Ocio
El tiempo para el puente en el Campo de Gibraltar

Hacia la conquista de Algeciras: aspectos financieros de la campaña (1331-1343)

Algeciras, una ciudad portuaria en el estrecho de Tarifa (siglos VIII-XIX)

Una tercera fuente de recursos financieros provenía de los beneficios de la Bula de la Cruzada, concedidos tradicionalmente por los Papas a los reyes de Castilla para sufragar las guerras contra el Islam

El tráfico de pasajeros y mercancías por el Puerto de Algeciras entre los siglos XI y XIV

Cortes celebradas en Burgos en enero de 1342 en las que se aprobó la alcabala para financiar el cerco de Algeciras. / E.S

El cerco de Algeciras, que se inició en el mes de agosto de 1342 y acabó, con la capitulación de la ciudad, en marzo de 1344, iba a representar, al mismo tiempo que el cierre definitivo de la Península Ibérica a las invasiones norteafricanas, la prueba que confirmaría la supremacía castellana sobre los emiratos musulmanes que habían participado en la pugna por el control del Estrecho.

Las dificultades y los retos de la empresa algecireña exigían un reino sin fisuras estamentales, un control efectivo de los concejos municipales, una economía productiva capaz de soportar el abastecimiento de un gran ejército en campaña durante meses y un apoyo exterior que asegurase la disponibilidad de recursos financieros y la ayuda naval por un largo período de tiempo. En 1342 estas circunstancias se daban en Castilla, posibilitando el desarrollo de la empresa militar más importante, costosa y decisiva del reinado de Alfonso XI y, muy probablemente, de todo el siglo XIV.

El sitio de Algeciras, dadas las características de la ciudad (dos recintos urbanos independientes separados por un río y dotados de potentes reparos defensivos, extensa fachada marítima y cercanía de otros enclaves portuarios musulmanes como Ceuta y Gibraltar), iba a exigir un despliegue extraordinario de fuerzas terrestres y de máquinas de asedio y, al mismo tiempo, de una flota lo suficientemente numerosa y operativa como para asegurar el bloqueo marítimo de la ciudad, impedir el avituallamiento de los sitiados y facilitar el abastecimiento del ejército sitiador.

Bula Papal concediendo privilegios y beneficios económicos a los reyes de Castilla en su lucha contra los musulmanes. / E.S

En el caso de Algeciras no se trataba, como en el Salado, de una batalla campal, cuyo desenlace dependía de la mayor o menor capacidad ofensiva de un ejército, de la posición dominante o no que ocupara sobre el terreno, de los acertados o desacertados planteamientos tácticos que los mandos pusieran en práctica, sino del largo y siempre aleatorio intento de rendir una plaza dotada de excepcionales estructuras defensivas utilizando el viejo procedimiento del cerco y el bloqueo terrestre-marítimo, lo que iba a presentar enormes dificultades a los sitiadores dadas las rudimentarias técnicas de bloqueo y de asedio que los ejércitos de la época tenían a su disposición.

Técnicas que carecían de efectividad cuando se trataba de grandes recintos urbanos reforzados con un complejo sistema de defensa estática (altas murallas, barbacanas y antemuros, profundos fosos, torres-puertas bien desenfiladas, etc…). Sólo el planteamiento de un férreo y continuado bloqueo de la plaza por mar y tierra, encaminado a lograr su capitulación por desabastecimiento y hambre, aliado al persistente hostigamiento por medio de la infantería y la caballería (“celadas”), a la actuación incesante de la artillería neurobalística y a la disposición de abundantes recursos económicos podían dar los frutos deseados a un ejército alejado de sus bases de avituallamiento.

Aspectos financieros de la campaña

Uno de los problemas que hubo de resolver el rey de Castilla en los meses que precedieron al establecimiento del cerco de Algeciras y que fue motivo de preocupación a lo largo de los veintiún meses que duró la campaña, fue la búsqueda de los recursos financieros necesarios para sufragar los gastos que una empresa militar de tanta relevancia exigían. El rey era consciente de que el resultado final de la campaña dependería, sobre todo, del número de hombres que pudiera mantener en el cerco, de la potencia de las escuadras que lograra situar en aguas del Estrecho y de la cantidad y eficacia de los medios técnicos que fuera capaz de reunir frente a las murallas de la ciudad. Tan ambiciosa empresa no podía ser acometida sin contar con el respaldo de una hacienda bien saneada —circunstancia que no se daba en Castilla en esas fechas— lo que obligó a Alfonso XI a requerir a las Cortes imposiciones extraordinarias y a solicitar la colaboración de aragoneses, genoveses y de los judíos asentados en Castilla, así como de algunos reyes extranjeros y del Papado.

El avituallamiento del ejército y de la escuadra castellana, los pagos que había que realizar a la flota genovesa y a los caballeros extranjeros y sus mesnadas y los gastos derivados del mantenimiento de caminos y puentes y de la fabricación de máquinas de asedio exigían un enorme y continuo aporte de dinero. Por ello, el rey de Castilla mantuvo, durante los meses que duró el cercó, una intensa actividad diplomática acerca de las cortes extranjeras con el fin de atraer los recursos económicos que le eran vitales para proseguir la campaña de Algeciras.

