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La borrasca Emilia golpea el Campo de Gibraltar

Dos indigentes con trastornos mentales protagonizan altercados en dos días consecutivos en el barrio de La Caridad, en Algeciras

Una trabajadora de la Oficina Municipal de Información Turística se encerró con llave en las instalaciones mientras un hombre le hacía gestos de cortarle el cuello a través de la puerta de cristal

Tres hombres con trastornos mentales y sin tratamiento siembran el desconcierto en las calles de Algeciras

La policía detiene en la calle Juan de la Cierva a un indigente conocido como 'El Mono' entre los vecinos de La Caridad, este jueves por la mañana. / E.S.

En La Caridad, donde las fachadas guardan todavía la memoria del antiguo barrio marinero del Carmen, los vecinos han vuelto a vivir dos días seguidos de sobresalto. Dos días, dos indigentes, dos escenas que resumen un problema enquistado: el de las personas sin hogar con trastornos mentales que deambulan por el centro de Algeciras sin tratamiento, sin recursos y sin rumbo.

El último de los incidentes ha tenido lugar al amanecer de hoy, 23 de octubre, en la calle Juan de la Cierva. Una de las trabajadoras de la Oficina Municipal de Información Turística se ha visto obligada a encerrarse con llave en las instalaciones para protegerse mientras un hombre, a través de la puerta de cristal, le hacía gestos con el dedo de querer cortarle el cuello.

La llegada a los dos minutos de agentes de la Policía Local y de la Policía Nacional puso fin a la escena, deteniendo al individuo, un hombre de baja estatura y conocido como El Mono. Tras ser reducido, fue montado en un furgón policial. Los agentes ya lo tenían identificado por conflictos anteriores.

Un hombre envuelto en una manta y con una gorra ladeada se acercó a tres mujeres que pasaban por la zona y les escupió en el escote

Un incidente previo tuvo lugar ayer, el miércoles 22 de octubre, a media mañana, en plena plaza General Martí Barroso, más conocida como Plaza de los Caballos, frente a la antigua Comandancia Militar del Campo de Gibraltar. Allí, un hombre que suele pasear envuelto en una manta y con una gorra ladeada —a veces sin molestarse en cubrir sus partes íntimas— se acercó a tres mujeres que pasaban por la zona y les escupió en el escote.

Alertada por los testigos, la Policía Local intervino y se llevó al individuo, un viejo conocido de la zona. Pero la tregua duró poco. Apenas unas horas después, el mismo hombre protagonizó un nuevo episodio, esta vez en las inmediaciones de la calle Montero Ríos, junto a la mezquita Al Houda. Tirado en la acera, se negó a moverse cuando un barrendero le pidió que despejara la zona y respondió con insultos y escupitajos. “Siempre vuelve”, resume resignado un comerciante cercano.

La plaza General Martí Barroso, donde un indigente escupió en el escote a tres mujeres. / E.S.

Entre los vecinos, la sensación es de hartazgo. “Hay varios perturbados peligrosos. Este es el problema”, cuenta un residente de la zona. “Atacan, escupen, golpean, insultan... En algunos casos llevan incluso armas blancas. Son enfermos mentales sin tratamiento. Y nadie hace nada. Se está llenando la zona baja de este tipo de gente. No sé si alguien va a intervenir en algún momento”, relata uno de ellos a Europa Sur.

“Somos una ciudad donde acaban los pasos que llevan a ciertos sueños de ciertas personas con afecciones mentales que van buscando el camino que les llama la atención de África”, argumentó Landaluce

El malestar no es nuevo. Desde hace meses, el barrio sufre una presencia creciente de personas sin hogar, con trastornos mentales y sin documentación, que campan a sus anchas entre los portales, los bancos de las plazas y las zonas verdes. Muchos de ellos son ya viejos conocidos tanto de los vecinos como de la Policía, que reconoce sentirse atada de manos: “No hay recursos para ellos, y legalmente, nada que hacer”, admiten algunos agentes consultados.

“El sueño del desierto”, según Landaluce

El alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, fue preguntado esta semana en una rueda de prensa por la situación del barrio y por el aumento de indigentes. Su explicación no dejó indiferente a nadie. Según el regidor, Algeciras se ha convertido en el punto final de una especie de “ruta espiritual” para personas con problemas mentales que viajan por Europa “buscando el camino que les llama la atención de África, del desierto”.

“Somos una ciudad donde acaban los pasos que llevan a ciertos sueños de ciertas personas con afecciones mentales que van buscando el camino que les llama la atención de África. Llegan aquí, y como no pueden cruzar el Estrecho, se quedan”, argumentó Landaluce.

El alcalde defendió que el Ayuntamiento “está muy encima” de estos casos, aunque reconoció la complejidad legal y sanitaria para actuar sin una autorización judicial. “Cuando los ingresan y mejoran, a los dos o tres días vuelven a actuar de la misma manera”, lamentó.

Landaluce insistió en que Algeciras dispone de un centro de acogida nocturno para personas sin techo y de una red de varias ONG “muy activa”, pero reclamó coordinación y advirtió que “no se pueden concentrar todos los pisos de acogida en la misma zona” porque “desvirtúan la normalidad del barrio”. También anunció nuevas reuniones con la Policía Nacional, la Local y los servicios sanitarios “para seguir trabajando de manera discreta y evitar alarmismo”.

Un problema sin salida

En las calles de la zona baja de la ciudad, sin embargo, la discreción no basta. A comienzos de octubre, este periódico ya relató la historia de tres hombres que deambulan entre el Patio del Coral y la avenida Virgen del Carmen, todos ellos indocumentados, con trastornos mentales y sin posibilidad de ser expulsados ni tratados. Dos de ellos son considerados potencialmente peligrosos: uno “acuchilló a alguien” hace meses y otro “acosa a niñas y mujeres”, según las fuentes consultadas. El tercero, “el descalzo”, apenas puede mantenerse en pie.

Ninguno tiene familia aquí ni recursos. Duermen en la calle, beben, hablan solos y sobreviven en una ciudad que los ve pasar entre la compasión y la inquietud. “Dan mala imagen”, admiten algunos vecinos, “pero lo que da miedo es que un día ocurra algo grave”.

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