Vía Augusta
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La conversión de Pedro
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Continuamos aquí con los elementos de interés presentados por el segundo tramo (entre las avenidas de Fuerzas armadas y del Capitán Ontañón), dentro del Calvario o Avenida de Blas Infante, atendiendo ahora a la acera norte de ese tramo.
En primer lugar, recordemos que donde hoy se levanta el edificio de Sindicatos, construido en terrenos del primitivo parque María Cristina, estuvo situado el Teatro Variedades, respondiendo ello a la vocación de zona lúdica que tuvo desde la segunda mitad del siglo XIX la expansión al norte de la ciudad, que al fin rebasó en aquel sector los límites impuestos por el antiguo trazado medieval de murallas.
Como hemos comentado, esa zona de recreo ciudadano partía de la meseta continuadora de las alturas de San Isidro, donde estaba la plaza de toros la Perseverancia, y desde donde bajaba la alameda nueva, hasta conectar con el real de la feria y el parque María Cristina, para doblar la esquina de éste y continuar hacia el norte por la avenida arbolada del Capitan Ontañón, hoy muy cuidada por el Ayuntamiento.
La afición al teatro existía en Algeciras desde su resurgimiento, pues hay constancia de la representación de comedias como ayuda a las obras tanto de la iglesia de N. S. de la Palma como del Hospital de la Santa Caridad. Más adelante, un ilustre viajero, Leandro Fernández de Moratín, tras visitar nuestra ciudad se refirió a un buen café en la plaza Alta, donde se celebraban funciones teatrales, pero el teatro más importante estuvo en la calle Ancha, también desde fines del siglo XVIII, haciendo esquina con la calle Rocha, fachada perdida tras la remodelación de 1875.
Era necesario aumentar la oferta de espectáculos en Algeciras, por lo cual en 1881 se puso en práctica una curiosa solución, el traer de Cádiz un teatro de madera prefabricado, que en un principio se montó en el real de la feria y más adelante se instaló definitivamente en una esquina del parque María Cristina, donde hoy está el edificio de sindicatos. Se llamaba Teatro Variedades y tuvo bastante éxito, utilizándose también para proyecciones de cine y bailes, como sucedió durante la famosa Conferencia Internacional de Algeciras, en 1906, asistiendo tanto los diplomáticos como la prensa internacional. Algunos historiadores locales se han referido al citado teatro y a nuestro amigo Víctor Manuel Patricio Amo se debe una monografía sobre el tema, que dio a conocer en 2015.
La exitosa carrera del local se interrumpió bruscamente el 2 de junio de 1912, en el transcurso de la tradicional feria y durante una proyección de cine, película y proyector entraron en ignición y casi instantáneamente una llamarada llegó al techo, propagándose el fuego a todo el local, que como hemos dicho, era de madera. Según la prensa de la época, afortunadamente el siniestro se produjo “al terminar la última sesión, cuando quedaban 40 o 50 personas, que milagrosamente pudieron salvarse. Tenía una puerta principal, y la cabina estaba situada encima de la misma dificultando la salida”. Ante la dificultad de huir por la entrada central, los espectadores lo intentaron por una lateral, que estaba cerrada a consecuencia del control de las entradas, pero que afortunadamente fue abierta a tiempo por el conserje.
También corría el rumor de que la salida fue dificultada por un pobre cojo, que cayó en la misma entrada, posiblemente empujado por los de atrás y cuyas muletas de madera quedaron atravesadas en el suelo, dificultando aún más la salida. De esta tradición oral no tenemos confirmación documental. El caso es que fue un verdadero milagro el que no se produjeran víctimas, siendo lo más sonado el que en una estancia contigua a la sala de proyección dormían los dos hijos pequeños del conserje, que pudieron ser rescatados a tiempo por su padre.
El incendio coincidió con un viento muy fuerte, posiblemente de levante que intensificó la acción de las llamas, que se transmitieron al resto de la feria, principalmente a las atracciones adosadas al teatro, en la parte que daba a la actual avenida de las Fuerzas Armadas, instalaciones con elementos recreativos, que fueron totalmente destruidas, entre ellas una tienda de abanicos, con la consiguiente ruina de sus propietarios.
Esto conmovió a la opinión pública, donando dinero a los damnificados tanto el Ayuntamiento como los particulares y llegándose a organizar el 23 de junio, solo once días después del incendio, una novillada benéfica para socorrer a los damnificados. En ella intervino ni más ni menos que José Román, que no contento con su vocación por las artes plásticas, tenía una gran afición a la fiesta de los toros.
También se contagió el fuego a la caseta del Ayuntamiento e incluso se quemó “el arco primero de la feria”, o sea parte de la gran portada provisional que se instala en cada feria, costumbre que llega hasta hoy.
