Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De facilidades
Cuentos de estío: Los animales felices
Qué horror, pensó la madre, días como éste no son los que cuentan sus amigas en el café, y eso que va poco porque ya no puede. Se siente grave, se siente culpable. No podía más, el desayuno, la guardería, la tienda, la frutería, la casa, la comida, el fregado, la sobremesa, la tarde, la visita, la cena, la noche, el sexo, la madrugada... Ya no podía más, ésa es la verdad, pero ahora por fin observa a la niña en silencio, en silencio, en silencio... en el sueño profundo, profundo, muy profundo, tan callada, callada. Callada.
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