Benedicto XII concedió al rey de Castilla, en diciembre de 1340, un diezmo especial para financiar el cerco de Algeciras. / E.S

Los primeros recursos que sirvieron para organizar, trasladar y situar el ejército frente a Algeciras, procedían de las riquezas obtenidas en el campamento musulmán tras la Batalla del Salado. Sin embargo, en agosto de 1342 de esas riquezas ya no debía quedar nada, puesto que las dificultades financieras que sufrió el rey en los primeros meses de cerco no se hubieran producido de haber tenido el reino unas arcas saneadas.

Otro de los recursos de carácter extraordinario habilitados para sufragar los gastos del cerco fue la imposición de la alcabala, aprobada por las Cortes reunidas en Burgos en enero de 1342. Aunque la aprobación quedó supeditada a que dejaría de aplicarse cuando finalizara la campaña de Algeciras.

Una tercera fuente de recursos financieros provenía de los beneficios de la Bula de la Cruzada, concedidos tradicionalmente por los Papas a los reyes de Castilla para sufragar las guerras contra el Islam. En 1328 el Papa Juan XXII había concedido al rey castellano la percepción de las tercias por cuatro años, prorrogándosela en 1331 por otros cuatro más. En bula otorgada en diciembre de 1340 por Benedicto XII, este pontífice ratificaba por tres años un diezmo especial sobre las rentas beneficiales del clero para que Alfonso XI pudiera emprender la campaña de Algeciras. Pero el rey de Castilla debió considerar insuficientes para asegurar el mantenimiento del cerco los servicios ordinarios y extraordinarios aportados por las ciudades del reino y los mercaderes, así como la contribución de la Iglesia a través de la décima, tercias y Bula de la Cruzada. Una vez establecido el campamento frente a Algeciras, Alfonso XI recurrió al Papa y al rey de Francia para solicitar su ayuda por medio de préstamos que vinieran a asegurar unos ingresos regulares mientras durase el cerco de Algeciras.

A mediados de junio de 1342 el rey envió una embajada a Aviñón con cartas de felicitación para el papa Clemente VI por su encumbramiento en el Solio Pontificio y una solicitud de ayuda económica. Esta embajada, que estaba encabezada por Alonso Fernández Coronel, llegó a la ciudad de los papas a mediados de julio. Sin embargo, Clemente VI no accedió a la petición de dicho préstamo.

Privilegio por el que el rey Alfonso XI le concedía a Egidio Bocanegra el alcázar de Manifle, en Algeciras, por la decisiva participación en el cerco de la escuadra de Génova. / (Real Academia de la Historia, Colección Salazar, M. 114).

A finales de octubre de 1342 la situación de los sitiadores se hizo insostenible. Los víveres comenzaron a faltar, dificultado el abastecimiento desde el Puerto de Santa María y Jerez a causa de los temporales de otoño que habían azotado la región, y que la ayuda exterior no llegaba. En ese mes, Alfonso XI nombró nuevas embajadas ante el papa Clemente VI y el rey de Francia. A Aviñón envió a Alfonso Ortiz Calderón, Gran Prior de la Orden de San Juan de Jerusalén, y ante el rey francés al arzobispo de Toledo, don Gil de Albornoz. La embajada que se dirigía a la corte francesa portaba las coronas del rey y otras joyas que Alfonso XI enviaba para que quedaran en Francia como fianza y garantía del préstamo que solicitaba a Felipe VI.

Las escrituras con las estipulaciones del empréstito solicitado al Papa se redactaron el 14 de junio de 1343 en el palacio de los Papas de Aviñón. El Prior de San Juan recibió de Clemente VI 20.000 florines de oro. Las conversaciones de don Gil de Albornoz en la corte francesa no fueron menos laboriosas. En agosto de 1343, según la Crónica castellana, llegó al Real de Algeciras un clérigo del arzobispo de Toledo con una carta en la que aquel le comunicaba que el soberano francés le daba 50.000 florines en razón de la amistad que les unía. Las cantidades recibidas de Francia y Aviñón se emplearon para pagar los meses que se adeudaban a la escuadra genovesa.

El rey Felipe VI de Francia ayudó al rey Alfonso XI en el cerco de Algeciras enviándole, en agosto de 1343, 50.000 florines. / (Archivo Nacional de Francia).

En momentos de apuro Alfonso XI tuvo que amenazar con batir moneda de baja ley para obtener contribuciones especiales de comerciantes, recaudadores y banqueros. Para evitar estas acuñaciones, tan dañinas para la economía del reino, los judíos adelantaron las cantidades que exigía el rey castellano. En noviembre de 1343, Alfonso XI pidió dinero, en calidad de préstamo, a los mercaderes catalanes y genoveses que tenían establecimientos abiertos en el Real de Algeciras. Como estas medidas no eran suficientes para poder abonar las cantidades que se debían a la flota genovesa, que había amenazado con abandonar el cerco si no se le liquidaba la deuda, el rey tuvo que recurrir a pagarles con la plata de su vajilla.

La Crónica, la correspondencia real conservada y la documentación eclesiástica, permiten entrever el extraordinario despliegue diplomático y las diversas acciones que el rey tuvo que emprender entre julio de 1342 y finales del 1343 para atraer recursos económicos al real. El aporte de vituallas y el pago de las flotas y de las mesnadas extranjeras se presentaban como el factor decisivo para poder asegurar el éxito de la empresa. De ahí los esfuerzos desplegados por el rey para reunir el numerario que le permitiera mantener en el cerco a la escuadra genovesa y a los caballeros y mesnaderos que supeditaban su participación en la campaña al cobro regular de sus sueldos.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último