadera base. Entre otras cosas, la noche misma del ataque de Visintini, el ingeniero Pistono se había dedicado a recorrer las playas de Puente Mayorga dejando abandonadas, aquí y allá, diferentes partes de los trajes, las máscaras e incluso piezas sueltas de los autorespiradores. Según me dijo el propio agente, estaba absolutamente seguro de que estas evidencias no tardarían en llegar a manos del enemigo. Y según pudimos saber, tal como él había previsto, algunos de los centenares de trabajadores españoles que a la mañana siguiente habían pasado por la playa camino a sus puestos de trabajo en el Peñón, las habían recogido y se las habían entregado luego a los ingleses, a cambio de cierta cantidad de dinero".

A la postre, no deja de resultar curioso que el efecto perseguido por Pistono con esta treta fuese idéntico al que, tal como confirmaría en su informe uno de los responsables de la Inteligencia británica en Gibraltar, habían provocado las confidencias que la Reina de Corazones les había hecho hacía sólo unos días. El resultado final de todo esto, lo resumirá el ya citado oficial de la Decima con estas palabras: "Gracias a la labor de nuestros agentes, todo se desarrolló de una forma inmejorable. Es más, a lo largo de los primeros meses de 1943, las cosas siguieron sucediéndose a las mil maravillas para nosotros. Pudiendo constatar de hecho que el servicio de Inteligencia enemigo seguía sin tener la más mínima idea de lo que teníamos montado en el puerto de Algeciras. Y eso fue lo que, precisamente, iba a permitir al mando de la Xª Flotilla MAS reanudar su ofensiva contra los británicos en aguas de la Bahía".

Pude escuchar estas valiosas declaraciones de boca de este mismo oficial, al que tuve la oportunidad de entrevistar en su domicilio de Roma, elegantemente espartano aunque repleto de discretas reminiscencias marineras, hace la friolera de treinta años. Se trataba del almirante Ernesto Notari, el que había sido el último jefe de la Squadriglia Orsa Maggiore que operó desde el Olterra y uno de los mandos más queridos, admirados y respetados de la Xª Flotilla MAS. Si a todo esto se suma el papel protagonista que este desempeñaría en esa lucha submarina que -durante el segundo gran conflicto- tuvo la Bahía de Algeciras como escenario, sería imperdonable no dedicar algo más de espacio a profundizar en su figura y en su testimonio.

Notari era un siciliano de Messina, nada más y nada menos, puerto de Europa y enclave de un intenso pasado con profunda huella española aunque, sin la menor duda, también con un alma fervientemente italiana. El poso de aquella herencia aún se reflejaba en el rostro de aquel curtido lobo de mar al que una de las voces más autorizadas de la Marina, el almirante Virgilio Spigai, jefe del Estado Mayor de la Marina Militare, había descrito como alguien cuya pericia profesional y marinera, cuyo arrojo, calma, determinación, madurez y condición física no podían sino convertirle en una garantía de éxito para cuanto le fuese encomendado. Cualidades sin duda excepcionales a las que me permitiría añadir la afable cercanía y la calurosa amabilidad de la que hizo gala durante el apasionante paseo por nuestro pasado reciente que, en la intimidad de su hogar, me invitó a dar de la mano de sus vivencias.

Empleando un verbo ágil y una expresión técnicamente muy afinada, comenzó a desgranar sus recuerdos de Sicilia, de su paso por la Academia de Livorno, de La Spezia, de sus primeras experiencias con los maiali en Bocca di Serchio y como no, de su servicio en España y de sus acciones en la Bahía de Algeciras.

"Soy una persona de suerte -me dijo nada más empezar- Tenga usted en cuenta, amigo Escuadra que, siendo sólo un bebé de cuatro meses, cuando el famoso terremoto de principios de siglo hizo desplomarse la casa donde vivía con mi familia, mi madre consiguió salvarme la vida arrojándose por la ventana conmigo en brazos. Decenas de miles de personas murieron aquel día, pero yo me salvé de puro milagro. Así que dígame si eso no es tener estrella. Tal vez por eso -comentó con una sonrisa cómplice- me pusieron al frente de aquel grupo de jóvenes marinos italianos que formaban la escuadrilla de las estrellas, la Escuadrilla de la Osa Mayor con base en el Olterra. Sin embargo, si he de serle sincero, he de confesarle que yo no supe que nos llamaban así hasta mucho después del final de la guerra. Es más, incluso hoy, aún sigo sin saber cuál fue el motivo de tal denominación".

La relación de Notari con el mundo submarino había comenzado apenas completada su formación como oficial de Marina. El Príncipe Borghese escribiría al respecto: "Notari era un veterano de las profundidades, había sido mi alumno cuando, en el lejano 1933, yo dirigía el curso de buzos especialistas y de gran profundidad en el buque de salvamento Titano. En aquellos días, Notari había alcanzado la cota de ciento cincuenta metros con la escafandra de acero, batiendo la marca mundial de entonces".

Ya convertido en el primer oficial de la Regia Marina con la especialidad de buzo, Notari había sustituido a Borghese como segundo oficial del Titano. En los muchos meses que permaneció en este destino, no sólo se había dedicado a instruir a los futuros miembros de aquella peligrosa especialidad o a desarrollar nuevas técnicas de descenso a grandes profundidades, sino que había sido de los primeros en conocer el proyecto de torpedo de marcha lenta que -por aquel entonces- venían desarrollando Tessei y Toschi; es más, incluso había sido el propio Notari quien les había proporcionado los equipos que estos habían utilizado en las primeras pruebas del ingenio.

Pero la entrada de Italia en la guerra le había alejado de La Spezia y de los maiali, para vivir los primeros meses del conflicto en el Dodecaneso italiano, como comandante de una lancha torpedera destacada en la isla de Leros. No obstante, la enorme experiencia adquirida en las técnicas de buceo y aquel providencial contacto con Borghese y con los aún incipientes medios de asalto, habían terminado orientando su destino.

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