Hasta luego, amigo José Luis
Juan Antonio Palacios Escobar.
Ex alcalde de Algeciras
El pasado martes, cuando me incorporaba a la tertulia política de la Cadena SER, medio en el que tú habías colaborado como comentarista, un amigo común, Juan Manuel Dicenta, me decía que habías decidido dejarnos de momento, y digo esto porque sabes bien que siempre vas a permanecer en el recuerdo y en los corazones de los que te queríamos y te seguimos queriendo.
La última vez que te vi físicamente era viernes, alrededor de las nueve y media de la noche y sé que ese día habías decidido casarte con tu compañera Montse. Con mi despiste habitual iba dándole vueltas a la pelota y a la vez observando aquello que el ojo no ve, y de pronto una voz amable y conocida me llamó la atención, ¡Juan!
Eras tú, querido amigo, hidalgo de las letras y quijote de esa gran aventura de la vida que supiste ejercer con intensidad. Reclamabas mi atención desde tu trono metálico de una silla de ruedas, que empujaba con todo el cariño tu hermano Fermín. He de confesarte, que a pesar de que pude comprobar que estabas librando una dura batalla con la parca, me dio una gran alegría estrechar tu mano, y hacerte una suave caricia en tu rostro minado por el maldito cáncer.
Continúe mi camino con mi compañera de siempre, María, y a mi memoria vinieron tantos y tantos ratos de charlas, de preocupaciones por la CULTURA con mayúsculas, de discusiones sobre aquello en lo que estábamos de acuerdo y aquello otro en lo que discrepábamos, pero que siempre cerrábamos con un tolerante y democrático, "es posible que tu lleves razón".
Bien sabes, por tu oficio de periodista de raza, por tu vocación de poeta, y por tu afición al arte de la fotografía, que esta tierra nuestra, es maravillosa por su paisaje y su paisanaje, pero especialmente dada a demonizar a los vivos y glorificar a los muertos. En estos días estarás escuchando todo tipo de halagos sobre tu persona y tu buen hacer profesional, y no dejarás de sonrojarte con ese acero aparente, que como decías en tu penúltimo artículo encerraba un frágil cristal.
José Luis , no te quepa la menor duda que todos son sinceros , tus compañeros te respetaban y apreciaban un montón, incluso aquellos, que a lo mejor injustamente, todos situamos entre los enemigos , que es necesario cuidar porque sin ellos no somos nadie en esta vida .
Espero que estés donde estés, no nos lo cuentes, porque así permanece el misterio, y aquellos que manejan el cotarro, a los que nunca te doblegaste, que quieren que todo sea controlable y previsible, justo lo contrario de lo que tu eras en la mayoría de las ocasiones, en las que desde tu amor a la vida y al ser humano te gustaba disfrutar con pasión de lo que se cruzaba en tu camino
Cuántas y cuántas veces me hablabas con adoración de tu hijo Alejandro, al que siempre intentabas tratar de tú a tú, de persona a persona.
De tu padre y de tu madre, de tu hermano y tus hermanas, de tu familia a la que adorabas. Ellos a través de esa gran mujer que es tu madre, nos pedían a los amigos que no te olvidáramos, porque tu desde tu acero y tu cristal nos has enseñado como dice ese gran cantautor, poeta y pintor que es Luis Eduardo Aute, que "vivir es más que un derecho, es el deber de no claudicar".
Hasta el último momento jugaste con las palabras para ofrecernos desde tu generosidad y compromiso, lo mejor de tus ideas y sentimientos, No sé si intuías que la función se acababa a tus cuarenta y ocho años, y querías bajar el telón o era un intento desesperado de aferrarte a la vida, a través de una de las cosas que mejor sabias hacer, escribir.
De cualquiera de las maneras, hasta luego, amigo José Luis, porque nuestro paso por este planeta entre el acero y el cristal, es corto y efímero, aunque nos empeñemos en creernos protagonistas eternos de una historia en la que último capítulo, casi nunca sabemos cuando lo concluiremos.
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