Un alcalde ganadero y los puentes al Campo de Gibraltar
El Sexenio Democrático en Algeciras (1868-1874)
La administración local gestiona pensiones, tierras y ganado mientras las tensiones monárquicas y los retrasos en las infraestructuras del Campo de Gibraltar marcan el panorama del siglo XIX
El café de San Telmo y cadetes en Algeciras
Al mismo tiempo que los aficionados algecireños esperan con ansiedad la presencia de Antonio Carmona Gordito en la joven Perseverancia —tan solo habían pasado cinco años de su inauguración—, también en nuestra ciudad acontecen otros hechos como el siguiente: "El Ayuntamiento de Algeciras nombró Administrativo recaudador de arbitrios municipales por consumo a D. Andrés Saínz Arteaga, a condición de prestar fianza en cantidad hasta de dos mil quinientas pesetas a la resulta de dicho cargo. Al objeto de responder ante el consistorio local en caso de “mala praxis”, y para lo cual: Dña. María del Rosario Pola Lobato, de estado viuda, se ha prestado a dar dicha garantía [...] y constituye hipoteca de un Cortijo nombrado de Almenara, en la dehesa del Algarrobo de este término compuesto de 53 fanegas de tierra [...] un huerto, otro rancho [...] y un haza de 20 fanegas en el Algarrobo". Estas propiedades las adquirió su propietaria y fiadora por compra a Gabriel Manuel Almenara el 17 de septiembre de 1863.
Coincidente con el cumplimento de las obligadas formalidades legales para poder ocupar el tan importante puesto municipal, en la Villa y Corte se espera del también recientemente nombrado monarca que cumpla con la legalidad que la Constitución del 69 le impone. Su real figura y linaje se empieza a dar a conocer en las escuelas repartidas por toda la nación repitiendo los escolares "Amadeo I, Fernando María, Rey de España; hijo de los Reyes de Italia Victor Manuel II y de María Adelaida Francisca. Elegido Rey de España el 16 de Noviembre de 1870; proclamado en 2 de Enero de 1871; con María Victoria Carlota Enriqueta Juana dal Pozzo y Princesa de la Cisterna". El que la nueva reina se apellida dal Pozzo y ostente el título de Princesa de la Cisterna dio mucho juego para la chanza nacional, sumando al apodo de Macarroni para su real marido el de Húmeda para la reina consorte; llegándose a publicar a modo de sublime burla: macarroni más humedad, igual a pasta.
Si el ingenio nacional hubiera estado al servicio del progreso y no al de la chacota otro gallo nos hubiera cantado a lo largo de nuestra historia. Afortunadamente en otros planos políticos más humildes, como los provinciales o locales, las necesidades obligaban a tener otra perspectiva: "Dada cuenta del expediente instruido a instancia de Doña Ana Rojas en solicitud de que se le conceda una pensión como viuda del médico titular de Algeciras, D. Cristóbal González y Gómez, se aprobó el acuerdo del Ayuntamiento de aquella Ciudad por el que se le concede a la interesada la pensión de 2.555 reales de vellón anuales (212 reales al mes) por el tiempo que permanezca en estado de viuda mediante que el citado acuerdo se haya ajustado a las prescripciones del real decreto de 2 de Mayo de 1858".
Partiendo, como en el caso anterior, de otro procedimiento promovido por el ayuntamiento local, se concluyó que: "En vista del expediente instruido a instancias de D. Manuel Juliá Jiménez, vecino de Algeciras, para obtener título administrativo de un toril o hato de vacas en el Sitio de Majadal alto de dicha ciudad, se acordó devolver las actuaciones al Alcalde 2º (el Alcalde 1º, recordemos, era el solicitante), para que el Ayuntamiento emita su informe según se le tiene prevenido, y caso de ser favorable imponga a las tierras el canon con que deben quedar gravadas". Teniendo en cuenta el intemporal servilismo: ¿Se opondría el alcalde 2º a las pretensiones del alcalde 1º? En caso afirmativo, ¿se atrevería a imponer el preceptivo canon municipal? Todo a su tiempo...
