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Sonido Marlango, sonido de lujo

Luces siderales en el Alcázar de Jerez durante la actuación de Marlango, la banda de Leonor Watling.
Juan Manuel Sainz Peña

23 de agosto 2008 - 01:00

Creo, sinceramente, que es mucho mejor empezar cualquier crítica alabando al artista o incluso poniéndolo como los trapos. Desafortunadamente, el concierto del jueves no se inició con los primeros acordes de Marlango, sino con el minuto de silencio impresionante que la delegada de Cultura, Dolores Barroso, pidió a los asistentes al concierto por las víctimas del accidente aéreo en la T4 de Barajas, en Madrid. Descansen en paz las víctimas y descansen también los familiares de éstos que son, al fin y al cabo, los que van a seguir sufriendo. En fin. Marlango.

Una sorpresa detrás de otra nos deparó la formación de Leonor Watling. La primera, la sensacional voz en directo de su cantante. Watling no formó a Marlango hace cuatro años por puro capricho, por matar ese gusanillo, esa picadita que la da a los artistas de vez en cuando para cobrar protagonismo o engordar su cuenta corriente. Marlango es algo serio, muy serio, en un panorama musical como el español donde son pocos los grupos que ofrecen calidad y no ser rinden ni entran en circuitos comerciales a cambio de hacer música serie B. Nada de eso.

Marlango acierta en todo. Tiene una puesta en escena cuidadísima, con una iluminación efectiva y efectista. Y el sonido, cosa poco común en bolos de verano al aire libre, un auténtico lujo. Ni un decibelio de más, ni un decibelio de menos, ni una estridencia. Se escuchaba la voz personalísima de la también actriz, la trompeta de Ybarra o al fenomenal batería, Gonzalo Maestre.

Pero hubo más sorpresas. Si dijéramos que el alma máter de Marlango es Leonor Watling estaríamos incurriendo en un error. Sobre el escenario se percibió una conexión total, buen rollito, si nos ponemos informales, con una compenetración y una musicalidad entre ellos más propia de una formación veterana que en un grupo de nuevo cuño (¿qué son cuatro años en el mundo de la música?).

Bromas entre tema y tema, diálogo con el espectador, y un derroche de talento se fueron ganando al público que disfrutó de temas como Shake the moon o Love song. Ritmos de jazz y blues a la altura de lo que se esperaba.

Por acertar, acertaron hasta con la vestimenta. Todos los músicos, a excepción de Watling, vestían de negro, con corbata a juego sobre camisa blanca. Vale, no es que eso sea definitivo en la calidad musical de un grupo, pero ya es muy difícil ver músicos de ahora vestidos de eso, de músicos.

En cuanto a Leonor la cantante-actriz (por este orden y siempre según mi humilde opinión), iba en vaqueros con camisa pre mamá. Su incipiente barriguita de embarazada no le impidió moverse con soltura, aunque con un estilo absolutamente heterodoxo.

No podemos destacar la labor de ninguno de los componentes de Marlango. Hubo de todo y todo bueno, aunque algunos temas, tal vez, provocaran algún que otro bostezo entre los no iniciados en estos ritmos tan particulares, pero, a la par, repetimos, tan excelentemente interpretados por una formación que, si no hay desgaste en los próximos años, van a ser imprescindibles dentro del panorama musical de este país, infestado de niñitas con el ombligo al aire, guaperas de gimnasio y otras flores de un día que ocupan el lugar que a otros por dedicación y por valía le corresponden. Pues eso muchachos, hagan sitio que viene Marlango.

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