Real Balompédica - Atl. Sanluqueño | La crónica

(0-0) Un punto amargo

  • La Balona se descabalga del liderato al firmar otro justo empate sin goles en casa

  • Pito Camacho malogra un penalti para los de casa en el 45'

  • Tras el descanso se echa en falta la ambición de los de Calderón

  • El Sanluqueño, ordenado y sacrificado, pero también sin caudal ofensivo

Jugadores de la Balona rodean a los del Sanluqueño en una acción defensiva

Jugadores de la Balona rodean a los del Sanluqueño en una acción defensiva / Erasmo Fenoy

Está escrito que no existe peor cuña que la de la misma madera. La Balona defendía –es un decir- el liderato del grupo IV-A de la Segunda B ante un rival, el Atlético Sanluqueño, que utiliza su mismo guión de juego -tan rácano en ataque como generoso en el esfuerzo y la disciplina- y que además está dirigido por un tipo, Romerito, que conoce al dedillo como desenvolverse en el Municipal. El desenlace casi no podía ser otro que un empate sin goles. A no ser que uno de los dos acertase en esa ocasión que siempre llega. Los linenses disfrutaron de dos, una de ellas un penalti, y los visitantes, de una. Pero ni por esas.

A la Balompédica le quedó grande el traje de líder. Se interpuso en su camino un Sanluqueño disciplinado que propuso un partido a lo Segunda B y que se llevó un punto del Municipal sin sufrir más de lo preciso. Esta Balona disfrazada de celeste no fue el equipo arrogante y vertical que quiere su público. Paradójicamente la mejor ocasión del partido, un penalti a su favor, pareció ensombrecer las ideas de los de casa en una segunda parte en la que sería igual demasiado duro escribir que le faltó actitud, pero en la que sí se echó en falta el ansia de lograr una victoria de mucho valor simbólico. Porque, no hay que andarse con medias tintas, a su parroquia le molesta dejar el liderato, pero hacerlo en manos del eterno rival, el Algeciras Club de Fútbol, multiplica el malestar.

Vaya por delante que esta Balona se mantiene invicta, pero también que aún no ha ganado en casa. Está escrito que con el perfil de futbolistas que tiene Calderón le va a ir mucho mejor en ruta que en el desvencijado Municipal. El míster arañó en su libro de recetas pero el de La Línea fue un equipo previsible, que se empeñaba en entrar por dentro y que ni buscaba ni encontraba los carriles para descomponer al rival, que tampoco era que descompusiera la figura más que para defender.

La primera mitad se hizo tediosa. Hasta el punto de que en algún momento llegó a escucharse ese murmullo tan característico en esa grada… y eso que esta vez estaba dolorosamente despoblada por mor del maldito Covid.

Lo primero realmente noticiable llegó en el 44. Facu Ballardo  se precipitó al ir al suelo y acabó comiéndose un amago de Din Alomerovic dentro del área. Penalti de esos que nadie discute. Pito Camacho lanzó… mal. E Isma Gil primero rechazó y luego se jugó el flequillo para evitar que el almeriense enmendase su error.

Tras el intermedio llegaron los cambios, las modificaciones en el dibujo, pero la solución de la Balona no estaba en los manuales, sino en eso que los cúrsiles llaman intangibles. La Recia no era Recia. Estaba como aplatanada, sin chispa. Hasta el punto de que por momentos eran los de Romerito los que movían mejor el esférico.

En el 54’ Adrián Armental se presentó en el área después de ganarle la espalda a Din, pero Nacho Miras -mucho ojo que va a mano salvadora por partido- primero achicó espacios y luego sacó su guante no se sabe de dónde para evitar que los visitantes se pusiesen por delante. El Sanluqueño había dejado pasar su tren.

Los balonos que estaban en la grada pedían que su equipo sometiese a un asedio al enemigo. Que ejerciese de líder, que fuese un arrogante, que empequeñeciese al rival. Pero no. La Balompédica se contentó con una posesión irrelevante, con un par de disparos desde fuera del área y con dejar pasar el tiempo como si el empate tampoco fuese un mal resultado. Hasta el punto de que a Koroma le bastó con entrar con ganas para que pareciese que estaba haciendo algo realmente destacado.

En el 86’ llegó la segunda del equipo de casa. Sergio Rodríguez cabeceó al larguero después de un córner y el balón llegó a Tato Díaz solo en el segundo palo. De esas que se dice “solo para empujarla”. Pero el ariete balono, que acababa de salir al campo, lo hizo mal. Difícil, muy difícil de explicar.

El resto, eso que se llama otro fútbol puesto en escena por parte del equipo visitante, como si las artimañas no fuesen también parte de este juego. Y otro empate en casa. Y 180 minutos y ni un solo gol en el Municipal. Y lo peor de todo, la sensación de que el equipo no era consciente de lo que significaba el liderato para su afición. Para esa gente que, como todas, está muy necesitada de sonrisas.

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