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Los bombones artesanos con los que Mariana la portuguesa endulza la Navidad desde Algeciras

Chocolate puro, ingredientes sin trampas y una chef de Santarem que, como en la canción de Carlos Cano, trae al sur una alegría contagiosa

Vídeo:Mariana Cardoso reinventa la paçoca: así se elabora el bombón brasileño que sorprende en Algeciras

Galería:Mariana Cardoso prepara bombones rellenos artesanos en 'El lugar que no existe', en imágenes

Mariana Cardoso prepara bombones rellenos artesanos en 'El lugar que no existe'. / Erasmo Fenoy

Mariana la portuguesa no cruza fronteras cantando, pero llega igual: con alegría. Desde Santarem hasta Algeciras —no desde Ayamonte hasta Faro, pero casi—, esta chef de voz rápida y manos inquietas ha plantado su pequeño territorio en la tranquila calle Joaquín Costa, el callejón del Ritz. Allí, donde antes solo había una barra, un baño y paredes blancas, hoy se encuentra El lugar que no existe, un espacio que huele a chocolate recién templado, a infusiones florales y a cocina hecha sin trampas.

Decía Carlos Cano que María era la alegría y la agonía que tiene el sur. Agonía no sabemos. Pero alegría, la de Mariana Cardoso (Santarem, 1992), es contagiosa. Se nota nada más cruzar la puerta, en la forma de hablar, de cocinar y de explicar por qué aquí nada busca la perfección industrial. “Yo no quiero cosas perfectas, yo quiero cosas reales. Esto en esta casa funciona así”, dice, como quien deja clara la partitura antes de empezar a tocar.

El proyecto abrió sus puertas el pasado mes de octubre, pero llevaba gestándose mucho antes, en la cabeza de una mujer que nunca ha entendido la cocina como una pose ni como un escaparate.

Mariana Cardoso en el escaparate de su negocio 'El lugar que no existe', en Algeciras. / Erasmo Fenoy

Un sueño cocinado a fuego lento

Cardoso llegó a España con ocho años. Creció entre dos países, dos culturas y una certeza temprana: quería ser chef cuando todavía nadie hablaba de concursos televisivos ni de cocineros estrella. En su casa no había antecedentes profesionales, pero sí algo más importante: respeto absoluto por el producto y amor por la buena mesa. Su abuela, su madre, incluso su padre —que descubrió más tarde su vocación— cocinaban bien. Muy bien. “En mi casa siempre se ha comido muy bien. Eso marca”, explica.

Trabajar con chocolate no es tan fácil como parece

Antes de Algeciras hubo Portugal. Allí abrió su primer restaurante mientras afrontaba uno de los momentos más exigentes de su vida: el embarazo de su hija. Ahora, en cambio, emprende sola. Sin socios. Sin red. Con valentía, ilusión y una energía contagiosa.

En marzo de este año encontró el espacio vacío en Joaquín Costa. No tenía experiencia en reformas, pero sí una idea clara de lo que quería construir. Así que se puso manos a la obra. Literalmente. Pintó, adaptó, imaginó. Y levantó un lugar que no se deja etiquetar con facilidad.

Ni bar, ni cafetería, ni lo de siempre

El lugar que no existe no es un bar al uso ni una cafetería convencional. Tampoco pretende serlo. Cardoso nunca quiso encajar en una categoría cerrada. Su propuesta es más amplia, más flexible, más viva. Cocina saludable, sí, pero sin renunciar al placer. Platos pensados para sentar bien al cuerpo y también al ánimo.

Cada mañana baja a la plaza para comprar producto fresco. El menú cambia, se adapta, sorprende. No hay una carta rígida porque la creatividad no entiende de corsés. “La cocina me da una libertad que la pastelería, no”, reconoce. Aquí improvisar es posible. O casi.

Mariana Cardoso pone a punto la cobertura de chocolate blanco para sus bombones. / Erasmo Fenoy

Navidad, chocolate y el regreso a la bombonería

Con la llegada de la Navidad, Mariana Cardoso ha decidido dar un paso más y volver a un terreno que conoce, aunque no sea su zona de confort: el chocolate. Estudió pastelería en Madrid, aunque nunca se sintió del todo cómoda en un mundo donde todo es exacto y no admite errores. “En pastelería, si fallas, lo tiras y empiezas de nuevo. No hay arreglo posible”, dice. Aun así, una receta navideña de chocolate blanco con lima fue la chispa que encendió la idea.