La exigente Administración, al menos en apariencia, era implacable: "Mediante a que la expósita María de la Asunción ha contraído matrimonio sin la autorización del Cuerpo provincial (previa y obligada solicitud impulsada por las hijuelas locales) cuya circunstancia es indispensable para que pueda tener derecho a solicitar la dote que reclama, se acordó denegar su petición". También se daba el caso del pícaro que intentaba eludir a la “implacable” Administración, en este caso sanitaria, cuando: "En vista de lo que resulta del expediente del ingreso del José Arjona en el departamento de dementes del Hospicio provincial, en atención de que este individuo no está calificado como tal demente [...] sea puesto en libertad por más que, como medida de precaución, se le haga anotación en sus documentos de seguridad y se encargue al Alcalde lo vigile prudentemente".
Mientras que el alcalde afectado —según la resolución— debía estar ojo avizor con el falso demente, en nuestra ciudad acontecían otros cuerdos y hechos: "D. Bernardo Arabena Capaduro, soltero y hacendado, recibió en 4 de Noviembre de 1867, la cantidad de 5.000 pesetas para atender sus negocios, le prestó la ahora difunta Dña. María de la Asunción González Marín, al interés de 1% mensual, o sean 600 pesetas anuales [...] para lo cual puso en garantía: 1º.- Una casa situada en el Norte del Río de la Miel de esta Ciudad, números 6 y 7; teniendo su frente a dicho río y al Levante el edificio de la Aduana. 2º.- Una casilla o cajón de mampostería en la plaza de abastos de esta Ciudad; y 3º.- Otra casilla [...] en el mismo ángulo e iguales medidas [...] que lidera por la espalda al Levante a la calle plaza de la Palma[...] Arabena entrega a los reseñados las 5.000 pesetas y sus réditos vencidos y en monedas corrientes".
Al mismo tiempo que los algecireños sobrados de la seriedad debida proceden a cumplir con la legalidad vigente, en la capital del reino y con la falta de la debida seriedad se sigue denostando a la familia real y muy especialmente a la reina existiendo un gran desconocimiento sobre su figura. María Victoria dal Pozzo y de la Cisterna (La Húmeda), contaba con una gran formación; siendo adolescente expresaría en su diario: "He vuelto a mis estudios con mucho placer; el estudio es para mí lo que el pan para otros". Hablaba seis idiomas y se le consideraba experta en álgebra, economía y derecho internacional. La revolución del 68 había dejado atrás a una Isabel II considerada poco menos que analfabeta, lo cual le generó a su alrededor toda una corte de aduladores a su imagen y semejanza. Aquellos resabiados cortesanos alejados de la nueva Casa Real, se convertirían en los más críticos con el nuevo monarca y su familia. Obvio; la mediocridad no soportaba —ni soporta— perder sus privilegios.
Sin resabio alguno, aunque sí con cierta decepción se acogería la siguiente y negativa noticia para el desarrollo de la zona: "No habiendo podido ser habido D. Manuel Jacosa y León, rematante de las obras de los puentes Aogis y Valde-Ynfierno en la Carretera provincial de Medina al Campo de Gibraltar para hacerle entrega de las órdenes de aprobación de dichas obras, firmando su recibo, a fin de hacer constar este requisito indispensable, puesto que en dichas órdenes se le fija el improrrogable plazo de 15 días, para que preste la fianza y otorgue la correspondiente escritura que garantice el servicio de que se ha hecho cargo, se acordó que se verifique dicha entrega y notificación por medio del Juzgado de 1ª Ynstancia".
Aquel florido mes de mayo de 1871, comenzaba, entre otras, con la noticia sobre la detención por parte de las fuerzas de orden público que estaban llevando a cabo la investigación del atentado sobre el general Prim, del valenciano: "José Roca Martínez, 43 años de edad, viudo y labrador". Roca, como otros detenidos por la muerte de Prim —como el logroñés Ruperto Merino Alcalde o el jienense Clemente Escobar Pérez—, encontraría en extrañas circunstancias la muerte en prisión años más tarde. Un tal Juan José Rodríguez López, quien también fuera detenido por pertenecer —supuestamente— a la conjura contra Prim, extrañamente pudo salvar la vida. Unos documentos que tenía ocultos en su poder y que sirvieron de base para cierta publicación en Zaragoza, años después, bajo el nada confuso título de: Asesinato del general Prim, bien pudieron evitarle el fatal destino que corrieron sus supuestos compañeros de conjura. En cuanto a lo publicado en la capital del Ebro ni fue investigado ni se le dio relevancia alguna...Déjese estar.
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