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Alberto Grimaldi
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En las calles bajas de Algeciras, entre los portales del barrio de La Caridad y las sombras del puerto, tres hombres caminan sin rumbo fijo. Son extranjeros, están indocumentados, padecen trastornos mentales y no reciben tratamiento. Viven al margen de todo: de la ley, de los recursos sociales y del abrigo más elemental.
“No hay recursos para ellos. Y legalmente, nada que hacer”, admiten fuentes policiales consultadas por Europa Sur, que confirman que los tres “están en situación de indigencia, sin tratamiento y causando desórdenes públicos” en distintos puntos de la ciudad.
Dos de ellos son considerados potencialmente peligrosos. Uno, “muy alto, suele rezar en la mezquita Al Houda, en la calle Montero Ríos, y en una ocasión acuchilló a alguien”, relata un agente. “No es agresivo si no lo molestas”. El otro “acosa a niñas y mujeres, se mueve entre el centro y otras barriadas, como la de San Bernabé” y fue grabado recientemente masturbándose en la avenida Virgen del Carmen, en pleno paseo marítimo, en un vídeo que circula por redes sociales.
El tercero, conocido entre los vecinos como “el descalzo”, no es violento, según la Policía, pero su deterioro físico y mental resulta evidente. “Habla solo, bebe mucho y duerme donde puede. Da mala imagen, pero no hace daño”, resumen las mismas fuentes. Un vecino publicó en redes sociales una fotografía suya tumbado en la calle Tarifa junto a un mensaje que ha generado gran repercusión: “Este hombre no está mentalmente bien y está a su suerte, haciendo todo lo que una persona necesita hacer fisiológicamente en plena calle. Hemos llamado a la policía mil veces y no pueden hacer nada. ¿No hay manera de ayudarle antes de que ocurra algo más grave?”, escribía el autor del mensaje.
Los tres suelen frecuentar el entorno del Patio del Coral, una zona donde “van a consumir, comprar y refugiarse”, explican los agentes. Hasta hace poco dormían en la terminal del puerto, pero ahora tampoco pueden hacerlo allí. “Les espera un invierno duro”, añade un policía con resignación.
El problema no es nuevo ni exclusivo. En Algeciras, donde confluyen las rutas migratorias y la falta de recursos de salud mental, el sistema se topa con un vacío legal y humanitario. Los tres hombres carecen de documentación, por lo que no pueden ser expulsados ni acceder a programas de atención social o sanitaria.
La Ley de Extranjería permite iniciar un procedimiento de expulsión por situación irregular, pero solo puede ejecutarse si el país de origen acepta la readmisión y el individuo está debidamente identificado, algo que no ocurre en los tres casos. “Hay un limbo que ni la ley ni la asistencia social pueden resolver”, reconocen fuentes consultadas por este periódico.
El recuerdo estos días de Yassine Kanjaa, el presunto yihadista que asesinó al sacristán Diego Valencia e hirió al párroco Antonio Rodríguez en enero de 2023, planea sobre la conversación. Kanjaa también vivía en Algeciras en situación irregular y sin tratamiento psiquiátrico. Su orden de expulsión, dictada en 2022, nunca llegó a ejecutarse.
Mientras tanto, los tres hombres siguen vagando por la ciudad, entre el paseo marítimo, el barrio de La Caridad y el entorno del puerto. Nadie sabe muy bien qué hacer con ellos. Ni la ley, ni la policía, ni los vecinos. “Son los que están dando ruido ahora”, dice un agente. “Y lo peor es que no tienen a dónde ir”.
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