Para este reportaje de Europa Sur, Cardoso prepara bombones absolutamente artesanos, pensados para encargo, para regalar o para ocasiones especiales. Pequeñas piezas que no buscan la perfección industrial, sino el sabor auténtico.

El relleno de frambuesa se hace con frambuesas, no con colorantes ni mermeladas

El primero sorprende por su delicadeza: bombón relleno de frambuesa con pipas de girasol y cobertura de chocolate blanco. Nada de colorantes ni rellenos prefabricados. Frambuesa de verdad, triturada, trabajada con paciencia.

El segundo es casi un ejercicio de poesía comestible: bombón de rosa mosqueta y granada con chocolate negro. La rosa mosqueta, una flor, se integra en forma de infusión. “Aromatiza muchísimo, muchísimo… ha quedado una pasada”, confiesa, todavía sorprendida por el resultado.

El tercero mira a Brasil y juega con la memoria gustativa: bombón relleno de paçoca, un dulce tradicional elaborado a base de cacahuete y azúcar, sin aditivos. Cardoso inventa el relleno y añade una sorpresa inesperada: un quico en el interior, para aportar crujiente y un punto salado, todo cubierto de chocolate con leche.

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Mariana Cardoso reinventa la paçoca: así se elabora el bombón brasileño que sorprende en Algeciras / Erasmo Fenoy

Además, ha empezado a fabricar tabletas de chocolate, entre ellas una versión vegana creada casi por necesidad ética. “He inventado el chocolate vegano porque nuestros pobres veganos no pueden comer chocolate”, explica. Cacao 100%, aceite de coco, pimienta de Jamaica, especias de cacao chai latte y un toque de agave. El resultado, dice sin falsa modestia, es “maravilloso”.

El chocolate no es un juego

Trabajar con chocolate no es tan idílico como parece. Hay temperaturas, tiempos, termómetros, mesas de aluminio y mucha precisión. Cardoso lo explica sin romantizar el proceso. “Trabajar con chocolate es un coñazo”, suelta entre risas. Pero también entiende por qué es caro. El esfuerzo, la técnica y la materia prima lo justifican.

No trabajo con azúcar refinado: solo panela y azúcar de coco

Aquí no hay azúcar refinado. Solo panela y azúcar de coco. Porque su filosofía es clara y coherente. “Mis bombones no son baratos porque no están hechos con trampas”, sentencia.

Los bombones rellenos artesanos preparados en 'El lugar que no existe'. / Erasmo Fenoy

"Aquí no sois golosos"

Mariana Cardoso ha aprendido también a leer el pulso del lugar en el que cocina. Y ese pulso, reconoce, no siempre es dulce. En Algeciras, explica, el postre no ocupa el centro de la mesa ni del deseo. “No sois muy golosos”, dice sin rodeos. Cuando abrió, llenaba la vitrina de pasteles y dulces tradicionales, convencida de que desaparecerían a la misma velocidad con la que los preparaba. No ocurrió.

Poco a poco entendió que aquí el final de la comida rara vez pide azúcar. Que muchos clientes prescinden del postre, que la vitrina llena no siempre es una buena señal y que cocinar también implica observar y adaptarse. “Estar haciendo cosas para luego tirarlas no tiene lógica”, cuenta. Durante un tiempo, incluso regalaba los dulces que no se vendían, los domingos, en la Plaza Alta.

En Algeciras no sois muy golosos; en Portugal desayunamos azúcar

El contraste con Portugal es inevitable. Allí, explica, el azúcar forma parte de la rutina diaria. “Nosotros desayunamos literalmente azúcar”, dice, casi divertida. No una tostada salada ni un café rápido, sino pastelería. En Portugal, aclara, no se va a desayunar a una panadería, sino a una pastelería. Es lo normal. Una costumbre cultural que explica por qué en su país natal el dulce tiene otro peso, otro lugar, otra demanda.

Comer mejor para vivir mejor

Mariana Cardoso cree poco en las casualidades y mucho en la coherencia. Por eso insiste en leer etiquetas, en cocinar con sentido común y en recordar que la alimentación no es una moda, sino una forma de cuidarse. “Cuando empiezas a cambiar tu alimentación… sanas”, dice, sin solemnidad, como quien habla desde la experiencia.

Mariana la portuguesa no bebe vino amargo en ningún puerto, pero sí ha encontrado en Algeciras un lugar donde quedarse, crear y compartir. Desde Santarem hasta el sur, ha traído chocolate, flores, frutos secos y una manera honesta de entender la cocina. No sabemos si tiene agonía. Pero su alegría —como en la canción— ya forma parte del paisaje local.

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