Hallada en Madrid la 'biblia' del algecireño que inventó una religión

Antonio Armenta Díaz plasmó en el siglo XIX sus ideas religiosas en un pequeño libro que se custodia en el Archivo Histórico de Madrid

Manuel Correro, que hace 15 años descubrió el idioma creado por el profesor, localiza un ejemplar que somete a estudio

La calle río, a principios del siglo pasado.
La calle río, a principios del siglo pasado.

Finales del convulso siglo XIX en Algeciras. Cae la tarde en las aulas de una academia privada en el número 10 de la calle Nicolás Salmerón (ahora Río). Un vehemente profesor se afana en explicar a los que le escuchan que es posible un mundo mejor, que la solución a los problemas de la sociedad está en los principios de la filosofía positivista que le inspiraron las lecturas de su idolatrado August Comte. No oculta sus inquietudes políticas, que defiende ante un atento grupo de ciudadanos. Aquel hombre no es un cualquiera. Su capacidad intelectual y pedagógica le hacen ganar cada día más adeptos. Ha inventado una lengua universal -que años más tarde fue utilizada como idioma criptográfico por los países aliados durante la Segunda Guerra Mundial- e incluso puso en marcha una colonia en El Bujeo para llevar a la práctica sus ideas sobre la sociedad ideal. Pero todavía tiene más inquietudes. Y entonces empieza a escribir. Lo que le sale es una hoja de ruta para que los seres humanos lleven una vida que les permita reunirse con Dios. Acaba de sentar las bases de una nueva religión. La ambición intelectual de Antonio Armenta Díaz no tiene límites.

La 'biblia' de Armenta
La 'biblia' de Armenta / E.S.

El libro

El algecireño Manuel Correro, el principal investigador sobre la historia del profesor, ha realizado un importante hallazgo que arroja más luz sobre su inagotable figura. Es lo que él define como "la biblia" de Armenta, un recetario para llevar una vida que encamine hacia Dios. El libro es pequeño, muy al estilo de la época. Se llama El remedio y aparece como publicado en 1907 por una imprenta rondeña. Correro lo encontró en el Archivo Histórico de Madrid. En el inventario estaba catalogado como novela. "Era otra faceta de Antonio Armenta así que era posible que lo fuera y fui a Madrid a investigar", explica. "Estuve en varios archivos y en este, gracias a la colaboración de la dirección y los trabajadores, que incluso me lo enviaron digitalizado, descubro que el libro está escrito en idioma Armenta en un 50% y el resto en castellano con la clara intención de que la gente pueda entenderlo medianamente.

Durante la investigación que inició hace casi 20 años, Correro descubre que Armenta viajó a Madrid para dar una conferencia en la que presentar su proyecto. Fue en el Círculo Mercantil. Esto le llevó a buscar documentación que explicara aquella visita. Y encontró El Remedio. Tiene 24 páginas y en lugar de capítulos está dividido en recetas. "No es anormal en la época que sea tan breve. En España, cuando ibas a dar una conferencia editabas un librito para repartir entre los asistentes, de modo que les facilitara realizar preguntas a quien le interesara. De ese modo se producía un aprendizaje común, porque el ponente podía incluso modificar sus teorías sobre la marcha según como transcurriera el debate", explica Correro.

Dios está dentro

La de Armenta, explica el investigador, es una religión ecléctica, "un tipo de pensamiento que es seguido por mucha gente en todo el mundo" incluso hoy en día y que la iglesia católica rechaza. Armenta inventa una religión deísta porque creía que Dios "está dentro de cada persona". "El Ser Supremo es la Naturaleza, de la que todos procedemos, a la que tenemos que rendir cuentas. El templo está dentro de uno mismo. El sufrimiento es la contraposición del placer y ambos se nivelan. El placer lo busca uno y el dolor te lo da la propia tierra. Es decir, si disfrutamos mucho en la vida, sin caer en el vicio que es un pecado, sufriremos mucho", relata Correro.

Una página de la 'biblia' de Armenta
Una página de la 'biblia' de Armenta / E.S.

Armenta aconseja orar, ya sea a la propia Naturaleza o a un Dios Personal. Es decir, uno puede ser católico. "En el momento de la muerte, el tipo de rezo interior que tu hagas te transporta a un karma y te une inmaterialmente con el resto de lo seres en un plano cósmico", continúa.

