Una estudiante confirma la presencia del cangrejo azul en Gibraltar tras asentarse en la bahía de Algeciras
El gran problema de este crustáceo es su voracidad: depreda peces, moluscos, camarones e incluso a individuos de su propia especie
El cangrejo azul, una especie invasora en Cádiz, famosa en la cocina de lujo
La presencia del cangrejo azul atlántico (Callinectes sapidus), una de las especies invasoras más problemáticas del Mediterráneo, ha sido confirmada en las aguas que rodean a Gibraltar gracias al trabajo de investigación de la universitaria Emma Ocaña, que basó su estudio en la colaboración ciudadana. La estudiante, según ha explicado a la GBC, la televisión pública gibraltareña, ha conseguido constatar su presencia a través de avistamientos aportados por vecinos y pescadores.
Este crustáceo, originario de la costa este de América —desde Nueva Escocia (Canadá) hasta Argentina—, fue avistado por primera vez en el Estuario del Guadalquivir en 2017 y también se ha visto en los estuarios de los ríos Palmones y Guadarranque, en la bahía de Algeciras. Su llegada a Europa se remonta mucho más atrás: a la costa atlántica francesa en 1901, al Mediterráneo en 1949 y a la costa atlántica ibérica en 1978. En el siglo XXI su expansión se ha acelerado, encontrándose hoy en gran parte del Mediterráneo y del Golfo de Cádiz, donde se concentra en ríos y estuarios.
Su éxito como invasor se explica por su extraordinaria capacidad de adaptación: puede vivir tanto en agua dulce como salada, soportar variaciones extremas de temperatura y resistir incluso contaminantes. Pero su gran problema es su voracidad: depreda peces, moluscos, camarones e incluso a individuos de su propia especie, amenazando a la biodiversidad y generando preocupación en el sector pesquero.
Un problema… y también un negocio
Paradójicamente, aunque se trata de una especie invasora, la pesca del cangrejo azul está autorizada en Andalucía solo de forma profesional y en algunas zonas se ha convertido en un recurso económico emergente. La Consejería de Agricultura, Pesca, Agua y Desarrollo Rural ha otorgado licencias para su captura, principalmente mediante nasas, y ha aprobado un plan de pesca específico en la Reserva de la Desembocadura del Guadalquivir para proteger esta zona clave como área de reproducción de especies comerciales.
El valor gastronómico de este marisco ha favorecido que pescadores y restauradores lo aprovechen como recurso alternativo, convirtiéndose en una vía de control poblacional y en un producto cada vez más presente en las lonjas y mercados andaluces.
Impacto en especies locales y artes de pesca
La preocupación persiste. En el Golfo de Cádiz, especies de alto valor como el langostino tigre (Penaeus kerathurus) han visto reducida su captura en los últimos años. Un estudio del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC), publicado en Estuaries and Coasts, analizó más de 150 estómagos de cangrejo azul y confirmó que su dieta incluye principalmente peces, moluscos y otros cangrejos, pero también restos de redes de pesca, lo que revela daños directos en los artes de los marineros.
“Estos resultados sugieren que el cangrejo azul puede adaptarse a la disponibilidad de presas de cada sitio. Es una especie omnívora y oportunista, con una capacidad adaptativa enorme”, explica la investigadora Elena Ortega, autora principal del estudio.
Aunque el langostino tigre no figura como presa principal, los expertos alertan de una posible competencia por recursos y espacio que estaría detrás de la reducción de capturas. Por ello, se insiste en la necesidad de mantener medidas de gestión y control.
Ciencia ciudadana y comunidad vigilante
En el caso de Gibraltar, Emma Ocaña ha destacado la importancia de la ciencia ciudadana para detectar esta invasión. “Se volcaron conmigo. Me escribían, me llamaban, respondían a mis publicaciones... fue abrumador. Decenas de personas me dieron información y así quedó confirmado que los cangrejos están aquí”, relató.
Incluso niños en Eastern Beach participaron en la búsqueda con sus pequeñas redes, logrando capturar ejemplares. “Lo más bonito ha sido ver cómo la comunidad se ha implicado. Ese sentimiento de unión por una causa común ha sido lo más enriquecedor del proyecto”, concluyó la joven investigadora.
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