Dada la posición del teatro también el fuego pudo traspasarse a la ciudad, pues, llevadas por el viento, las chispas atravesaron la que hoy conocemos como avenida de Blas Infante, y pese a sus más de veinte metros de ancho alcanzaron al popular café Piñero, en el cual “se rompieron gran número de cristales del establecimiento”. O sea, que a punto estuvo de ocurrir una verdadera catástrofe si el fuego pasa a la población, entonces con la armadura de sus techumbres prácticamente toda de madera. Pero ello se evitó por la decidida actuación de la Guardia Civil, algunos paisanos y los soldados de los cercanos acuartelamientos, lo que permitió la temprana acción de las bombas del regimiento de Artillería, participando las tropas del regimiento de Covadonga.
Gracias a todos ellos, el incendio no destruyó el resto de la feria y se impidió que el fuego pasase a la ciudad. La casualidad hizo que muchos años después el monumento a los artilleros en Algeciras, se instalara a pocos metros de la esquina donde estaba el teatro.
Al no haber sido renovada la póliza del seguro, los propietarios no pudieron acceder a indemnización. El Ayuntamiento recibió muchas críticas por no haber controlado suficientemente las condiciones de seguridad de aquel teatro-cine y no permitió a los empresarios levantar otro nuevo local en aquel emplazamiento, que fue expropiado y convertido en solar urbanizable.
En aquella época se produjeron muchos incendios de cinematógrafos, concretamente entre 1897 y 1912, destacando en el 4 de mayo de 1987, el siniestro del parisino Bazar Charité, y sobre todo, el 27 de mayo de 1912, la tragedia del cine La Luz en Castellón de la Plana, que se saldó con 69 muertos y 150 heridos. Al día siguiente se cerraron todos los cines y teatros del territorio nacional, cuya apertura no se realizaría hasta que no se hubiera puesto en práctica en cada local, las concretas medidas de seguridad establecidas por el Real Decreto de 15 de febrero de 1908. Según éste, entre otras medidas, se exigía en los cines “construir al fondo del escenario” una cabina de cemento armado, aislada, para allí instalar proyector y cuadro eléctrico. En el caso de Algeciras (1912) no se había tenido en cuenta el citado R.D. ni posteriormente la citada orden de cierre general hasta no haber cumplido con la norma.
El desastre de Villareal ocurrió solo quince días antes que el incendio del Variedades, por lo que estaba fresca en la memoria de los algecireños la espantosa realidad de lo que podía haber pasado y la fortuna de haberse logrado evacuar la sala sin víctimas. Además, se dio la circunstancia de que el cuarto de proyección, también estaba sobre el único acceso al local, cuyas puertas posiblemente cerraban hacia dentro, como en el cine de Villarreal, ya que entonces no existía concienciación sobre la necesidad de que abrieran hacia afuera, como hoy es usual en locales de mucho aforo que han de prevenir avalanchas de personal provocadas por el pánico.
A consecuencia de estos y otros siniestros, por Real Orden de 19 de octubre de 1913, se estableció un nuevo Reglamento de Espectáculos Públicos.
El incendió quedó grabado en la memoria de los algecireños, todavía es recordado con pavor por algunas personas mayores y según parece, sirvió para crear una firme conciencia de que había que evitar problemas en el futuro. Concretamente, los cines de Algeciras seguían en los años 50 y 60 la legislación al pie de la letra y recordamos que no se levantaban en el interior del casco urbano, sino en la periferia inmediata, al objeto de que fueran edificios exentos, con la idea de que las paredes laterales de las salas de proyección tuvieran grandes portalones de salida, permitiendo la evacuación de los espectadores en un instante.
Pero en 1980, inexplicablemente, se interrumpió la norma: el cine Lys, en pleno casco urbano (calle Sevilla) y rodeado de edificaciones, menos naturalmente por la fachada, carecía de puertas laterales de emergencia, defecto que se intentó paliar con un pasillo central algo más ancho de lo habitual. En este y otros casos que pudieran presentarse, conviene reflexionar y saber sacar enseñanzas de la historia.
El teatro-cine Variedades tenía planta rectangular, con una “nave” central y dos laterales de menor altura, todas cubiertas con tejas planas, a dos aguas en la nave central y a una sola en cada lateral a menor altura. Un pequeño cuerpo elevado, en el centro del tejado principal y con huecos de ventilación, hacía las veces de montera. En cuanto a su decoración, se puede encuadrar dentro de la corriente de elementos pseudo historicistas y banales de la agradable arquitectura lúdica de la Belle-Epoque, o sea, balnearios, casinos, quioscos de música, etc. No debemos olvidar que la decoración interior había corrido a cargo del artista algecireño José Román, y que desgraciadamente toda esa obra se perdió, como todo lo que contenía el local.
Es curioso que dos edificios algecireños, dedicados al esparcimiento y ambos de madera, desaparecieran bruscamente a causa de incendios: El teatro Variedades y el Kursaal, pero de éste hablaremos como merece algo más adelante.
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