Inspiración

Correro entiende que Armenta "bebe de Platón y también es darwinista, aunque no los nombre". "Su gran proyecto es la creación de un idioma para que todos los seres humanos del planeta hablen el mismo. Crea también una colonia de personas que se dedican a la vida contemplativa", recuerda. Sin nombrarlo, Armenta defiende ideas muy parecidas el capitalismo de Adam Smith y su teoría de la mano invisible, porque cree en los beneficios del individualismo. "Piensa que el hombre debe buscar su propio interés, incluso económico, siempre que se haga honestamente. Está en contra del socialismo utópico. Habla muy mal de la experiencia de los talleres nacionales de Francia en 1848 porque se le pagaba un sueldo incluso al que no trabajaba y él defiende el trabajo como camino hacia a la libre competencia. Si mi templo soy yo tengo que luchar por mi", explica el investigador.

Armenta quiere llevar su idea a la práctica y crear una sociedad capitalista en el que las personas compitan sanamente por el dinero y se entreguen a la contemplación y la oración. Por eso compra un terreno en El Bujeo, para crear en él un municipio autónomo que no es más que su colonia positivista. "Él cree que debe ser cantonal, es decir, que mire por todos sus ciudadanos para que ninguno pase necesidades. Divide a los ciudadanos por gremios liderados por los más mayores, los que tienen más experiencia", manifiesta. El municipio no sería del todo independiente, "pagaría los tributos necesarios a una región, a una comunidad o a un país, por ejemplo para la defensa o para la Sanidad".

De modo que Armenta pensó "Soy un ser autónomo, rezo para mi, sé que voy a disfrutar y la vida me va a devolver los mismo en sufrimiento y además compito en el mercado libremente". Y para ello necesitaba comunicarse con todas las personas del mundo, no sólo las de su región. "Necesitaba un idioma común", resume Correro, que afirma que en el ideario de Armenta se eleimina cualquier vestigio de racismo y machismo por lógica. "Todos los seres humanos tenemos en común los mismos objetivos, sea cual sea la raza y el sexo. Por eso la mujer puede disfrutar de su cuerpo igual que el hombre. Si dos personas están de acuerdo pueden disfrutar de relaciones con quien quieran e incluso disolver el matrimonio en cualquier momento si lo hacen libremente". Aquí, el profesor llega a recomendar "que se tomen medidas contra la sífilis", una enfermedad muy extendida en aquella época.

El investigador Manuel Correro.
El investigador Manuel Correro. / Claudio Palma

El camino

¿Qué hace falta para llegar a esa sociedad que sueña Armenta?. La respuesta que da el profesor es "educación". "Todo el mundo, cree, debe tener acceso a una educación gratuita, porque es la que lleva a los seres humanos a la verdad, lo que se puede percibir por los sentidos y lo que se puede demostrar. Si alguien dice que algo es madera yo sé que es así porque la he visto otras veces, pero si me dice que es una mesa, yo tomo prestado ese dato pero tengo la obligación de comprobarlo con el conocimiento", argumenta Correro, que resalta la importancia que Armenta da al orden. "Hace falta poara que todo lo que dice se cumpla. Por eso él cree por ejemplo en la libertad de prensa, pero controlada. A Dios, a esa Naturaleza Suprema, lo llama el Controlador".

El rastro

Además de estudiar en profundidad la biblia encontraba en Madrid, Manuel Correro ha encaminado ahora su investigación hacia los seguidores de Armenta, que pueden darles "nuevas pistas" sobre la actividad y la influencia del intelectual. "Eran personas de mucho prestigio en la ciudad, principalmente Francisco Brotos. Era su secretario y su ayudante en todas sus actividades. Era comerciante, tenía una tienda de ropa, y como conservador fue concejal antes de la República. Uno de sus hijos, Melchor Armenta, también fue republicano. Se habló de que pertenecía a una logia masónica, pero yo creo que lo que tenía era un grupo de seguidores quizás heredados de su padre. Sé que fue condenado después de la Guerra Civil. Su otro hijo, Víctor, fue inspector de Sanidad en el Puerto y una persona muy reconocida a nivel intelectual que incluso cambió su nombre al idioma de su padre. Los dos siguieron su legado", concluye.

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