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A Juan Carlos Narváez, una vocación innata de radio hecha persona

Obituario

Narváez fue un locutor excepcional, dotado de una voz con una claridad, una dicción y una modulación difícilmente igualables que hacían de él un hombre de radio extremadamente profesional

El mundo de la radio llora la muerte de Juan Carlos Narváez, histórico periodista que dejó huella en Algeciras y Huelva

Juan Carlos Narváez, a la izquierda, en los estudios de la FM de Radio Algeciras, durante una emisión. / Asociación Memoria de Algeciras
Juan José Silva

Algeciras, 12 de junio 2025 - 12:55

Cuando mi mujer me comunicó por teléfono que Juan Carlos había fallecido, sentí de golpe una rabia y una tristeza inmensas por lo injusta que es a veces la vida con algunas buenas personas que no merecen marcharse tan pronto. Escribo ahora estas palabras sin poder borrar de mi mente un caudal de vivencias y momentos compartidos desde que nos conocimos como imberbes e intrépidos compañeros de tercer curso de Bachillerato, allá por el año 1969, aprendiendo a saber en una de las vetustas aulas del para nosotros inolvidable Instituto Nacional de Enseñanza Media de Algeciras en el que trenzamos, casi sin ser totalmente conscientes de ello, un lazo de amistad que se mantendría vivo a través de los años.

Siempre recordaré de manera entrañable la forma tan peculiar en la que durante aquel curso me dio a conocer su temprana y ya entonces rotunda vocación por el mundo de la radio. Pertenecíamos a la generación del tardofranquismo en la que atender debida y diariamente nuestros estudios y guardar buena conducta en los centros de enseñanza seguían siendo obligaciones “sacrosantas” e inexcusables ante nuestros padres. Pues bien, hete aquí que una mañana me encuentro junto a Juan Carlos, sentado en la mesa contigua a la mía, realizando ambos, ante la severa vigilancia del profesor de la materia, uno de aquellos temibles y temidos exámenes escritos con el que en aquella etapa se pretendía medir nuestro grado de conocimiento de cada asignatura que en aquella ocasión era, creo, la de Lengua Española.

Pasados más de quince minutos desde el comienzo de la prueba me percato, entre sorprendido e incrédulo, de que mi buen compañero se había limitado a escribir en el encabezado del folio su nombre y apellidos como era norma, habiéndose dedicado a continuación a dibujar, -con minimalista y entretenido trazo, eso sí-, una bonita hilera de orlas a cada lado de la primera carilla que permanecía totalmente en blanco en el resto de su espacio, sin haber escrito aún Juan Carlos ni una sola palabra de respuesta sobre la materia objeto de examen. Hecho este que en aquella época todos considerábamos como un “sacrilegio académico”, merecedor por supuesto de una calificación de 0 (cerapio entonces para el común). Atónito aún, veo como Juan Carlos acto seguido entrega así de “inmaculada” la hoja de examen al profesor sin aturdimiento alguno en su gesto.

Finalizada la hora de examen, me acerqué a él y le pregunté de inmediato con mezcla de preocupación y curiosidad por el motivo de su inaudito comportamiento. Juan Carlos entonces, con la misma serenidad con la que había perpetrado aquella para mí muy audaz tropelía académica, me respondió con determinación: “Lo he hecho Juanjo, porque ya he decidido que la única asignatura que voy a estudiar en este curso es la de Inglés, que es la que creo me puede servir para lo que yo quiero ser que es locutor de radio”. Les confieso que su respuesta me dejó en aquel momento sin palabras, aunque dos años después empecé a comprenderla cuando me enteré de que Juan Carlos, aún muy joven, había conseguido entrar en Radio Algeciras.

Esa innata vocación suya y esa determinación personal en verla cumplida lo antes posible, lo convertirían en el tiempo, y después de unos esforzados pero muy fructíferos años de aprendizaje vividos desde los quince años en su emisora de siempre, en un locutor excepcional, dotado de una voz con una claridad, una dicción y una modulación difícilmente igualables, también en el hombre de radio extremadamente profesional, responsable, sumamente perfeccionista y tercamente honesto que siempre fue, con un trato humano y un respeto profundo hacia todos sus compañeros que le granjearon un gran aprecio personal en todas las emisoras donde trabajó en su extensa trayectoria radiofónica.

Hoy quiero recordar, no obstante, al leal y afectuoso amigo de siempre con el que me reencontraba, orgulloso y feliz al verlo, cada vez que visitaba en ese tiempo Radio Algeciras de la mano de mi apreciado Pepe Ojeda. Ese bajo cuya coordinación y seguro paraguas, estrenamos Juanjo Téllez y quien les habla en 1983 nuestra flamenca Venta de Los Gatos, en una entonces naciente FM de los 40 Principales que él había contribuido como pocos a potenciar y enriquecer de innovador contenido. Ese con el que pude recuperar una estrecha relación unos años después cuando volvió de Huelva para incorporarse, nada más y nada menos que como nuevo director a Radio Algeciras, la emisora que siempre sintió con fundado motivo como su verdadera casa. En aquellos años coincidía muchas mañanas con él temprano mientras recorríamos la calle Sevilla, él andando siempre de buen ánimo camino de la radio y yo con mi bicicleta hacia la Mancomunidad, y hacíamos una charlita corta intercambiando cuitas laborales y personales que me sabían a gloria y me alegraban la jornada. Con este espíritu continuó con su enorme dedicación a Radio Algeciras, a la que entregó sin descanso sus restantes años de ejercicio profesional hasta que decidió jubilarse anticipadamente en 2015, asediado por las exigencias de máxima rentabilidad publicitaria y progresiva reducción de recursos humanos que me confesó le imponía la férrea política empresarial puesta en práctica en aquella etapa por el potente grupo Prisa.

Fue a partir de entonces, liberado ya de su carga laboral, cuando lo vi pudiendo disfrutar, junto a su inseparable Lola, de los placeres sencillos pero esenciales de la vida: sus tres hijos, sus nietos, toda su familia, sus numerosos amigos, sus reconfortantes salidas en bicicleta de montaña, sus queridos belenes navideños... O las grabaciones en podcast subidas a Ivoox de sus recitados poéticos y de sus impagables La Música de tu vida que tanto hemos escuchado, realizadas, como gran conocedor de la música de los 70 y 80 que era, en su pequeño pero “gran” estudio que tenía montado en su casa. Grabaciones con las que pudo continuar practicando su sempiterna impronta vocacional de comunicar y de comunicarse con los demás, desahogando también así su inmanente necesidad personal de poder seguir siendo escuchado, esa que nunca dejan de sentir los verdaderos hombres de radio como Juan Carlos, que tristemente se nos ha ido.

Algeciras pierde sin duda a un algecireño ejemplar. Muchos hemos perdido también a un buen amigo de quien siempre recordaré, por encima de sus enormes virtudes profesionales ya comentadas, su inmensa talla humana y personal, su mejor virtud, que me permitió compartir con él en muchas ocasiones cual eternos compañeros de Instituto que siempre fuimos y nos sentimos, un sentimiento que hoy agradecido guardo para siempre, con su imagen de sonrisa bonachona, como huella que quiero y percibo de forma entrañable e indeleble dentro de mi corazón. Hasta siempre amigo mío.

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